Edición: El Barquero. José J. de Olañeta, Editor / Formato: Rústica con solapas, 267 pág.
Fecha de publicación: 2005.
Precio: 14,00 €.
Traducción: Carmen Bravo-Villasante.
La aparición de la novela gótica estuvo relacionada con el surgimiento de una nueva sensibilidad estética. El racionalismo extendido por la Ilustración empezó su declive a mediados del siglo XVIII, culminando su decadencia tras la Revolución Francesa. En su lugar, empezó a crecer un sentimiento contrario a la objetividad con que los racionalistas miraban su entorno: una nueva sensiblidad que exaltaba el yo interior; una nueva mirada relacionada con los ideales del liberalismo. Esta concepción, llamada romanticismo, cultivó una literatura con características propias: las pasiones del sujeto, los sueños o el amor tortuoso e inalcanzable eran temas recurrentes entre los escritores e intelectuales de la época. La novela gótica se desarrolló en este nuevo ambiente, tomando como elementos frecuentes los parajes fantasmales, los bosques, la oscuridad, los misteriosos monasterios medievales o las intensas emociones de sus personajes y su desenfrenado comportamiento. Fue en el Reino Unido e Irlanda donde prosperó con más intensidad el movimiento gótico -Los Misterios de Udolfo, de Ann Radclife, El Monje, de Matthew Lewis, o Melmoth el errabundo, de Charles Robert Maturin, son las principales obras de referencia de esta corriente literaria-. Su influencia se extendió por la actual Alemania. Muestra de ello es el relato que ahora nos ocupa, Los Elixires del Diablo.
E.T.A. Hoffmann, conmovido por la lectura de El Monje -publicada en 1796-, decidió escribir una obra con las formas propias de la novela gótica. Para ello, inventó un personaje traumatizado, el hermano Medardo, de la orden de los capuchinos. Su historia se nos transmite a través de unos papeles póstumos que el propio monje escribió al final de su vida a modo de expiación. En estos escritos se nos cuenta como Medardo nació cerca del monasterio de los capuchinos de B. en algún momento del siglo XVIII. Su madre, pobre, viuda y sin recursos, lo entregó al cuidado de una abadesa, noble mujer que inmediatamente impresionó al pequeño. Allí vivió sus primeras experiencias con lo sobrenatural; unas experiencias que acompañarían a diario los pensamientos del joven Medardo. Cuando tuvo suficiente edad, realizó los votos pertinentes y entregó su vida a la espiritualidad monástica. Pronto destacó su inteligencia y su habilidad con el discurso; virtudes que le proporcionaron la amistad del prior Leonardo, y la oportunidad de oficiar la misa. Su capacidad oratoria impresionó a los fieles que se reunían en la iglesia: Medardo, inspirado por una especie de pasión interior, engrandecía sus discursos y exponía la palabra de Dios rodeándola de puro sentimiento.
La gente creía que era un Santo y el propio Medardo, sumergido en su altivez, llegó a pensar que era el mismísimo San Antonio. Lo que antaño eran virtudes se habían convertido ahora en obsesiones; pronto cayó en la tentación. Hacía pocos días que se había convertido en el custodio de las reliquias del monasterio, entre las cuales se encontraba una cajita que contenía un exilir de extraña procedencia. Muy pocos conocían su existencia; se decía que estaba relacionado con un episodio de las tentaciones de San Antonio y el diablo. Así pues, el monje, cumpliendo con su destino, provó lentamente el fatal elixir; un exilir que transformaría su antigua vida en una nueva llena de episodios desgraciados. Viendo su cambio de actitud, el prior le recomendó un viaje de peregrinación a Roma, gracias al cual aumentarían sus conocimientos del mundo terrenal. Influido por Satanás, se encaminó hacia su nuevo destino. Más, cuál sería nuestra sorpresa. Medardo, al aproximarse al borde de un precipicio, se encontró con alguien extraordinariamente parecido a él, el conde Victorino. Sin pensarlo, lo arrojó al vacío y, adoptando su identidad, llegó al castillo más próximo.
Los actos criminales del joven monje Medardo continuan desarrollándose en las páginas sucesivas. E.T.A. Hoffmann teje una historia llena de pasajes emblemáticos y personajes rocambolescos. En la vida del fraile llegarán a cruzarse individuos con una personalidad fuera de lo común, como el peluquero Belcampo. El autor se sumerge en la conciencia de cada uno de ellos para proporcionarnos un retrato introspectivo de las obsesiones; la lucha desatada en el interior, la locura, lo siniestro, la expiación de los pecados, el lúgubre impulso del amor -sublime, atrayente, destructivo-, la tentación del demonio, la inquietud de la venganza, la lucha contra las fuerzas oscuras o la pérdida de los seres queridos son tan sólo algunos de los elementos utilizados por Hoffmann para crear esta historia extravagante, romántica, fantástica, y llena de oscuros pensamientos.
Sin embargo, el tema más recurrente en la obra es el desdoblamiento del yo, conocido en alemán como "doppelgänger": el autor se obsesiona con el doble fantasmagórico del protagonista -que le empuja a realizar actos horribles- y abusa claramente de este recurso; no sólo nos perdemos en la narración ante la abundancia del propio desdoblamiento, sino que la aparición de múltiples personajes, todos relacionados entre sí por vínculos lejanos de parentesco, proporciona al lector una buena cantidad de confusión que sólo será plenamente aclarada tras una nueva relectura. Los Elixires del Diablo, a pesar de ofrecernos una interesante historia, puede hacerse densa y pesada para todos aquellos que no estén habituados a la particular narración de la novela gótica. Teniendo en cuenta todos estos elementos, pienso que es una buena lectura, indispensable para conocer la literatura gótica realizada en Alemania. Sólo hay que tener paciencia, sabiendo de antemano que nos encontramos ante una historia complicada y de difícil comprensión.
2 comentarios
Que buena reseña. Este es otro de esos relatos góticos que tengo pendiente de leer, en cuanto baje la pila de pendientes que tengo en casa, que son muchos. xD
Me recuerda en algo al argumento de El Monje, aunque son distintos.
Supongo que es normal que recuerde a la novela de Lewis por el hecho de que Hoffmann se "basó" en ella para Los Elixires...(incluso la nombra en el mismo libro). Como aún no la he leído no sabría decir cuáles son exactamente las semejanzas, pero está claro que ambas tienen un monje como protagonista y un monasterio como ambientación de fondo. Quizá El Monje tiene más elementos góticos que Los Elixires...
Gracias, Loren :)
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.