Título original: Un Tesoro.
Textos: Francisco Naranjo.
Dibujos: Víctor Rivas.
Edición: 48 págs. Dibbuks, mayo 2012.
Precio: 16 €.
Traducción: Obra en castellano.
Temática: Cuento, ilustración, victoriana.
Correlación: Independiente.
Esa es la premisa de Un Tesoro, un relato de Francisco Naranjo, deliciosamente editado por Dibbuks y primorosamente ilustrado por Víctor Rivas, en la mejor tradición de Roald Dahl, de quien el texto ha tomado aparentemente su inspiración, en especial de esa genialidad titulada Matilda y con cuya novela comparte ciertos paralelismos de corte particularmente cruel. Pero también debemos mencionar al Frankenstein de Mary Shelley.
▶Las mañanas de los viernes pasea en silencio por las calles del pueblo, seguida por miradas asustadas y gestos de forzada indiferencia. De luto riguroso, se protege el sol con una diminuta sombrerilla negra que casi parece un pájaro iracundo. Compra dulces y café. Compra folios blancos y lápices de colores. Curiosea en librerías, en semilleros. Visita la oficina de correos, donde le espera siempre un paquete de cartas tan grande como el que ella envía.
De clara influencia victoriana, el relato o cuento se nos presenta en capítulos breves (en ocasiones un párrafo o unas pocas líneas de extensión), veintiocho para ser exactos, que nos detalla el hallazgo de M, la extraña personalidad del pueblo que vive en aquella oscura mansión alejada de todo y de todos, a la que nadie se quiere acercar. ¿Qué es lo que llena de gozo a M? ¿Qué ha encontrado en el fondo de la tierra?
De vez en cuando da gusto encontrar relatos detallados con tanto mimo como con Un Tesoro, en especial tan profusamente ilustrados con dibujos como los de Rivas, que añaden el toque perfecto de esa ambientación victoriana de estilo poético que comentaba en el párrafo anterior. Lástima que sea tan corto porque nos quedamos sin duda con ganas de más.
En cuanto a la edición de Dibbuks, papel grueso, adornado como los cuentos viejos de hace dos siglos, con cenefas en sus márgenes, con una sobrecubierta que al retirarla encontramos la versión sencilla en tapa dura del cuento, al estilo de un pequeño libro del siglo XIX. Hubiera preferido una edición directamente sin dicha sobrecubierta, porque al fin y al cabo me parece un estorbo para una obra breve. Un cuento recomendable que nos despierta el sueño por lo victoriano y al mismo tiempo nos impulsa a leer obras similares, de las que precisamente no abunda la literatura.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.