Título original: The House and the Brain.
Edición: 108 págs. Impedimenta, noviembre 2013.
Disponible en ebook: No.
Precio: 14,95 € (rústica con solapas).
Traducción: Arturo Agüero Herranz.
Temática: Terror, fantasmas.
Correlación: Independiente.
Cuando estás cansado de traducciones
con erratas en libros por cuyos precios éstas deberían estar
ausentes; cuando una encuadernación barata que se deforma al más
leve toque deja el lomo de tus libros como un acordeón; cuando te
encuentras leyendo de un papel de tal gramaje que transparenta y ves,
en un momento de trágica claridad, que cada vez quedan menos
editoriales con proyectos firmes que no bailen al son de los
best sellers, puedes llegar a creer que efectivamente el libro físico
está muerto o en agonía. Entonces un día descubres la editorial
Impedimenta y recuperas la fe, el ánimo y la ilusión...
Porque cada edición de Impedimenta –les sigo desde hace años–
es un canto al amor por la literatura e incluso diría por la
bibliofília. Todo, desde las sobrecubiertas agradablemente rugosas
de diseño sobrio y elegante al cremoso y consistente papel de las
páginas habla de tranquila precisión, de atención al detalle, de
cuidado y de respeto a sus lectores. Cuando uno finalmente se sienta
en su butaca favorita, dispuesto a adentrarse en lo que el autor le
ofrezca, Impedimenta hace la transición a la ficción aún más
fácil brindando en cada tomo una interesante introducción, de tal
modo que, con las ideas en orden, establecido un contexto y en
compenetración con el autor, el lector pueda emprender su viaje.
Podría pensarse que, con tanta
dedicación a su trabajo, Impedimenta debe ser una editorial poco
pródiga; que ofrecería sus publicaciones muy de vez en cuando, como bocados selectos y exclusivos, y en su exclusividad, escasos. Nada
más lejos de la realidad. De hecho, su ritmo es extraordinario;
tanto como la calidad de su catálogo, en el que se puede encontrar
de todo, desde terror al humor más refinado, de la mejor
literatura europea a ciertos clásicos orientales bastante desconocidos para el público occidental.
Lo que yo he encontrado hoy– y
aparco por un momento esta especie de oda de fetichista bibliofília–
es la novedad que nos traen este mes de noviembre: La casa y el
cerebro, de Edward Bulwer-Lytton. Antes de leerlo, ya me llama
muchísimo la atención primero por quien lo firma, un autor que, aún
sin conocer yo personalmente muchas de sus obras, me consta como uno
de los más influyentes de la literatura inglesa; y segundo quien lo
avala –según la sobrecubierta– nada menos que dos grandes de lo fantástico: Lafcadio Hearn y, sobre todo, H. P. Lovecraft.
“En la literatura de terror hay muchos miedos que se pueden invocar para crear malestar al lector”
H. P. Lovecraft, aparte de autor del
ciclo de mitos de Cthulhu –y por ello, una de las figuras más
influyentes del terror– era un crítico despiadado y certero, y su
aval tiene mucho peso para mi; de modo que fui a consultar mi
ejemplar de su ensayo “El horror sobrenatural en la literatura”
(reeditado recientemente por Valdemar en su colección "Gótica") para ver qué decía
exactamente al respecto. Y, en efecto,
parece que a Lovecraft le
encajaba la definición de “La casa y el cerebro” como una de las
mejores historias de casas encantadas de todos los tiempos. Seguía
hablando –en el ensayo– sobre la obra de Bulwer-Lytton en
general, y aunque no es tan elogioso con “Zanoni, o el secreto de
los inmortales” (también editado por Valdemar "Gótica", y que aún
espera su turno en mi estantería), criticando su tono romanticista y
su excesiva permisividad con los fenómenos del mesmerismo o el
espiritismo, valora muy positivamente las ideas y aportaciones de
Lytton al género, tales como la del inmortal heredero de antiguas
tradiciones, o la siniestra figura que, en “Zanoni”,
guarda el umbral al saber de otros mundos; el “Morador del umbral”,
figura de la que el propio Lovecraft se apropia parcialmente usándola
en algunos de sus relatos del ciclo de Kadath e identificándola, más
tarde, con el primigénio Yog-Sothoth.
Las palabras de Hearn me parecen más
precisas, y me gustaría citarlas tal y como lo hace Arturo Agüero
Herranz, el traductor de "La casa y el cerebro" en la introducción:
“Les mencioné el otro día –dice Hearn– una
narración breve de Bulwer-Lytton (“La casa y el cerebro”)
calificándola como la mejor historia de fantasmas en lengua
inglesa. Es el mejor cuento de este género porque reproduce con
asombrosa fidelidad las vivencias de una pesadilla. El terror de los
grandes cuentos sobrenaturales es el terror de una pesadilla
proyectado dentro de la consciencia despierta”. Lafcadio Hearn es,
recordemos, el autor de varios libros de temática fantasmagórica, y
un gran divulgador del antiguo japón fantástico (recomiendo el tomo
En el Japón espectral, editado por Alianza).
Con tales avales, mi predisposición
antes de leer La casa y el cerebro no podría ser mejor. Y
ahora, al sentarme a escribir la reseña tras pasar poco más de una
hora entre sus páginas –se trata de una historia realmente breve– la sensación sigue siendo extremadamente positiva. Y esto es lo
peculiar; cuando algo te viene tan recomendado, se crea un fenómeno,
el llamado hype, por el cual al encontrarte con la realidad a veces
ésta te decepciona, simplemente por haberte creado unas expectativas
excesivas. No ha sido el caso, y que sea esto aún otro aval.
La estructura de la novela (el termino
inglés para este tipo de obras tan breves me parece más adecuado;
novelette), en cuanto a la narración, es clásica, aunque hablando
de algo escrito en 1859 se trataría de obras como esta las que
establecen “lo clásico”; un gentleman inglés se entera, por un
amigo, de la existencia de cierta casa donde éste se ha hospedado,
que goza de la fama de estar encantada. Inmediatamente, se despierta
su interés, y se dispone a alquilarla para pasar unos días y
experimentar en primera persona los fenómenos que, dicen, suceden
allí. No hay nada como ser un caballero inglés para poder
permitirse este tipo de impulsos ociosos, que después dan para
tantas novelas. Acompañado de su criado y de un perro,
nuestro protagonista se instala en la casa. Como es normal, el casero
le ha advertido del hecho de que ningún inquilino ha aguantado más
de dos noches; que incluso la presencia de algo sobrenatural puede
sentirse durante el día. Pero él sigue adelante con su plan, con
buen humor y este tipo de actitud entre escéptica y abierta de mente
que es propia de su arquetipo.
Hasta aquí, todo sigue un esquema muy
familiar. Lo que ya no es tan frecuente es como el terror empieza a
atacar enseguida; no hay una lenta escalada de sucesos inexplicables
que acaben en un apoteósico final. Prácticamente desde el mismo
momento en que ponen un pie en el edificio, éste reacciona a su
sobrenatural manera; y la forma como Lytton lo narra crea escenas de gran belleza siniestra.
Y como se suele decir, hasta aquí
puedo leer, sin desvelar detalles de la trama. Lo que sí puedo decir
es que logra –como ya avisa Hearn– transmitir la sensación de
pesadilla; que
la atmósfera, construida rápidamente, es
sorprendentemente efectiva, precisamente por la sencillez con que se
construye. Aunque me consta que Bulwer-Lytton tenía cierta afición
a divagar o a perderse en florituras, aquí es directo y conciso,
talmente como si el protagonista estuviera narrando lo que ha vivido
allí dentro a otro amigo, lo que añade realismo al relato.
“Como tanta gente de la alta sociedad de su época, Bulwer-Lytton sentía interés por el ocultismo”
En la literatura de terror hay muchos
miedos que se pueden invocar para crear malestar al protagonista, y a
través de este, al lector; el miedo a la decadencia (enfermedad,
pobreza, hambre), el miedo a la muerte, el miedo al dolor o al daño
físico, el miedo a la locura o (muy íntimamente relacionado) el
miedo a la pérdida de la voluntad. Hay un fenómeno real, que algunos
hemos padecido a veces, sobre todo de pequeños, donde te despiertas
en medio de la noche y te encuentras paralizado; consciente, pero sin
poder moverte. Tienes la sensación de que hay algo en la habitación
y quieres encender la luz, pero no puedes. Es como si una voluntad
ajena te mantuviera sujeto. Parece ser que tiene que ver con
encontrarse en un estado medio entre la consciencia y el sueño, algo
así como un “falso despertar”. Es una sensación muy
desagradable. Y es el tipo de miedo que Bulwer-Lytton invoca; una
poderosa presencia maligna que, a parte de las acostumbradas señales
poltergeist, es capaz de clavarte a la cama con una sola mirada y
robarte la posibilidad de reaccionar.
Este tipo de imposición de una
voluntad ajena está relacionado obviamente con el mesmerismo, la
hipnosis, que como decía Lovecraft, estaba muy de moda en vida de
Lytton (y siguió de moda durante bastante tiempo, como atestigua el
mismo Bram Stoker en su Drácula, publicado cuarenta años
después). Este tema, la voluntad como un poder que se puede ejercer
no solo sobre los demás sino también sobre el propio cuerpo o sobre
el entorno es el gran tema de fondo, junto con el de las sociedades
herméticas, el ocultismo. Ambos tienen un peso clave en la trama y
su desarrollo, junto con la existencia de individuos “especiales”,
dotados de capacidades quizás no necesariamente superiores pero desde luego poco comunes, aislados por ellas del común de los mortales.
Y ambos suponen, quizás, su punto más cuestionable; Bulwer-Lytton
hilvana una teoría para explicar los hechos que, si bien suena
plausible y añade realismo, también supone enseñar sus cartas, sus
creencias personales, que a la luz del racionalismo actual pueden
resultar inocentes o rebuscadas. Esta última parte, la de la explicación, se eliminó de algunas ediciones, inicialmente según petición del propio autor, después imagino que por inercia; la de Impedimenta es la versión entera. Lytton solo eliminó este tramo al creer que podía interferir con otra de sus historias, no porque creyera que era superflua o incorrecta, por lo que mantenerla ahora que se reedita me parece lo correcto. Y mas cuando en ella encontramos algunas de las mejores y más evocadoras ideas de la novela. Para entender de donde vienen,
convendría repasar brevemente la biografía del autor, que
desconocía, y que resulta tan interesante que bien podría ser
teatralizada:
Edward Bulwer-Lytton nació en 1858 en
una familia acomodada; su padre murió siendo él muy joven, y la
influencia de la madre se expandió a un nivel casi excesivo (como
también sucedió con Robert E. Howard, por ejemplo). Destacando en
los estudios, sus primeras creaciones fueron antologías poéticas
que autopublicó. Después de casarse con Rosina Doyle
Wheeler, a quien la señora Lytton desaprobaba hasta el punto de
cortarle la asignación a su hijo,
se vió obligado a incrementar su
volumen de trabajo, llegando a unos extremos verdaderamente
maratonianos entre novelas, relatos, teatro y poesía, sin contar con
su carrera política que le mantuvo en el parlamento durante más de
una década. De tales actividades Bulwer-Lytton sacó una fortuna
considerable y un enorme respeto popular, comparable a la uno de sus
amigos, Charles Dickens. Su matrimonio fue un fracaso absoluto;
el matrimonio, afectado por las infidelidades y por tal ritmo de
trabajo finalizó en 1836. Rosine publicó un libro riéndose de la
hipocresía que veía en su ex-marido, y llegó al extremo de
escarnecerle públicamente mientras él se postulaba como candidato
para el parlamento, tras lo cual Lytton le negó la asignación y el
acceso a los hijos, aunque más tarde entraría en razón. En 1862, su popularidad era tal que se
le ofreció la corona de Grecia tras la abdicación del rey, que él
rechazó; y en 1866 la corona británica le concedió el título de
Par y Barón Lytton. Las excentricidades biográficas no
terminan aquí; en 1867 la sociedad de Rosacruces inglesa le aclamó
públicamente como su líder, algo que al parecer le sorprendió y
rechazó. Su vinculación con esta sociedad secreta, fuera o no real,
se puede deducir rápidamente de su “Zanoni”, donde usa abundante
transfondo ocultista. Finalmente, el 18 de enero de 1873,
murió por las complicaciones de una infección en el oído, poco
antes de cumplir 70 años.
Creo que algunos aspectos de esta
biografía tan singular pueden apreciarse en la novela. Para empezar,
creo que como tanta gente de la alta sociedad de su época sentía un
interés entre serio y ocioso, entre intelectual y morboso, por el
ocultismo; lo mismo puede decirse de su protagonista. La presencia
femenina, en esta novela, es casi nula; quizás es buscarle tres pies
al gato, pero que la única mujer que aparezca en el libro tuviera
tendencias criminales se podría leer como resentimiento misógino,
quizás. El mismo Lytton podría haber protagonizado esta historia;
está construida desde la óptica de un gentleman acomodado, que por
lo frecuente en este tipo de historias, nos podría llevar a pensar
que los fantasmas solo visitan a la clase alta.
El impacto de Lytton en la cultura
posterior es indudable. Los últimos días de Pompeya es quizás su obra
más conocida para el gran público, y ha sido adaptada a varios
medios repetidas veces. Para mencionar un par de anécdotas, le
debemos frases tan archiconocidas como “La pluma es más fuerte que
la espada” (de su obra teatral Richelieu, 1839) o Perseguir
el todopoderoso dólar. Su Strange Story (1862) fue una de
las fuentes de las que bebió el Drácula de Stoker; y en The
comming race”(1871), donde presenta a una raza de seres
subterráneos esperando a reclamar la superficie, establece uno de
los tópicos más recurrentes tanto del terror como de la ciencia ficción, de
donde parten desde Lovecraft y sus criaturas infrahumanas en
ciudades subterráneas a Stan Lee y su hombre topo en Los 4
Fantásticos.
En cuanto a “La casa y el cerebro”,
constituye una base, un punto clave, iniciático, a un tema
recurrente en el terror, el de la casa encantada, que explotan desde
Algernon Blackwood en uno de sus episodios con John Silence,
investigador de lo oculto (Valdemar Gótica) a Richard Matheson
con La casa infernal (La Factoría de Ideas) o Shirley Jackson,
con su excelente La maldición de Hill House (también Valdemar "Gótica"). Me ha impresionado hasta tal punto que en cualquier futura
referencia a este subgénero no olvidaré mencionarla.
Si os encontráis cualquier día en una
“oscura y tormentosa noche...” (
“It was a dark and stormy
night”), otra de sus frases clave, que abre su novela
Paul
Clifford (1830), y os apetece una de estas historias
inquietantes y bien narradas,
una historia de fantasmas victoriana
como reza el subtítulo, pero que ha envejecido perfectamente, espero haberos convencido por lo menos un
poco de que “La casa y el cerebro” es la elección ideal.
por Nyarla
noviembre 18, 2013
4 comentarios
A mí me has convencido, sin duda ;) Este libro tiene una pinta estupenda, no sólo por quién lo firma (como bien dices), sino porque atrae desde el primer instante que lo ves: la portada que han escogido es magnífica y acompaña a la perfección el género del relato.
Gracias también por las recomendaciones que nos has ofrecido. Tendré que ponerme algún día con este autor :)
Yo no voy a decir que me pongo en la lista de los "futuros" el libro, porque es tan extensa que creo que no me dará tiempo a acabarla antes de picharla. Lo que sí que puedo decir es que me encanta leer las reseñas que haces porque nos enseñas siempre algo que no sabemos. ^^ Así que mi más sincera enhorabuena. He disfrutado leyéndola.
Por cierto, me molan las imágenes. *.*
Todos los libros de Impedimenta son una oda a las bibliotecas. Son unas ediciones tan cuidadas, tan bonitas, tan bien traducidas, tan ..... de todo, que son una maravilla.
Eta novela no me llama en particular, no soy muy de leer novelas de terror, pero los clásicos británicos me pierden. A ver si puedo conseguirla y echarle un ojo.
Gran reseña, por cierto.
Pues a mí me has predispuesto totalmente a leerla. Me atrae este enfoque del género de terror y no he leído nada del autor (desconocía que fuera el artífice de Los últimos días de Pompeya), pero parece un referente anglosajón muy interesante.
Por lo demás, suscribo por completo tus sensaciones acerca de las impecables ediciones de Impedimenta. En efecto, libros así de bien hechos demuestran que el ebook no puede desterrar por completo a las ediciones en papel.
Le echaré un vistazo en la librería y es posible que se venga a casa.
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.