Título original: The King Arthur Trilogy Book One: Dragon's Child.
Edición: 480 págs. (rústica con solapas) / 560 págs. (bolsillo). Alianza Editorial, junio 2011.
Disponible en ebook: Sí.
Precio: 18,10 € (rústica con solapas) / 4,99 € (electrónico) / 10,90 € (bolsillo).
Traducción: Juan Carlos Mirre Gavaldá.
Temática: Histórico, novela.
Correlación: Primera entrega de la trilogía "El rey Arturo".
Uno de los ciclos míticos más
importantes de la cultura occidental es el de la llamada “Materia
de Bretaña”, que trata las leyendas celtas y varias historias
fundacionales sobre las Islas Británicas, sus tierras y sus gentes;
el núcleo lo constituyen las narraciones que tratan, directa o
indirectamente, del rey Arturo –ya se centren en la vida y muerte
de éste o en las aventuras a la búsqueda del Grial de sus
caballeros–. Tal es su importancia y su historia se ha repetido
tantas veces, que allí donde pocos han oído mencionar a Eneas o a
Perseo, todos conocen al Rey Arturo; sin embargo, la suya no es en
absoluto una narración cerrada, sino una en constante evolución y
reinterpretación, de tal modo que la versión más conocida –la
de
T. H. White– guarda poco o ningún parecido con la original.
Introducción al mito artúrico
Ésta surgió seguramente en el siglo
VI de mano del monje
Gildas, quien usó la figura de
Ambrosius
Aurelianus para narrar el enfrentamiento de los Britones post-romanos
contra los sajones;
Nennius tomó el personaje y lo incluyó en
The History of the Britons en el siglo IX, mencionando por primera
vez el nombre de Arturo, presentándolo como un gran caudillo que
libró doce grandes batallas contra los Sajones; tengamos en cuenta
que esto lo escribió Nennius trecientos años después de la muerte de este
supuesto personaje. En el siglo XII,
Geoffrey de Monmouth usó esta
referencia de Nennius en su
The History of the Kings of Britain,
ampliando la información acerca de Arturo y sus antecesores Uther y
Ambrosius y vinculándolos con la diáspora de héroes griegos
después de la caída de Troya. Una práctica común, ya que Virgilio hizo
lo mismo, estableciendo que los fundadores de Roma descendían de
Eneas, héroe de aquella guerra Troyana (de este modo, dos grandes
ciclos, el de Roma y el de Bretaña, se entrelazan).
“siempre los mismos grandes elementos: amor, traición, perseverancia y honor”
La versión que conocemos hoy en día
se la debemos sobre todo a
Sir Thomas Malory, que en el siglo XV dió
su versión con
Le Morte d'Arthur, en una narración vivaz y
completamente anacrónica , situándola en una cronología ficticia en
la que Arturo era anglosajón, en lugar de un caudillo de los
enemigos de éstos, los celtas britones, y situándolo en un
contexto, el de caballería, que no sería común hasta más de seiscientos años más tarde. Esta versión fue de la que en gran parte bebieron
Tennyson (s. XIX,
Idylls of the King, "Idilios del rey") o
Marc Twain (s. XIX,
A Connecticut Yankee in King Arthur's Court, "Un yankee en la corte del rey Arturo"), y la que T. H. White usaría
para su pentalogía “The once and future king”, cuya primera
parte,
The Sword in the Stone ("La espada en la piedra", 1939),
sería adaptada a un musical,
Camelot, en 1960, y en una famosa
película de Disney, "The Sword in the Stone" en 1963 (
Merlín el
encantador en España, siempre fue mi película de Disney
favorita). Gracias a la calidad del trabajo
original y de las adaptaciones, se convertiría en la rama principal de la leyenda en
nuestros días.
Otros autores han tratado desde
entonces el tema; algunos, como Mary Stewart, lo han reformulado
manteniendo el tono levemente fantástico, tratando a la vez de darle
un enfoque distinto, centrándose en el punto de vista de personajes
concretos (Merlín). Otros, como Marion Zimmer Bradley han dado el
protagonismo a los a menudo maltratados personajes femeninos del
ciclo (Morgana, Ginebra), en una saga memorable (“Las nieblas de
Avalón”) que supone una de las cimas de la literatura fantástica;
otros han buscado un enfoque realista, como John Steinbeck (Los
hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros). Aparte de en la literatura, la materia
de Bretaña se ha llevado al cine en innumerables ocasiones, desde la
inolvidable Excalibur de Boorman a la muy prescindible El
primer caballero, de Jerry Zucker, con Richard Gere como Lancelot y
Sean Connery como Arturo; varias otras veces se ha producido para la
gran pantalla, como en la reciente serie de la BBC Merlín, muy
exitosa, o Camelot, cuyo mayor mérito es contar con la
presencia de la gran Eva Green como Morgana.
La historia de Arturo, por tanto, ha
sido narrada infinidad de veces y sigue muy viva, pero sea cual sea
la óptica bajo la que nos la cuenten, contiene siempre los mismos
grandes elementos: amor, traición, perseverancia y honor. Si es un
autor romántico quien escribe, enfatizará la galanura de los
caballeros y sus ideales; si es un autor con tendencia a lo épico,
narrará con especial interés las batallas y conquistas. Puede
tratarse de un autor filósofo que buscará transmitir un mensaje
sobre la condición humana, sobre los deseos que la impulsan y la
tragedia que conlleva, sobre la sabiduría, o hacer una metáfora
sobre como, brevemente, triunfa la sabiduría y el orden por encima
de la barbarie para al fin volver a ella, en un ciclo trágico que
acompaña y define a la civilización humana. La materia de Bretaña
contiene todo esto y más.
El mito artúrico según M. K. Hume
Habiéndolo dicho todo T. H. White,
Stewart o Zimmer Bradley en cuanto al mito Artúrico como novela de
fantasía, y siendo difícilmente superables en este campo, parece
que lo que se busca actualmente es el otro enfoque: el realista. Las
raíces de la leyenda. La verdad subyacente.
Es este camino, el de intento de
recreación histórica, el que sigue M. K. Hume, profesora e
investigadora del mito artúrico, en el libro que nos ocupa (primera
parte de la trilogía “El rey Arturo”). Y esto puede ser tanto su
gran acierto como su principal defecto, según se mire. Dice la
contraportada: “[...] en ella despoja al personaje de todo aspecto
mágico para convertirlo en un hombre de carne y hueso. Lo traslada
de la leyenda a la historia que pudo ser”. Aquí no encontraremos
el brillante Camelot. El Arturo de Hume se llama Artorex, y vive en
una Britania aún marcada por la caída de Roma –estableciendo, en
este sentido, un escenario vagamente similar al que presenta Valerio
Massimo Manfredi en su La última legión–, acosada por los
invasores sajones. De este modo, Hume va directa a la fuente
original; a la raíz del mito que escritos posteriores fueron
modificando. Su Artorex es el protagonista de una historia que otros
convirtieron en leyenda, el núcleo puro y duro al que el paso de los
siglos y el romanticismo convirtieron en algo muy distinto; es, pese
a ello, una historia épica. Pocas trazas de la versión de Malory o
White se pueden encontrar aquí; las que existen, son muy leves, y no
conozco lo bastante estas fuentes tan antiguas que usa Hume (Gildas,
Nennius) como para saber si en ellas figuraba algún hermanastro
llamado “Keu” o “Kay” de Artorex/Arturo (lo dudo) o si se
trata de un guiño de Hume a estos otros autores.
Hume crea una imagen clara de como
debieron ser aquellos tiempos en los extremos más lejanos de un
imperio romano que se deshacía; esta es quizás la mayor virtud del
libro, la puntillosa recreación de un período histórico muy
convulso y que la mayor parte del público actual desconoce por
completo. Sus personajes, substitutos de los de la versión mítica,
consiguen entidad propia, y resultan interesantes, reales; cosa nada
fácil cuando tienen que competir con aquellos.
Este libro, en resumen, si bien trata
un tema que como decía ya ha sido tratado antes por mejores
escritores,
me ha parecido entretenido y recomendable para todo el
mundo en general pero especialmente recomendado para dos tipos de
lectores: los que gusten del ciclo Artúrico y los que disfruten con
la novela histórica. Los primeros, entre los que me encuentro,
disfrutan de cualquier añadido a esta larga serie de obras sobre
Camelot; los segundos, agradecerán una obra meticulosa, bien
documentada, detallada y atenta.
Sin embargo, siempre hay un pero, y es
que aunque lo he disfrutado, el suyo no es el tipo de enfoque que me
gusta. Explota una idea que de entrada parece muy atractiva; ¿qué
hay de verdad en todo esto? ¿Qué hay tras la leyenda? ¿Qué pasó en
la Britania del siglo V? ¿Que inspiró tales leyendas? ¿Qué figura
histórica real hay detrás? Dicho de otro modo, con una analogía;
¿cómo funciona el truco de magia? El problema es que si bien es
interesante planteárselo, llegar a descubrirlo puede ser
decepcionante. A veces es más divertido hacerse la pregunta que
llegar a responderla. Uno puede descubrir que prefiere la ilusión a
la realidad; la eterna dicotomía entre románticos y realistas. Hume
apela a estos últimos, pero en su intento hay un defecto, y es que
por muy rigurosa y bien documentada que intente hacerla, El hijo
del dragón sigue siendo sobre todo especulación pura y dura; la
existencia o no del Rey Arturo y las “bases reales” de la materia
de Bretaña son hipótesis, no historia contrastada. Como mucho, son
una aproximación tan real como se puede a lo que, quizás, pudo
haber pasado. Hay demasiados condicionales. Si bien es cierto que
cuando tratamos con hechos transcurridos hace cientos o peor aún,
miles de años, gran parte es especular, hay otros hechos, otros
temas, a los que la novela histórica puede recurrir para construirse
con mucho más fundamento que éste en particular.
Esto sitúa a la trilogía de Hume en
el terreno gris entre una auténtica novela histórica y la
novelización de un mito, rechazando las partes fantásticas de este,
a las que al fin y al cabo ya estábamos acostumbrados. Es como si al
narrar la historia de Perseo, uno omitiera la paternidad de Zeus o el
rescate de Andrómeda; podría estar bien, pero no sería lo mismo.
En este sentido, personalmente prefiero las versiones del mito
artúrico que incluyen lo fantástico. Soy conservador, y en este
sentido, romántico: al leer sobre Arturo, me gusta que haya una
Ginebra, un Merlín, unos caballeros y una mesa redonda; que todo
termine con Mordred y una mano blandiendo por última vez a Excálibur
sobre las aguas del lago antes de desaparecer para siempre, mientras
la barca con el cuerpo inerte de Arturo se funde con la niebla. A
esta formula, dale las vueltas que quieras, nárrala desde distintas
perspectivas o añade elementos nuevos; hazla más o menos realista,
pero no modifiques su esencia. Si lo haces, tienes un Artorex, no un Arturo, y la historia que narras no es la de Camelot.
Dicho esto, y una vez aclarado que se trata de
una historia nueva, o una vieja pero jamás contada, creo que
merece la pena leerla; yo recomendaría dejar que se sostenga por si
sola, no como otra recreación del mito sino como una buena y solida
novela que puede darnos muy buenos momentos.
por Nyarla
febrero 11, 2014
2 comentarios
Wola Nyarla. Sinceramente, la forma en la que te has explicado en la reseña me ha gustado mucho y doy fe de que me has picado la curiosidad con el libro. Además, el argumento en sí ya es uno de mis preferidos por lo que estoy convencida de que este se va directamente hacia la lista de los pendientes.
Reconozco que siempre me ha tirado mucho más la historia creada por Sir Thomas Malory quizás por mi gusto "romantizado" de la misma edad media y que cuando dimos en Mitología Artúrica el tema en el que se solía encuadrar a Arturo como un caudillo local surgido de los reductos de la ya caída Roma... nunca me lo imaginé correctamente. Veremos a ver si a la hora de leerlo sigo teniendo el mismo problema o no. xD
¡Increíble entrada!Me ha gustado mucha toda la información extra complementaria de los trabajos anteriores y el origen de la leyenda.
Sin duda me haré con esta trilogía si disfruto de la pluma de la autora en Batalla de reyes, la cual se centra más en la parte fantástica, que es lo que a mi más me tira.
Esther.
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.