El autor debuta con una novela de terror que pone a prueba los sentidos de los protagonistas.
Pon a prueba tus sentidos.
1. Coloca la venda sobre tus ojos (una venda negra), no puedes ver nada. Estás a ciegas...
2. Con los cuatro sentidos restantes, experimenta lo que siente Malorie, la protagonista de esta historia.
3. Busca bien y descubre toda la verdad. Puede que te sorprenda...
Como os podréis imaginar, la sorpresa fue mayúscula porque era un libro que no había solicitado por prensa, por lo que en ningún momento me imaginé de qué iba el juego. Hice lo que ponía la etiqueta, pero de forma sorprendente, mis deducciones no fueron tan tenebrosas la primera vez que lo intenté –cerré la caja para no ver el interior, ya que quería intentarlo otra vez más adelante– como cuando volví a hacerlo una vez acabé el libro. Es asombroso el poder de la mente humana. Jamás habría pensado que lo que estaba tocando en el interior de esa caja de cartón podrían ser dientes o trozos de huesos. Josh Malerman es quien te lleva por una senda de estrés y terror hasta esa deducción: juega con tu mente gracias al miedo que muchos hemos tenido siempre a la oscuridad. ¿Qué puede ser más horrible que no poder ver nunca más la luz del sol? El hecho de no poderse asomar a una ventana para ver el cielo o ir por la calle contemplando cada detalle es algo que día a día le sucede a muchas personas que han perdido la visión, pero no en las circunstancias en las que se encuentra Malorie, la protagonista de A ciegas.
Todo comienza con una noticia espeluznante que dan por la televisión en la que se comunica que unas cuantas personas en territorio ruso se han vuelto locas y que o bien han matado a los que los acompañaban o se han suicidado de una manera horrible. Nadie sabe qué es lo que puede haber motivado esta reacción y empiezan a surgir diversas teorías, expertos que hablan del estrés, la contaminación, la autosugestión y mil justificaciones del estilo. Argumentos que no pueden evitar la aparición de nuevos casos por todo el mundo. Inicialmente todos piensan que es la histeria colectiva, hasta que el último de esos casos sucede en Alaska, ya en territorio estadounidense. Es el momento en el que Shannon, la hermana de Malorie, comienza a tapar todas las ventanas con mantas oscuras y a atrancar la puerta. A partir de ese instante, todo lo que vive Malorie podría considerarse propio de un mal sueño: no saber qué es lo que ocurre en el exterior o hacia qué lugar puedes dirigirte para conseguir ayuda cuando todo el mundo parece haber muerto.
Independientemente de ese detalle, admito que el libro me ha gustado. Me lo ha hecho pasar muy mal, en especial por mi miedo a la oscuridad, que ayuda bastante a meterse en la piel de Malorie, pero sobre todo porque el no saber qué está pasando es algo que siempre tienes de fondo a medida que avanzas página a página. Sin embargo, llega un momento en el que esa sensación de inquietud ante lo desconocido se sustituye por lo que sí lo es. Lo que más te preocupa –tanto a ti como lector, como a la protagonista– no son esas criaturas –o eso se cree– que hay ahí fuera: lo peor son las personas que sobreviven. Los que hayáis seguido los cómics o la serie de The Walking Dead sabéis perfectamente a lo que me refiero. El problema no son los muertos, son los vivos y en lo que su mente les transforma ante una situación límite como esa.
Quizás el único inconveniente que podría encontrarle al libro es que no parece autoconclusivo. Podría formar perfectamente parte de una trilogía en la que sigamos viviendo en la piel de Malorie y conozcamos las razones que han llevado a la humanidad a su casi completa extinción. Posiblemente esté destrozando el propósito de la obra que es que una vez acabas la historia sigas pensando qué es lo que pudo haber pasado, pero a mi personalmente me gustan las cosas finitas. Lo que sí que me ha encantado es la forma en la que Josh Malerman consigue escribir miles de descripciones durante las trescientas páginas del libro, sin que la protagonista pueda ver –salvo el interior de su refugio–. Todo se organiza en base a las sensaciones de Malorie y para ello el autor usa un estilo muy particular, con frases cortas y muy directas. En A ciegas no hay lugar para la recreación, porque hacerlo puede llevarte a la locura. Es un libro realmente impactante, en todos los sentidos.
4 comentarios
Lo he acabado esta mañana,y la verdad es que se lee de un tirón,aunque el final es muy abierto y para mi gusto un poco simplón,se hecha de menos un poco mas de información sobre que está sucediendo y porqué.Recomendado.
¿Dónde compraste el libro para que te lo mandasen con todo eso tan chulo? ¿En la Casa del Libro?
Esoooooo??????
No lo terminé, no pude soportar saltarme del capítulo 14 al 43 pero me encantó aunque el final, el final me hizo querer no haberme enterado, es demasiado X. No soy especialista en libros pero me esperaba más del final, en cierta parte se rompió mi corazón </3 Quiero saber como eran las criaturas, cómo fue que murió Tom y....Todo, de dónde salieron las criaturas, etc.
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.