A principios de mes se hacía oficial algo que muchos nos temíamos, en vista de la falta de noticias y
actualizaciones y la nula presencia en las redes sociales,
La Factoría de Ideas entraba en concurso de acreedores. Estamos ya en la recta final de la
cuesta de enero y el asunto sigue sin esclarecerse.
¿Qué (o quién)
ha llevado a una editorial puntera en su sector a esta situación?
¿Cómo ha pasado La Factoría de Ideas de tener uno de los
catálogos más atractivos del mundo de la literatura de género en
España a publicar obras —como poco— marginales? ¿Cómo
fracasa alguien que es o fue referente en las publicaciones de rol y que
cuenta con dos series literarias tan emblemáticas como las de Harry Dresden y Malaz? Y que ha publicado a Banks, Hamilton, Barker, Niven o Campbell.
Seguramente podemos dar respuesta a algunas de estas
preguntas, y entre ellas no
está la piratería, clásico chivo expiatorio a la mínima que el
mundo de la cultura registra pérdidas reales o imaginadas. No, podemos pensar en saldos
descontrolados, mala política comunicativa/publicitaria,
traducciones deficientes y, quizás, un intento de abarcar demasiado
sin la capacidad para exprimir nada a fondo.
Sea como fuere —y termine como
termine, esperemos que de la mejor manera posible para la
empresa y sus trabajadores— lo cierto es que como lectores ávidos
no podemos evitar preocuparnos por nuestras series favoritas (tampoco deberíamos intentarlo). Es cierto, hay muchas otras sagas por leer y muchos autores a descubrir, pero una cosa no quita la
otra. De todas las obras que quedan en el limbo la más importante —por número de seguidores, fama mundial y calidad, en opinión de
este redactor— es sin duda la saga de Malaz. Y uso el término "Malaz" de forma
genérica, entendiendo tanto las dos sagas que LFdI estaba editando ("Malaz: El libro de los caídos", serie principal,
y "Malaz: El Imperio") como las que aún siguen inéditas.
Malaz no es una saga más, una
obra cualquiera, no es —con todos los respetos para sus seguidores— un "Las crónicas de Shannara" o "La Espada de la Verdad". La de Malaz no es una historia de fantasía más del montón,
fabricada en unos moldes archiconocidos y escrita en un tono ligero y
simplista. Malaz es compleja de un modo que, creo, no tiene
igual en la literatura de género, o no lo tiene si no retrocedemos
hasta Tolkien y su Tierra Media.
Joe Abercrombie o George R. R. Martin rompen
el tono de ingenuidad y relativo simplismo (maniqueísmo, héroes
arquetípicos) que reinaba en la fantasía desde Tolkien. Escriben
fantasía oscura, y la fantasía oscura conquista lectores por
doquier. Sus libros son sumamente realistas, sus personajes complejos y sus tramas complicadas. No escatiman en sexo, sangre y
sudor, y la base de su creación es una Europa medieval que retratan
con la crudeza que tal período requiere. Esta es su forma de
escribir fantasía de una nueva era.
Erikson y Esslemont reman en otra
dirección, ambas válidas, ambas sorprendentes, ambas refrescantes
en un contexto que se estancó muchísimo durante los noventa.
Esslemont y Erikson reman hacia una fantasía que, si bien como la de
Martin o Abercrombie es cruda cuando toca, además es desbordante, exuberante.
Malaz no tiene ninguna clase de comedimiento. De un modo similar a como Martin descabeza a un personaje tras otro sin pudor, Erikson
sobrepasa una y otra vez los límites de lo que la prudencia parece
sugerir. En cierto momento se estableció que en la fantasía épica la magia debía estar en remisión o, en cualquier caso, debía ser
discreta y con un aire realista. Erikson se burla de este cliché. En
Malaz parece que siete de cada diez personajes posee algún grado de
capacidad hechicera. Y de estos siete, cinco son capaces de prodigios
que dejan en ridículo los mejores esfuerzos de Merlín, Gandalf,
Raistlin o Belgarion. Y de los cinco, dos poseen un poder capaz de
dar forma a continentes enteros. Y de estos dos, quizás uno es un asesino de dioses. Malaz desborda magia (estructurada
por cierto de un modo original e interesante) y donde hay tanta magia hay exotismo, variedad y una pirotecnia espectacular.
En algún momento se
decidió también que —como hacen Martin o Abercrombie— el
marco apropiado para la fantasía era el medievo europeo, algo que
desde Tolkien todo el mundo ha respetado salvo contadísimas
excepciones. En Malaz apenas se puede reconocer este referente:
Esslemont y Erikson, antropólogos, mezclan en sus libros tal
cantidad de culturas e influencias que llegados a cierto punto de la
historia uno simplemente renuncia a intentar reconocer de donde surge
la inspiración para tal o cual ciudad o paisaje.
En este mismo
momento que decíamos, hace tiempo, se estableció un sistema de "razas fantásticas" que, quien más quien menos, también se ha
respetado en la literatura de fantasía. Tad Williams usa elfos y
enanos (aunque no les llame así) en sus celebradas sagas de "Shadowmarch" y "Añoranzas y pesares", y en todas
las sagas relacionadas con Dungeons & Dragons son omnipresentes. En Malaz no las
hay, aunque sí se puede encontrar paralelismo entre los Tiste y los elfos, pero es el único que se puede establecer. Los Forkrul Assail, los
Jaghut, Imass, K'chain Che'Malle o Thel Akai son otra cosa.
En resumen, en este momento en que
se asentaron las bases de lo que debe ser la fantasía también se
optó por un comedimiento en la épica que se puede resumir como un
intentar ser o parecer realista. En "Canción de hielo y fuego" el Muro es una construcción enorme, de una escala inhumana, pero la
defiende una guarnición menguante y muy, muy humana. Hay asedios y
grandes batallas pero —de momento por lo menos— se atienen a
este marco de "lo posible". Podemos coger cualquiera de estas
batallas, trasladarlas en el pasado de nuestro mundo y podrían
encajar. No es así en Malaz, donde todo es
grandilocuente, exagerado, grandioso. Si hay que luchar, se lucha de
forma casi barroca: magia y más magia, magos de combate, razas
mágicas, demonios invocados. Si hay que plantear un conflicto, nada
de limitarse a una amenaza: proyectemos varias, simultáneas,
aterradoras. Si escribimos una novela coral, con multitud de puntos
de vista... olvidémonos de la media docena larga que se puede
encontrar en obras actuales. En Malaz tenemos literalmente decenas de
personajes a lo largo de la saga ofreciéndonos retazos de
información que tenemos que recomponer nosotros mismos para lograr
una imagen global.
Tampoco vayamos a pensar que con tanto espectáculo Malaz es una obra todo fachada y sin fondo: los personajes y sus motivaciones, las tramas, son complejas hasta el punto de lo retorcido. Hay venganza, hay amor, envidia y pura rabia: hay seres que despiertan compasión, y otros que provocan un odio profundo. Está un Karsa Orlong, pura definición de lo épico, y un Kallor, encarnación de lo mezquino. Y queda sitio —aunque parezca imposible— para los seres corrientes, los soldados rasos, los ciudadanos atrapados en un asedio, los ladrones de poca monta. Y el sitio que ocupan en Malaz también es decisivo: porque Malaz, además de fantasía épica, es novela picaresca. En los diálogos Erikson sabe dar muestra de un ingenio que parece salido del mejor humor británico: a veces me recuerda a Woodehouse y de éste paso a pensar en Jack Vance. En este sentido Malaz tiene a veces más en común con la "Trilogía de Lyonesse" o "La saga de la Tierra Moribunda" que con "Canción de hielo y fuego".
Al final, la dificultad es quizás la más
importante de las singularidades de Malaz; es difícil, es una tarea
ardua leerla y conseguir entender qué está pasando. Y lo digo con
la mayor admiración, porque el efecto que Erikson logra es adictivo y transmite realmente una sensación de profundidad histórica, de inmersión en un mundo que lleva mucho recorrido. Me gusta usar el símil de una excavación arqueológica: a medida
que progresamos en nuestra tarea, la lectura, vamos obteniendo
información. Pero la información no siempre llega de forma
ordenada. A veces está distorsionada por el paso del tiempo, a veces
se necesita mucha imaginación para llenar los agujeros en la
historia que nos vamos montando, y se fuerza al lector a elaborar un
sinfín de teorías. A veces, estas teorías se ven confirmadas en
libros posteriores, otras excavaciones que nos darán aún más
información. Y todo será al final un puzzle que el lector tendrá
que componer. La cronología será confusa, y la distribución del
espacio: ¿donde está exactamente la isla de Malaz? Donde queda en
relación a la de los Seguleh? Donde se encuentra Assail? A saber.
Estamos demasiado acostumbrados a encontrarnos, en la introducción,
con una detallada descripción del mundo y a veces, los personajes
tienen una tendencia curiosa a rememorar de forma exacta episodios
pasados que nos dan una imagen conveniente de como se ha llegado a la
situación actual. En Malaz ningún sabio sentará a los
protagonistas para ponerles en antecedentes y recomendarles un curso
de acción. Malaz es puro caos: hay varios bandos, tantos como
individuos: y muchos coinciden, y otros no lo hacen. Conocemos las
intenciones de algunos y las de otros nos desconciertan. A veces lo
que parece muy importante resulta no serlo y pequeños detalles
acaban convirtiéndose en el quid de la cuestión. Así es, al fin y
al cabo, como funciona el mundo. No es una historia, es una multitud
de historias, que a veces convergen y a veces no. Y ningún bando es más importante, acertado o necesario que los demás.
No, no se puede permitir que Malaz
caiga en el triste olvido donde se han hundido sagas tan meritorias
como "The Broken Empire" de Lawrence (con una pésimamente traducida Príncipe del mal), editada por Planeta y abandonada tras una sola entrega publicada. Sagas como "La daga y la moneda" Daniel Abraham, autor que como Lawrence triunfa en el mundo anglosajón y
es ignorado en España tras un solo tomo publicado por RBA; sagas
como "Los caballeros bastardos" de Scott Lynch, abandonada tras dos
volúmenes editados por Alianza.
Quizás tendríamos que preguntarnos
por qué ha sido así. ¿No se les ha dado la publicidad debida? ¿Han
llegado en un momento de tal saturación de novedades fantásticas
que no se ha sabido destacar lo suficiente su singularidad? ¿Hasta
que punto es honesto para con el lector —quien al comprar parte de
una saga compra también el derecho a leerla entera, como quien
adquiere el primero de una larga lista de fasciculos— dejar estas
sagas a medias sin siquiera buscar o proponer soluciones
alternativas? ¿Tiene algo que ver con que las ventas bajen este tipo
de prácticas editoriales? ¿Somos demasiado permisivos, demasiado
tolerantes con este tipo de tomaduras de pelo? Porque esto es lo que
son al fin y al cabo: si uno invierte tiempo y dinero en un primer
volumen, lo hace por el pacto implícito de que podrá terminar si
así lo quiere la historia que le ofrecen desde la editorial.
Ninguna de estas sagas merece acabar
así. Ninguno de sus lectores merece quedarse sin terminarlas. Y de
entre ellas —y soy fan acérrimo de todas las que he mencionado— creo que la que menos lo merece es Malaz. ¿Qué podemos hacer al
respecto? Me gustaría creer que como lectores —y clientes— tenemos la razón. Que como consumidores tenemos la seguridad de que si hay una demanda, alguien cubrirá la oferta. Si es así, asegurémonos de que la demanda sea clara y la oiga quien pueda hacer algo al respecto. Pero por si acaso yo ya he añadido una dificultad extra a las que supone leer Malaz: he comprado en inglés el octavo tomo, primero de los tres que faltan para cerrar la saga principal, porque en el mundo editorial español a menudo parece que reina la sordera.
por Nyarla
enero 28, 2016
11 comentarios
Gran reseña, entran ganas de leerlas a aquellos que no las hemos comenzado aunque tengamos que terminarlas en la lengua de la pérfida Albion
Una gran tristeza al enterarme de esta noticia gracias uds. y saber que no podremos satisfacer esa necesidad visceral de completar una saga tan magnifica como esta...al menos en un futuro cercano. Estoy terminando empuñapiedras, por más que algunos digan que tiene spoilers del 8 de erickson. Y de ahi, seguiré el mismo camino que uds, intentar leerlo en inglés. No es momento de cambiar de serie por que no creo tener la capacidad de recordar todo lo leido si es que vuelven a retomar la traducción. Simplemente eso. Tristeza. Por ultimo felicitaciones por una reseña impecable, de la que doy fe de todo lo refente a Malaz. Yo venía de leer Martin y creía que no podía haber nada mejor. Pero como en la vida misma, Malaz es igual de bueno...sólo que con otro sabor, como tan bien se ha descripto en la reseña. Saludos
Impresionante reseña. He disfrutadon con cada libro de Malaz. Sufrí con la cadena de perros, creo q hasta la leí apretanso los dientes. De tidas las sagas q he leído es de las más impresionantes. Por personajes, por la gegrafía. Y si hablo de teología ya me pierdo. Necesito un croquis cada vez y a pesar de ello me enganche a cada libro nuevo como si no hubiera un mañana. ¿A que ascendente debo recurrir para q alguien la siga publicando?
¿De verdad no hay nada que se pueda hacer? Buscando, vi que la editorial Timun Mas publicó las gestas de Malaz. No eran más que dos libros que venían a ser Los Jardines de la Luna. ¿No podrían ellos continuarla? O hacer un crowdfunding para traducir lo que queda. Malaz es de lo mejor que he leído, quedarme a medias sería terrible, tanto para mi, como para todos los lectores que estén en la misma situación.
Contad conmigo si algo llega a ponerse en movimiento
A mi me da muchísima mas pena lo de Harry Dresden, dado que es fantasia urbana y es complicado que alguna editorial lo retome.
De todos modos, la mal llamada "literatura de genero" se esta quedando muy coja en la lengua cervantina.
Muy bien escrito el artículo y muy de acuerdo con él.
Contad conmigo también para el crowdfounding
Malaz el la mejor saga que he leído nunca y contiene el mejor libro que haya leído. Y he leído muchos
Adoré la reseña! Y lamentablemente me enteré y remarque la dura realidad "La Factoría de ideas" no tiene más ideas. Lo dejo en manos de aquellos traductores, amantes de la literatura, que lo harían por el simple hecho de que no puede quedarse en nada. Te extraño Azafrán! Hasta pronto(espero) Capitán Paran.
A oponn
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.