El mundo que ha creado Sofía Rhei es como una rosquilla, y en ella se dan cita damiselas en apuros y paladines, todo ello con la intención de romper con los clichés de los cuentos de hadas.
Hereva de Tertius está a punto de graduarse en la Academia Superior de Costura para Damiselas Impecables, donde princesas de diversas especies del mundo de Róndola estudian para convertirse en damiselas de provecho. El destino de Hereva es contraer matrimonio con el pretendiente que han escogido sus padres, los reyes, y ser una digna representante de Tertius. Hasta ahí, todo muy bien, sin embargo, teoría y práctica comienzan a divergir de forma alarmante cuando un paladín inexperto y su curtido mentor entran en la ceremonia de graduación como elefantes en una cacharrería, buscando salvar a la princesa de un terrible dragón, que es lo que mandan los cánones. El problema es que la princesa puede que esté o no en apuros, que haya o no un dragón, y que la Academia Superior de Costura para Damiselas Impecables sea o no lo que aparenta.
La primera vez que leí la sinopsis de Róndola, la novela de fantasía adulta escrita por Sofía Rhei, no pude evitar acordarme de mi tocaya Eilonwy, la protagonista de la serie juvenil "Las crónicas de Prydain" de Lloyd Alexander. En El castillo de Llyr, tercer libro de la serie, la princesa se ve obligada a acudir a la Isla de Mona para ser educada como una dama, pasándose el día cosiendo como si no hubiera un mañana y echando pestes por ello con su peculiar e irónico estilo. Ya podréis imaginar que, vista la sinopsis, la afinidad que sentí por Róndola fue inmediata: un flechazo literario en toda regla.
Y aquí estamos, suspirando por los rincones y comiendo rosquillas, con la sensación de haber disfrutado de una novela que retuerce los clichés del género, donde las damiselas en apuros se sacan las castañas del fuego y donde sus heroicos rescatadores necesitan que les echen un cable. Una novela con guiños a los cuentos de hadas infantiles con los que crecimos. Una novela que da mucha hambre (se recomienda, para su lectura, hacer provisión de rosquillas, bizcochos y pastas de té). Una novela sobre el difícil arte de la costura y el encaje de bolillos. Una novela que rinde un sincero homenaje al Maestro, Terry Prattchet, con un mundo en forma de rosco. ¿Tengo que decir algo más para que os hagáis con ella?
Empecemos por el principio. ¿Qué es Róndola? Es un mundo fantástico en forma de rosquilla que se divide en tres reinos humanos: Tertius, Dritte y Kolmansien. Entre esos reinos, entre sus bosques y mares, conviven todo tipo de seres fantásticos y mágicos, con sus respectivos gobernantes y cortes, que nos van a recordar a todos los cuentos de hadas que leímos en nuestra niñez (Caperucita Roja, Rapunzel, Barba Azul, La princesa y el guisante, Los tres cerditos…) de forma retorcida, imaginativa y original. ¿Recordáis Shrek de Dreamworks? Pues así de irreverente y políticamente incorrecta es esta novela. Róndola rompe los clichés de los cuentos de hadas: los retuerce como si fueran hilos de un tapiz; los salpimienta con un cambio de roles; los baña con sexo explícito y de muy buen gusto; los glasea con una divertida crítica social y política, y nos pasea por un mundo perfectamente construido y diseñado, donde el arte de la costura, la gastronomía y el número once tienen una importancia capital.
La historia de Róndola la hemos oído mil veces: una damisela en apuros encerrada en la más alta torre que espera suspirando a que llegue al rescate su príncipe azul para vivir felices y comer perdices, pero no contada de forma tan irreverente, adulta y divertida. La gracia de su éxito radica en el amplio abanico de personajes que la pueblan, y la cuidada, hasta el extremo, ambientación de Róndola.
En Róndola vamos a disfrutar de cinco arcos argumentales, uno principal y cuatro secundarios, que nos van a servir para presentar, sin aturullar, a todos los protagonistas, tanto principales como secundarios. Para evitar meterme en el pantanoso terreno del spoiler solo voy a mencionar dos, ya que son con los que arranca la trama de la novela. Y además, son perfecto contrapunto el uno del otro.
En primer lugar tenemos a Bruni, un inexperto muchacho metido a paladín en ciernes, y a Jazdeq De Riteris, un curtido y afamado caballero, que le acompaña en calidad de mentor. Su misión, si deciden aceptarla, es rescatar a la princesa de un terrible dragón y desposarla. Original, ¿verdad? Tan original que se acaba de romper la pantalla de vuestro monitor ante tamaña originalidad de argumento. Así que Róndola comienza con el trillado y conocido viaje del héroe de Campbell con la que arranca el noventa y nueve por ciento de las novelas de fantasía desde que el mundo es mundo. ¿No habías dicho que esto era una novela original y rompedora? ¡Chssss, silencio! Esto acaba de comenzar. En primer lugar, estos dos personajes no son sobre los que va a recaer el peso de la novela, todo lo contrario. Digamos que son la pequeña bola de nieve que origina el gigantesco alud sobre la montaña. Me han parecido originales, incluso dentro del arquetipo alumno-aprendiz, muy bien construidos, con unas interacciones terriblemente divertidas y torpones. No torpes en el sentido literal de la palabra, sino en acciones a lo largo de la aventura, tanto por falta de información, sentido común y cabezonería masculina.
Esto nos lleva irremediablemente al segundo y principal arco argumental de la novela: la damisela en apuros. Hereva de Tertius vive recluida en la Academia Superior de Costura para Damiselas Impecables, esperando su ceremonia de graduación para conocer a su futuro marido, vivir felices, comer perdices y escapar a la jaula de oro en que se ha convertido su existencia. Sí, otra grieta en la pantalla ante tamaña originalidad de argumento. ¡Qué no cunda el pánico! En primer lugar, la irrupción de dos paladines en la ceremonia de graduación clamando por sangre de dragón pone del revés la pacífica existencia de Hereva, y sin comerlo ni beberlo se va a ver inmersa en una aventura a todo lo largo y ancho de Róndola, acompañada de sus variopintas compañeras de estudios, sin más escolta y compañía que la de ellas mismas y sus habilidades con… la aguja de coser —sí, la costura juega un papel indispensable en la novela, tan importante como el desarrollo de la civilización o seguiríamos vistiendo taparrabos de piel de bisonte—.
Volviendo a la protagonista, Hereva es un personaje que me ha encantado y su evolución es una de las más logradas que he leído, de princesa desvalida a mujer resolutiva, quien por cierto no necesita llevar espada ni ser un hombre con pechos, que es lo que prima en esta nueva oleada de "heroínas fuertes", para demostrar de lo que es capaz. En este punto, un once sobre diez a la inclusión del descubrimiento del sexo en un personaje femenino, con semejante buen gusto y clase. Y punto extra, además, al tratamiento de la idealización del romance y al amor a primera vista. ¡Basta ya de instant love, de relaciones tóxicas, de vivieron felices y comieron perdices con personajes que por no saber, no saben ni la talla de zapato de su compañero! Estoy tentada de hablar un poco de las demás alumnas del castillo, sin embargo no voy a decir mucho más, ni siquiera el nombre. Parte del encanto de la novela es descubrirlas. Os vais a enamorar de todas ellas, en serio, y os vais a echar unas buenas risas con sus ocurrencias y su ingenio.
Si la trama y los personajes son dos de las piedras angulares sobre las que se sustenta Róndola, la ambientación es el tercer vórtice de nuestro triplete ganador. Es tan importante el trabajo de documentación que hay detrás de las páginas de Róndola, es tan grande el mimo y el cariño que se respira en cada página que, como lectores, lo vais a respirar. Seis años le ha llevado a Sofía Rhei crear Róndola y eso, queridos míos, se nota muchísimo. En primer lugar, tenemos la posición preeminente que tiene el número once en toda la cultura de Róndola: el sistema de numeración, el calendario, las festividades, la sociedad, la gastronomía, la mitología, el folclore y las leyendas. Por ejemplo, el año consta de once meses repartidos en tres endemanas (semanas de once días) nombrados según los once colores del arcocielo. O también tenemos las Once Virtudes y los Once Defectos, que toda damisela que se precie tiene interiorizados a sangre y fuego en su cerebro, por ejemplo.
En segundo lugar, la novela tiene su propio herbario y bestiario, con criaturas tan exóticas como la sicuela (una cucaracha que se disfraza con el exosqueleto de una mariquita muerta para que los humanos no la pisen) o la calandra (una planta que, dependiendo de cuándo la huelas, determina enamorarse de alguien elegido o inesperado). También encontramos su propia gastronomía con majares como las cróndolas de viento o las golosinas de ajo. Todo esto y mucho más podéis encontrarlo de forma gratuita forma gratuita aquí en un almanaque de 219 páginas (sí, no habéis leído mal, más de doscientas páginas de anexo bibliográfico) que recomiendo encarecidamente y que os va a descubrir muchísimas más cosas de Róndola. Huelga decir que es mejor leerlo una vez hayáis acabado con la novela, pero cada cual es libre de spoilearse lo que desee conforme avanza la lectura, faltaría más. Ya sabéis, si las casi seiscientas páginas de Róndola no son suficientes, tenéis doscientas más para hacer boca.
¿Hay algo que no me haya convencido? Dos cositas sin importancia. La primera, la confluencia de los cinco arcos argumentales en un solo capítulo, que se me hizo un poco precipitada y confusa, y me recordó un poco a la escena del camarote de los hermanos Marx: la presencia de todos los personajes, en un mismo momento y lugar, con varios frentes abiertos, se me hizo un poco fortuito y descabellado. La segunda, ciertos elementos deus ex machina que aparecen en el camino de los protagonistas cuando la trama parece quedarse algo estancada. A esto último no le doy más importancia porque los cuentos tradicionales de toda la vida vienen plagados de este tipo de encuentros fortuitos y hallazgos de artefactos. ¿Y no es Róndola una revisitación de dichos cuentos?
Para terminar quisiera hablaros de la preciosa, preciosa y más que preciosa edición que nos regala Minotauro y que es un festín para los sentidos. La novela está editada en cartoné con sobrecubierta y en las guardas tiene ilustrado un fantástico y detallado mapa de Róndola. En cada capítulo vamos a encontrar el párrafo inicial ilustrado con la letra capital, igualito que en los cuentos de hadas, además de pequeñas ilustraciones que servirán para separar la estructura interna de varios capítulos. La calidad del papel es lo único que no me ha convencido, pero no me hagáis mucho caso: soy una tiquismiquis con el tacto del papel y no es sano.
En definitiva, Róndola es una novela para adultos, irreverente, políticamente incorrecta y autoconclusiva, que bebe de los cuentos tradicionales y retuerce los clichés del género de forma original. Es una novela plagada de humor, de referencias y guiños a historias conocidas, de cambios en los roles de género, de sensualidad, de gastronomía, del noble arte de la costura, que esconde una crítica a nuestra sociedad y a nuestras costumbres, dándole un buen latigazo a los estereotipos que imperan en las novelas de fantasía y rindiéndole un cálido homenaje al Maestro. Aprovechad que ha entrado el otoño, acomodaos en vuestro sofá favorito, haceos de una buena provisión de dulces y disfrutad de esta novela, uno de mis descubrimientos literarios del año.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.