Reseña de la novela de Kim Newman, reeditada por Alamut en abril de 2010 y publicada anteriormente por Timun Mas en 1994 (la novela es de 1992) bajo el título El Año de Drácula. Ambas ediciones son idénticas salvo el cambio de nombre (más adecuado el de esta reedición), por lo que esta reseña valdrá para ambos casos.
Una interesante novela que recrea una ficticia época victoriana donde la sociedad sigue un retroceso paulatino hacia el salvajismo y la depravación, fruto del vampirismo reinante debido al ascenso al poder del príncipe Vlad Tepes, más conocido como Drácula. Casado con la reina Victoria, es quien realmente ejerce el poder en una decadente Inglaterra que poco a poco se convierte al mundo vampírico, lo que traería una nueva hornada de seres inmortales y un estanco claro en dicha sociedad. El autor de La Era de Drácula ha trabajado para Games Workshop bajo el seudónimo de Jack Yeovil, habiendo publicado novelas ambientadas en el mundo de fantasía oscura de "Warhammer", también protagonizadas por una vampira llamada Genevieve, a la que podría considerarse como una pariente lejana de la misma.
Como bien deja claro el título de La Era de Drácula, esta novela supone un más que posible fiel reflejo de una sociedad ficticia en el que el vampirismo está a la orden del día, una sociedad alternativa donde Drácula no murió a manos de Van Helsing en el clásico de Bram Stoker (del que Newman es fan acérrimo), y ahora rige la Inglaterra victoriana de finales del siglo XIX. En ella se dan todos los males de la sociedad que pueden tacharse en los barrios de baja alcurnia, tales como la prostitución, la mafia y vicios diversos. Un retrato del mundo victoriano del que el autor da cabida cuenta y se desenvuelve con soltura para mostrarnos lo que sería ese pasado alternativo que bien puede funcionar como ucronía histórica. Sin embargo, aparte de este ejercicio de ambientación (bastante divertido, eso sí) en el que no faltan los carruajes en sombras, los callejones malolientes o los candiles cuya luz está a punto de extinguirse, la novela irá por otros derroteros, donde se jugará además con otras figuras de la época que han marcado la historia de ese país a base de literatura y asesinos en serie que han poblado sus calles: Jack el Destripador, sin ir más lejos.
Newman nutre sus páginas (como propósito secundario) con personajes de época, caras conocidas que desfilan por la novela como si de una obra de teatro se tratase. Así, veremos pasearse a Oscar Wilde, a algún personaje de R. L. Stevenson, o alguno otro de H. G. Wells. La novela no se centra en ellos y son meros personajes secundarios que sirven para dar riqueza a la ambientación. Sin embargo, Jack el Destripador, el personaje de época que más quebraderos de cabeza ha dado a la policía, sí es el tema central. Al principio como Cuchillo de Plata, poco a poco se irá ganando una nefasta reputación en la sociedad londinense como aniquilador de prostitutas vampiras. Unos lo ven como un salvador, un justiciero de la actualidad, pero otros lo ven como una amenaza seria, alguien a quien hay que perseguir y desenmascarar, lo que no será tarea fácil. Esta disyuntiva que agrada a unos pero que enfada a otros es una de las claves de esta sociedad, motivo de discusiones, manifestaciones e intentos de asesinato, donde las altas esferas y sociedades secretas luchan en la sombra, y donde otras voces populares claman para que el pueblo se alce contra su opresor el príncipe consorte, haciendo ver que el vampirismo es el mayor mal de la sociedad, una herejía y un sacrilegio.
Los personajes como Charles Beauregard (trabajando para el club Diógenes) o Genevieve entre otros, serán los encargados de intentar descubrir el propósito de ese destripador y su verdadera personalidad, alguien que puede estar en su propio círculo... o no. A nosotros nos corresponde como lectores el descubrirlo. Sin embargo, en ocasiones la novela da la sensación de jugar con los propios personajes (no ya sus personalidades, bien construidas), como si estos no fueran más que una comparsa y sus acciones no influyeran nada en la trama, ya que las acciones de Cuchillo de Plata son demasiado impredecibles, tal cual debería haber sido con el verdadero terror social del Destripador en su época. Hay una sensación de desorientación, como si los personajes aguarden a que simplemente suceda algo en su entorno, aunque pongan empeño en participar en la investigación o en la pugna por restablecer Inglaterra y ayudar a su amada reina. Pero la trama se desenvuelve sola, y no es ya el descubrimiento de quién será este Cuchillo de Plata lo que motiva nuestro interés por la lectura, sino la profundización en esta sociedad alternativa, los entresijos por los que Drácula se ha ido haciendo poco a poco con el poder, o detalles y atisbos sobre la novela original de Drácula, de la que hay alusiones constantes, incluso al propio autor de la misma.
El mundo vampírico es otro de los fuertes de esta novela. La diferenciación entre las clases bajas y la aristrocracia (donde cada vez hay más vampiros, al haber menor riesgo en la conversión), los cálidos y los vampiros, las transformaciones, la antigüedad de los transformados, sus aptitudes, poderes y demás capacidades atribuibles sólo a los vampiros. Una sociedad degenerada, horrorizada por su futuro, que en su mayoría se mueve por instintos o deja rienda suelta a sus pasiones. Donde mucha gente ansía convertirse para alcanzar la inmortalidad (por una moneda, si se desea que lo haga una prostituta), aunque eso pudiera atraer consecuencias nefastas, ya que depende exclusivamente de quién les convierta para que el paso a la vida de no muerto sea satisfactoria. Más o menos a lo que estamos acostumbrados cuando leemos sobre vampiros, pero aquí se explica de una manera sustancialmente distinta, más gráfica y menos sutil. Además, constantemente se nos hace ver que el linaje de Drácula está corrompido, de poca pureza. La novela no escatima en escenas violentas o de carácter explícito (todo lo explícito que puede llegar a ser como para calificarla destinada a un público adulto), un hecho que es de agradecer ya que da mucho más peso al entorno en sí y al modo que tienen los vampiros de alimentarse, convertir a otros o pelear, ya que hay algunas escenas de acción donde participan estos seres. Fuera ñoñerías.
Si lo que desea es leer una buena novela de vampiros, ya que esta es la moda imperante en el panorama editorial, La Era de Drácula es una buena y disfrutable novela que funciona como fantasía, ucronía y ejercicio literario que toma como referente el mito de Drácula. Pese a sus defectos, es una novela entretenida, redactada en un estilo ni muy recargado ni muy sencillo, simplemente el ideal. Además, no resulta en absoluto pesada al estar divida en frecuentes cambios de capítulo y de cortes de escena bastante cinematográficos. Prácticamente, cada uno de los títulos es una alusión directa a algo relacionado, como el famoso Desde el Infierno. La novela se centra casi exclusivamente en la figura de Jack el Destripador, por si alguien quiere tener ese dato en cuenta a la hora de adquirir y leer la novela. Es de carácter autoconclusivo aunque haya una continuación (El Sanguinario Barón Rojo). Por lo demás, quién busque una historia de estas cualidades y guste del tema de los vampiros, no saldrá defraudado.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.