Edición: 255 págs. 15,95€. Nocturna Ediciones, col. "Noches Blancas", marzo 2010.
Traducción: Carlos Fortea.
Temática: Novela, nobleza, siglos XIX-XX.
Correlación: Independiente.
Las apariencias engañan, para bien o para mal. O al menos eso dicen. Conservarlas entre la aristocracia decimonónica era fundamental para su supervivencia. Su comportamiento ante la sociedad, e incluso en su propia casa, se basaba en un estricto código moral que acarreaba graves consecuencias si se tenía la osadía de quebrantar. Una de ellas era, por supuesto, el aislamiento del círculo privilegiado de la nobleza; la renuncia, el abandono y la humillación ante sus semejantes. Bien lo sabía nuestro autor, Eduard von Keyserling (1855-1918), miembro de una antigua e ilustre familia alemana del Báltico. Y conocía también, como intelectual y escritor, lo que ocurría a principios del siglo XX: esos códigos de conducta, esas viejas reglas aristocráticas, empezaban a estar ya caducas. Las transformaciones sociales y tecnológicas que tuvieron lugar en la sociedad de mediados del siglo anterior, penetraron intensamente en el antiguo orden.
Hacía falta un avance hacia la modernidad, una adaptación a los nuevos tiempos, una reforma. Y la hubo. El resultado fue, ni más ni menos, el período más sangriento y violento de toda nuestra historia: el siglo XX. Pero Princesas apenas se situa en los umbrales de esta centuria. En Keyserling tan sólo encontramos los atisbos de esos cambios que él mismo presenció, y que nos cuenta, maravillosamente, en sus novelas.
Hacía falta un avance hacia la modernidad, una adaptación a los nuevos tiempos, una reforma. Y la hubo. El resultado fue, ni más ni menos, el período más sangriento y violento de toda nuestra historia: el siglo XX. Pero Princesas apenas se situa en los umbrales de esta centuria. En Keyserling tan sólo encontramos los atisbos de esos cambios que él mismo presenció, y que nos cuenta, maravillosamente, en sus novelas.
Princesas, publicado originalmente en 1917, poco antes de su muerte -a causa de la sífilis, y ya ciego-, nos cuenta el transcurrir diario de los miembros de una familia de la alta aristocracia, centrada en torno a la viuda Adelheid von Neustatt-Birkenstein, antigua soberana de un principado alemán, y retirada a la apacibilidad del campo. Tal y como indica su condición, a Adelheid no le faltarían pretendientes. Sin embargo, debido a los convencionalismos, a las ya mencionadas apariencias, debe reflexionar cuidadosamente su elección. Por ello, no se decide a aceptar al agradable y discreto conde Streith, un habitual en su círculo de amigos, a pesar de que se siente terriblemente atraída por él -sentimientos que se ocupa de esconder cautelosamente-. Además, están sus hijas, Roxane, Eleonore y Marie, jóvenes princesas educadas según su condición, en un ambiente reservado y alejado del mundo.
Como podéis ver, no es un argumento -si es que se le puede llamar así- que contenga demasiada acción. Y os engañaría si os dijera que así es. Princesas es, esencialmente, una novela de personajes y descripciones. De lo que se trata es de compartir las emociones, los sentimientos, los pensamientos, las dudas y los sufrimientos de cada uno de los protagonistas de este relato; porque, ciertamente, Keyserling no traza una historia alrededor de un sólo personaje, sino que cada uno de ellos tiene su propio lugar en los acontecimientos. Muchos podríais decirme, entonces, ¡qué aburrido! Y seguramente no os faltaría razón, si no estáis habituados a leer este tipo de historias. Lo que importa, lo que realmente hace que una historia como ésta pase de mediocre a excelsa es la capacidad narrativa de Keyserling. Su estilo es como una pincelada impresionista que capta un momento preciso, un instante que retener en la memoria. Y ese instante no es tan sólo el que contiene en sus bellas descripciones, sino uno que presupone el fin de una época: la moral de una época representada aquí por los miembros de una familia en decadencia, desesperada -pero resignada- por alcanzar aquello que no podrá alcanzar jamás. Una historia de amores y de desengaños; un retrato sentimental y poético que termina con una clara moraleja final: no todo es lo que aparenta ser.
"Los días del otoño eran luminosos y frescos. Las heladas nocturnas abrasaban los cálices de las dalias, las hojas de los árboles del parque se volvieron amarillas y rojas, y por los senderos de la avenida susurraban ya las hojas marchitas. Enfrente, en el huerto, se oía el constante caer de las manzanas, y su ácido aroma llenaba el jardín. Las grosellas de la hondonada junto al viejo ciruelo perdían sus hojas, las uvas se arrugaban y sabían dulcísimas. Por allí caminaba Marie arriba y abajo, con pasos cortos y apresurados, con el largo paletó de otoño abrochado y las manos escondidas en el manguito."
Gracias a Nocturna Ediciones, que nos ofrece una siempre cuidada y buena traducción -en esta ocasión de Carlos Fortea-, tenemos la oportunidad de sumergirnos en la melancólica prosa de Eduard von Keyserling, en la belleza y sensualidad de sus narraciones, en un mundo plenamente alejado del nuestro. Un mundo lejano, como el que contempla la mujer sentada en el balcón -pintura del romántico Carl Gustav Carus, que ilustra la portada del libro-, consciente de que se siente incapaz de alcanzarlo.
Puntuación: 8/10
Este clásico no lo conocía. ¡Me lo apunto!
ResponderEliminarUn saludito.
Debe ser lo que comentas, que no estoy acostumbrada a este tipo de novelas, pero a mi esta tematica y esta estructura no me atrae nada. Casi nunca consigo terminar un libro de estos... Pero seguro que a mi hermana le encanta. Besos!
ResponderEliminarUna vez leí que este tipo de novelas eran novelas de saloncito de té, por que carecían de acción y el escenario apenas cambiaba. Yo creo que es precisamente el microcosmos que recrea lo que las hace tan interesantes, descubrir a los personajes por si mismos.
ResponderEliminarMe lo apunto. Este tipo de novelas me encanta :)
Gracias por los comentarios :)
ResponderEliminarEilonwy, no había leído nunca eso de novelas de saloncito de té; pero el término se le ajusta mucho, es verdad. De Keyserling sólo me he leído dos novelas (ambas se leen rápido): ésta y "Un ardiente verano", que ya reseñé también aquí hace algunos meses. Si tuviera que elegir, me quedaría con "Un ardiente...". No sé si fue porque era la primera novela que leía del autor, pero lo cierto es que me gustó más que "Princesas". Y es bastante más corta también.
Últimamente, Nocturna ha editado más novelas suyas ("Los niños de los bellos días" y "Otoño en Berlín"), pero prefiero dejar pasar un tiempo antes de leerlas.
Estas novelas me traen a la cabeza de las películas que retratan el periodo de finales del XIX y principios del XX, que aunque puedan parecer un poco pestino luego enganchan lo suyo. Seguro que este libro tiene mucho de eso.
ResponderEliminarSaludos!
A mi la verdad es que las novelas de época me gustan bastante, pero también hay excepciones, el tipo de historia planteada, los personajes, el estilo del autor, etc.
ResponderEliminarLo mismo que hay novelas de aventuras ambientadas en la misma época, también debemos en misma estima las novelas románticas, dramas, que retraten la nobleza, etc, como sinónimo de un mismo periodo. a mi por lo menos me resulta interesante.
Muy buena reseña, por cierto.
Hum, yo reconozco que intenté leerme hace ya muchos años La Señora Dalloway, pero precisamente estos entornos tan estáticos y la forma de contar las cosas, la verdad es que me superó. No conseguía leerme 5 páginas sin dar cabezazos. Cualquiera diría que tenía medio saturno dentro de lo que me pesaba el cabolo. jeje
ResponderEliminarLuego leí otro libro que me dijeron que también reflejaba bastante el ambiente de esa época, pero que mezclaba algo de fantasía y por lo tanto algo de acción con El Privilegio de la Espada, de Ellen Kushner pero tampoco pude pasar de la mitad y un poquito más.
Está visto que si no tengo algo de acción me apalomo muchísimo. De todos modos tengo una amiga que le gustan mucho estos libros y creo que gracias a tu buena reseña es posible que le interese. ^^