(c) Antonio Caparo, por la ilustración.
Título original: Nussknacker und Mausekönig.
De temática fantástica, cuento, tema navideño, infancia.
Edición: En Cuentos fantásticos del romanticismo alemán. Valdemar, col. "Gótica", 2008.
De temática fantástica, cuento, tema navideño, infancia.
Edición: En Cuentos fantásticos del romanticismo alemán. Valdemar, col. "Gótica", 2008.
Para este especial navideño, con las fiestas a punto de extinguirse hasta el próximo año, la elección literaria para la ocasión no ha sido difícil dada la popularidad de la obra en cuestión, no siendo otra que el famoso cuento de E.T.A. Hoffmann, escrito en 1816, que a todos nos suena gracias al célebre ballet de Tchaikovsky, una de las composiciones más renombradas del compositor ruso que ha sido representada cientos de veces desde 1892, cuya adaptación, además, corrió a cargo de Alejandro Dumas (padre), quien hizo su propia reescritura del cuento original de Hoffmann. Por la temática fantástica del cuento, por su acogedor tema navideño que plasma a la perfección la emoción de los niños por descubrir su regalos bajo el árbol la víspera de Navidad, El Cascanueces y el Rey de los Ratones se nos antoja una lectura más que recomendable para estas fechas, e incluso para momentos posteriores por lo ameno del conjunto, tratándose de todo un clásico de la literatura del romanticismo del siglo XIX.
Pero antes de comentar algunos aspectos del cuento en sí, vayamos con una breve biografía del autor (podéis saltaros esta parte si no os interesa, aunque será breve. Igualmente estáis perdonados).
El autor
Nacido en Königsberg, en 1776, Ernest Theodor Amadeus Hoffmann abarcó diversos talentos tales como la pintura, la música (fue coetáneo de Beethoven, por quien era admirado) o la abogacía, entre las que también contamos la literatura, pues no podemos dejar de decir que Hoffmann fue uno de los mayores impulsores del romanticismo alemán, movimiento por el que conocemos el mayor grado al que llegó dicho movimiento, donde ponemos de manifiesto lo fantástico y lo sobrenatural, paisajes oníricos, donde la magia está presente de diversas formas posibles. Pero ante todo el romanticismo alemán invade la lógica y el razonamiento a través de los sentimientos, de que lo que ocurre a los protagonistas seguramente haya sucedido de verdad, nosotros lo sabemos a ciencia cierta como lectores del relato que somos, partícipes indirectos, testigos, de la obra.
Pero es en la segunda etapa de dicho romanticismo donde surge una especie de explosión de los clásicos universales de la literatura, sobre todo en lo que a cuentos infantiles se refiere, pues es en esta época, en torno a inicios del siglo XIX, donde se sitúan obras de renombre como Los músicos de Bremen, La Cenicienta, la historia de Blancanieves (en definitiva, la literatura de los Hermanos Grimm), pero también El Cascanueces y el Rey de los Ratones de E.T.A. Hoffmann, que es la obra que ahora mismo nos atañe. Todas ellas piezas literarias que han sido adaptadas en diferentes ocasiones desde su creación hasta la fecha de hoy, sea en dibujos animados, en musicales, en otras obras literarias e incluso en videojuegos.
Entre las obras más destacadas del autor, Los Elixires del Diablo (podéis leer una reseña en estas mismas líneas) está considerada como una de las mejores piezas del romanticismo alemán, también de la literatura universal, surgida gracias a la lectura por parte de Hoffmann de El Monje, una novela de Matthew G. Lewis que sirvió de inspiración al autor, quien decidió emplear las mismas claves góticas para narrar su historia del doppelgänger, una doble identidad fantasmal. Como músico, dada su precedida reputación, también fue el autor de la ópera Undine, basada en un relato del amigo y coetáneo Friedrich de la Motte Fouqué, Ondina (reseña por estas líneas), cuya autoría del libretto para la ópera atribuimos al propio Fouqué.
Pero es en la segunda etapa de dicho romanticismo donde surge una especie de explosión de los clásicos universales de la literatura, sobre todo en lo que a cuentos infantiles se refiere, pues es en esta época, en torno a inicios del siglo XIX, donde se sitúan obras de renombre como Los músicos de Bremen, La Cenicienta, la historia de Blancanieves (en definitiva, la literatura de los Hermanos Grimm), pero también El Cascanueces y el Rey de los Ratones de E.T.A. Hoffmann, que es la obra que ahora mismo nos atañe. Todas ellas piezas literarias que han sido adaptadas en diferentes ocasiones desde su creación hasta la fecha de hoy, sea en dibujos animados, en musicales, en otras obras literarias e incluso en videojuegos.
Entre las obras más destacadas del autor, Los Elixires del Diablo (podéis leer una reseña en estas mismas líneas) está considerada como una de las mejores piezas del romanticismo alemán, también de la literatura universal, surgida gracias a la lectura por parte de Hoffmann de El Monje, una novela de Matthew G. Lewis que sirvió de inspiración al autor, quien decidió emplear las mismas claves góticas para narrar su historia del doppelgänger, una doble identidad fantasmal. Como músico, dada su precedida reputación, también fue el autor de la ópera Undine, basada en un relato del amigo y coetáneo Friedrich de la Motte Fouqué, Ondina (reseña por estas líneas), cuya autoría del libretto para la ópera atribuimos al propio Fouqué.
Crítica personal
Con el paso del tiempo, El Cascanueces y el Rey de los Ratones se ha ido convirtiendo en uno de mis cuentos favoritos del romanticismo alemán. Quizá se deba a esa magia, esa chispa que impregna todo el relato desde principio a fin, en el sentimiento de inocencia que destila la emoción de los protagonistas, Fritz y Marie (hijos del consejero médico Stahlbaum) al descubrir los regalos que les aguarda la noche de Navidad. No solamente es un ejercicio fantástico sobrecogedor, que a lo largo de los segmentos en que está dividida la historia descubrimos algo nuevo, una historia épica de coraje y amor al fin y al cabo, sino que es todo un clásico que da gusto revisionar de vez en cuando dadas las fechas en que nos encontramos.
Pocas veces habremos visto un cuento infantil adaptado en tantas ocasiones como el relato de Hoffmann. Sin ir más lejos, la música contenida en el ballet de Tchaikovsky, "The Nutcracker", es particularmente emotiva si previamente hemos disfrutado del cuento. El toque mágico de toda la composición es ideal para escucharla en plena noche, con o sin auriculares, sin ruidos molestos a nuestro alrededor que nos distraiga de su escucha, sentir en nuestros dedos el polvo de hadas, las campanillas resonando en nuestros oídos.
Para muestra un botón, aquí dejo uno de mis momentos favoritos de la composición, el "Dance of the Sugar Plum Fairy", con imágenes del clásico de Disney, Fantasía:
El Ballet Estatal Ruso representando la obra en Zaragoza (2010).
Pocas veces habremos visto un cuento infantil adaptado en tantas ocasiones como el relato de Hoffmann. Sin ir más lejos, la música contenida en el ballet de Tchaikovsky, "The Nutcracker", es particularmente emotiva si previamente hemos disfrutado del cuento. El toque mágico de toda la composición es ideal para escucharla en plena noche, con o sin auriculares, sin ruidos molestos a nuestro alrededor que nos distraiga de su escucha, sentir en nuestros dedos el polvo de hadas, las campanillas resonando en nuestros oídos.
Para muestra un botón, aquí dejo uno de mis momentos favoritos de la composición, el "Dance of the Sugar Plum Fairy", con imágenes del clásico de Disney, Fantasía:
Esta misma música la podemos extrapolar, como de hecho así es, al momento en que Marie viaja junto al Cascanueces al Reino de los Caramelos, todo un país repleto de dulces, de personajes que parecen surgidos de una pastelería barroca, hechos de azúcar, que bailan alegres al son de una música que sólo ellos imaginan en el pasaje titulado "El reino de los muñecos". El sueño de todo niño aficionado a los dulces, vaya. Para muestra otro botón, extraído del texto de la edición de Valdemar, Cuentos fantásticos del romanticismo alemán:
[...] Pronto quedaron rodeados por los olores más más dulces, procedentes de un maravilloso bosquecillo que se abría por los dos lados. En el oscuro follaje dominaba una claridad tan brillante que se podía ver cómo colgaban de las ramas frutos dorados y argénteos, y cómo se habían ornado los árboles de flores, al igual que novios felices y alegres invitados a la boda. Y cuando los olores a naranja se expandían como céfiros, las ramas y las hojas rumoreaban y el oropel crepitaba y crujía, sonando como música jubilosa a cuyo ritmo saltaban y bailaban las brillantes lucecitas. [...]
Con este pasaje queda puesto de manifiesto el sentimiento mágico del cuento. Todo un recorrido por un país imaginario plagado de dulces, al que la hermana menor de los Stahlbaum, Marie, quien protagoniza casi la práctica totalidad del cuento, accede junto a su amado Cascanueces a través de uno de los abrigos de piel que se pueden encontrar en el viejo armario ropero del pasillo de su casa. Sin duda una idea que C. S. Lewis incluyó a modo de homenaje en su El León, la Bruja y el Armario, novela perteneciente al ciclo de "Las Crónicas de Narnia" cuya protagonista es también una niña que cree en la magia y hay un adulto cómplice que es el inductor de las aventuras de la infante por el mundo imaginario. Pero Lewis no es el único escritor de literatura juvenil que ha tomado como referente obras clásicas para sus escritos, ahí mismo tenemos a Terry Pratchett con su premiada El Asombroso Mauricio y sus Roedores Sabios, novela con la que comparte alguna que otra analogía, además de con los Hermanos Grimm.
Ilustración para El Cascanueces por el artista italiano Roberto Innocenti.
Con ese espectacular enfrentamiento entre los húsares de juguete y las tropas ratonles del Rey de los Ratones, en plena batalla campal, unido a la trágica historia del pobre Cascanueces, sumado al mágico recorrido por el imaginario país de los caramelos, El Cascanueces y el Rey de los Ratones es toda una muestra de que la literatura de hace dos siglos en ocasiones no pasa de moda. Al contrario que sucede con otras piezas escritas y/o publicadas en fechas similares, la que ahora nos ocupa ha asumido bien el paso del tiempo. Posee un lenguaje propio de la época, cierto, pero no resulta tan pesada como otros relatos o novelas del romanticismo que requieren de una mayor paciencia con tal de inmiscuirnos de forma absoluta en la obra. Por el contrario, el cuento de Hoffmann es tremendamente atmosférico, se palpa a la perfección el ambiente navideño, y su división en segmentos, en pequeños capítulos, lo convierten en una de las lecturas de estas navidades.
Así que con esta pieza nos despedimos hasta el año que viene, en el que volveremos con un nuevo especial que enmarque las fechas navideñas. Mientras tanto, os deseo que paséis una feliz Noche de Reyes, que los magos de Oriente os hayan sido favorables con multitud de regalos, tanto para vosotros como para vuestros seres allegados.
¡Me encanta! Y el ballet que se hizo de el, y esa fantástica música de Chaikovski, y... todo! Pero si hasta me tragué en su día "Barbie y el Cascanueces", solo por ver el cuento ... jajajaja
ResponderEliminarNo, si no será por adaptaciones hechas del cuento... :D
ResponderEliminarPara estas navidades, uno de los mejores. Le tenemos que sumar la escucha del ballet de Tchaikovsky, sin duda.