6 de febrero de 2012

Reseña: «La Tienda de Antigüedades», de Charles Dickens

Título original: The Old Curiosity Shop.
Edición: 792 págs. Nocturna ediciones, col. "Noches Blancas", marzo 2011.
Disponible en ebook: No.
Precio: 27 €.
Traducción: Bernardo Moreno Carrillo.
Temática: Siglo XIX, Inglaterra, novela, familia.
Correlación: Independiente.


En palabras de León Tolstói, Charles Dickens era el novelista más grande del siglo XIX. Y no le faltaba razón. Sus novelas disfrutaron de una gran popularidad y era admirado por sus compañeros de profesión. No todos los escritores –ni artistas– podían decir lo mismo: algunos alcanzaban la fama de manera póstuma; otros, desgraciadamente, quedaron en el olvido. Pero Charles Dickens sabía lo que tenía que hacer para conmover los corazones de la sociedad victoriana. Tan sólo debía imprimir en sus obras una buena cantidad de crítica social, construir unos personajes entrañables –y generalmente pobres u oprimidos–, y narrar con un estilo directo y emotivo para que la gente, inmediatamente, se sintiera identificada.

La era victoriana fue una época de grandes contrastes. Mientras la clase alta disfrutaba de sus privilegios y vivía de las rentas generadas por su patrimonio, la clase trabajadora surgida de la Revolución Industrial subsistía a duras penas: cobraran un sueldo irrisorio y habitaban en barrios empobrecidos e insalubres. La mortalidad, principalmente infantil, también llegó a unos niveles terriblemente alarmantes. Londres y Manchester –por citar algunas de las principales ciudades industriales de la Inglaterra del siglo XIX– estaban cubiertas de humo y de suciedad. No es de extrañar que se propagaran las epidemias, el pillaje y la delincuencia. Y tampoco asombra, viendo estas circunstancias, que la publicación de una nueva entrega escrita por Charles Dickens fuera esperada con emoción e impaciencia por sus contemporáneos. Ese grado de crítica de la pobreza, ese ambiente de miseria impregnado en sus obras reproducía la realidad de una época; retrataba a sus habitantes: las clases bajas se veían reflejadas en sus historias. Esa fue la clave de su éxito. Un éxito que se ha mantenido inalterable hasta nuestros días.

La Tienda de Antigüedades es la cuarta novela de Charles Dickens, publicada por entregas en la revista Master Humphrey's Clock entre 1840 y 1841. La historia empieza en Londres; concretamente, en una tienda de antigüedades regentada por un anciano, del que nunca sabremos el nombre. Con él vive su pequeña nieta, Nell Trent, que es huérfana. A pesar de la pobreza en la que se encuentran, ambos intentan salir adelante. Su estimación, el afecto que sienten el uno por el otro, hace que sigan unidos ante la adversidad. No obstante, el abuelo sufre al ver el destino de su querida Nell. Sabe que le aguarda una vida de miseria y está empeñado en remediarlo. Para ello, acude a un prestamista, Daniel Quilp, un enano deforme, repulsivo y perverso –aquí tenemos al malvado de la historia– que les hará la vida imposible a nuestros protagonistas. Cuando las deudas contraídas por el abuelo se hacen insostenibles, Nell recurre a una acción desesperada: abandonar la ciudad y emprender un peregrinaje por Inglaterra; solos, sin ayuda de nadie, sin ningún techo en el que refugiarse, desamparados. Huyen para encontrar una vida mejor y librarse de Quilp. Lo que no se imaginan es el arduo camino que deberán recorrer para alcanzar ese objetivo. A Dickens ese viaje también le sirve para introducir toda una serie de personajes de lo más extravagantes que enriquecen la narración: titiriteros, feriantes, domadores, dueñas de museos ambulantes, maestros...


Es indudable que el halo de fatalidad, que ya se intuye desde las primeras páginas, irá in crescendo a medida que se desarrollen los acontecimientos. Dickens construye una historia inquietante, sentimental y trágica. Apenas existe un lugar para la dicha. La tristeza que sienten los protagonistas, modelos de bondad acosados por el mal personificado en la figura de Quilp, sirve al autor para su propósito: conmover con su crítica social. El lector, tras cerrar la última página del libro, se da cuenta de que los protagonistas han sido víctimas de una gran injusticia; víctimas de las circunstancias de una época difícil, donde salir de la pobreza era una tarea difícilmente alcanzable, pero no imposible –el mismo Dickens fue consciente de ello, pues de niño trabajó en una fábrica de betún para calzado mientras su padre estaba encarcelado por deudas–.


Los otros personajes que aparecen en la novela tampoco se salvan de la desgracia. Viendo este panorama, seguramente ni se os ocurrirá leer esta obra. No obstante, Dickens narra de una forma ágil y cercana, sin complicaciones. Es una novela fácil y rápida de leer. Eso sí, uno debe saber de antemano que no encontrará en esta historia ningún atisbo de felicidad; y si lo hay, éste está teñido de amargura. Cuando parece que se acaban los infortunios, surge uno nuevo aún más doloroso. Pienso que Dickens abusa de este recurso y se excede en crear un ambiente de permanente adversidad. Pero, a pesar de todo ello... ¡es Charles Dickens! Uno de los escritores más conocidos de la literatura universal. Uno de esos autores que deben leerse, al menos una vez en la vida. Y qué mejor que hacerlo ahora (y con esta obra), cuando se celebra el bicentenario de su nacimiento. La Tienda de Antigüedades ha sido editada por primera vez en español gracias a Nocturna Ediciones. La edición que nos presentan, perfectamente cuidada, como de costumbre, está acompañada de unas preciosas ilustraciones. Vale la pena hacerse con un ejemplar.

6 comentarios:

  1. Vaya, pues la verdad es que vi este libro en la tienda hace ya algún tiempo, pero como no había leído nada de Dickens (no soy muy de leer clásicos salvo unos pocos, cosa que intentaré remediar en un futuro no muy lejano), pues claro, no sabía si me gustaría o no.

    Cuando en una novela hay una gran carga dramática, me da mucho palo empezar la historia. Supongo que porque las cosas ya están suficiente mal fuera del libro como para leer también desgracias dentro de él. Sin embargo me ha encantado tu reseña y creo que la atacaré con ganas en cuanto pueda hacerme con ella.

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  2. Es que es Charles Dickens, como bien dice la reseña. xDD Entre las pocas cosas que he leído de él en inglés ha sido Great Expectations (Grandes Esperanzas, vamos), pero tampoco es recomendable si te pilla un día flojo.

    Pero a pesar de considerarle muy espeso, "La Tienda de Antigüedades" es una de las obras que me llaman por su sinopsis independientemente del autor.

    Además, tengo la novela de Dan Simmons, "La Soledad de Charles Dickens" aún pendientes de leer con muchas ganas, y no veo el momento de hacerlo, la verdad.

    ¡Buena reseña!

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  3. Cyram, piensa que por muy mal que estén ahora las cosas, lo que se cuenta en el libro se sitúa en un lugar lejano a nosotros, y en unas condiciones totalmente diferentes a las que tenemos ahora. Así que también es otra buena manera de enfocarlo, si no te decides aún a leer este tipo de literatura. En cuestión de ánimos, no es lo mismo que una historia pase ahora en la actualidad que pase hace dos cientos años. Es la sensación de lejanía lo que nos hace ver las cosas de una manera o de otra; al menos así lo pienso yo ;)

    Loren, esa novela de Dan Simmons tiene muy buena pinta. La recuerdo de haber leído la sinopsis hace tiempo. Pero como bien dices, se acumulan las lecturas.

    Y estos días, que todos los medios están hablando de Dickens, es una buena oportunidad para leer alguna de sus novelas. Al menos desde aquí, ya le hemos hecho un pequeño homenaje reseñando una de ellas :)

    ¡Gracias por los comentarios!

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  4. Nunca me ha gustado Dickens, quizá por que con doce años me hicieron leer "La pequeña Dorrit" y nunca supere tanta miseria, tanta hambre, tanta pobreza, tanto sufrimiento y tanta injusticia con la protagonista...

    Quizá ahora, como lectora más curtida, le de otra oportunidad a Dickens, y me quite ese mal sabor de boca que me dejo hace siglos :D

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  5. ME maté para conseguirlo descatalogado y un mes después estaba por todos lados, qué desastre xDD

    Besotes

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