"El Ocaso de los Ángeles", de Vael Zanón

Título original: El Ocaso de los Ángeles.
Edición: 256 págs. Alberto Santos, febrero 2012.
Precio: 15,90 €.
Traducción: Obra en castellano.
Temática: Fantasía urbana, religión.
Correlación: Independiente.



Tengo que reconocer que empecé con reparos este libro y que dudé mucho cuando el capitán de La Espada en la Tinta me ofreció reseñar El Ocaso de los Ángeles, de Vael Zanón. El mercado juvenil está saturado de novelas de temática angelical cuyos protagonistas rozan, en el mejor de los casos, el encefalograma plano y desgraciadamente para el lector, leído uno, leídos todos. Sin embargo, la portada me llamaba mucho la atención y la sinopsis prometía alejarse del estándar de protagonista adolescente, amores edulcorados hasta dar diabetes y triángulos amorosos con menos futuro que luces. Así que después de sumergirme entre las páginas del libro, tengo que decir que si estas buscando un libro que siga la romántica estela de títulos como “Hush, Hush” de Becca Fitzpatrick… Entonces no sigas leyendo. Este, desde luego, no es tu libro. A todos los demás lectores, bienvenidos a la decadente, corrupta, violenta, condenada y tenebrosa ciudad de Neo-Babylon.

Mil veces claudiqué y mil más resurgí. ¿Qué buscaba entonces en los límites del cielo y la tierra? ¿Respuestas? ¿Acaso un motivo para seguir viviendo? Ahora lo sé, aunque quizás en aquellos tiempos sombríos no fuera consciente de ello; pretendía forjarme en la adversidad, superar mis miedos, purgar mi espíritu, hallarme de nuevo, sentirme pleno y completo, en paz y armonía con el universo.

La historia tiene varios narradores que nos introducen en la trama desde su particular punto de vista, aunque el protagonista indiscutible es Uriel, uno de Los Siete Príncipes. Desde los albores de los tiempos, la Humanidad ha sido un mero peón entre las manos de dos fuerzas antagónicas: los hermanos Samael y Mikael. Mientras que el primero representa el caos y el libre albedrío, Mikael aboga por la prístina rectitud y el orden, y ambas posturas son defendidas in extremis. Los humanos, seres estúpidos que no merecen ni un segundo de su divino tiempo, son peones a utilizar para desequilibrar la balanza sin compasión y sin remordimiento en tal lucha fraticida. Nuestro protagonista, tras milenios de Guerra Santa, es un renegado que, hastiado de tanta sangre, sigue sus propias normas. Oculto tras la identidad de Cerberus, es un mercenario que se vende al mejor postor y sobrevive en la inmensa megalópolis de Neo-Babylon como si fuera un humano más

▶ Izquierda: Una estética que recuerda a Matrix


La verdad es que la propuesta es muy interesante, original y se presenta de forma muy atractiva. Ha sido todo un descubrimiento, os lo aseguro. Nada más abrir el libro, veremos una lista de dramatis personae con sus afiliaciones y armas más comunes, así como un mapa de la gigantesca Neo-Babylon, de tal forma que es imposible perderse. También podremos encontrar, al final del libro, un anexo donde se explica ciertos referentes culturales y topográficos. La verdad es que su presentación y estructura no tiene desperdicio, se nota el mimo y el cuidado con el que se ha trabajado de cara al lector y los innumerables guiños que contiene. Yo he esbozado más de una sonrisa.

En cuanto a la novela, la encontraremos dividida en tres partes o “cantos” diferenciados: Paraíso, Purgatorio e Infierno. Los capítulos que las componen están separados en escenas, presentados por fragmentos de La Divina Comedia, Los Evangelios o alguna estrofa de canciones de grupos como Hammerfall o Nightwish, y alternando el punto de vista de los narradores. Eso le da mucho dinamismo a la novela y la verdad es que se te quedan pegadas las manos al libro, hilando escenas de acción, pensamientos íntimos y profundos, desgranando la caótica y bélica naturaleza de los ángeles.

Quizá el estilo narrativo de Vael Zanón sea recargado, grandilocuente, excesivo y deliberadamente barroco, y quizá parezca también completamente fuera de lugar. Personalmente, no creo que sea un hecho fortuito sino que ilustra perfectamente la naturaleza de los protagonistas. Los ángeles y sus hermanos caídos son depredadores; están en la cúspide de la evolución, son la creme de la creme y lo demuestran continuamente tanto en su actitud como en sus palabras. Es imposible que se expresen de otra forma que no sea esta. No sería lógico.

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La única pega que podría encontrarle al libro es la ilustración de la portada. No por esta en sí, que es realmente fantástica, sino porque puede ahuyentar a su verdadero público. La imagen de un ángel bañado por la luz de la luna con la leyenda de “un ángel caído, un amor eterno” deja a la novela perdida en el limbo del romance paranormal juvenil que pueblan las estanterías de las librerías como champiñones en otoño, en lugar de sugerir lo que es, una novela dirigida a un público más adulto, con hondas cavilaciones sobre el papel de las religiones, las guerras, la violencia, la pérdida de la humanidad y el camino que lleva actualmente una sociedad donde prima el éxito profesional a los escrúpulos, el hedionismo a la amabiliad, o el amor a los demás al egocentrismo.

Sin lugar a dudas, El Ocaso de los Ángeles es una novela arriesgada, original, creativa, de impecable factura, innumerables virtudes, guiños y que, desde luego, puede o no gustar, pero aseguro que no dejará indiferente a nadie. A mí me ha encantado y la recomiendo. Ha sido una verdadera sorpresa y un soplo de aire fresco en medio de tanto querubín enamoradizo y frágil.

Puntuación: 8/10