Edición: 168 págs. Impedimenta, mayo 2012.
Precio: 16,95 €.
Traducción: Obra en castellano.
Temática: Novela, humor, crítica social, consumismo.
Correlación: Independiente.
¿Qué es el estilo de vida fluido? El estilo de vida fluido es un método para afrontar el día a día mediante una relación libre con el entorno, huyendo del sometimiento a los vínculos cotidianos -como el trabajo o los ahogos de la familia-, y al margen de las ataduras consumistas; lleno de trucos prácticos y soluciones maravillosas para ordenar nuestra conducta hasta actuar en la corriente de la más absoluta 'fluidez'. En definitiva, es la panacea de la vida moderna; toda una filosofía existencial. O al menos, así es como se describe según Harry Bloomfield, autor de "El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield", el libro que Israel ha empezado a devorar la noche anterior, tomando la inamovible decisión de adoptar sus propuestas.
Israel -Isra para los amigos- es un chaval en torno a la veintena, confundido como cualquiera de su edad en nuestro tiempo, que cree a pies juntillas en este libro -uno de los miles tratados de autoayuda escritos por el primer charlatán al uso- como medio para resolver su mediocre y destartalada vida, la cual no difiere en muchos aspectos (quizá el autor se deje llevar un poco al extremo) de la de toda una generación que reconocemos como propia al fin y al cabo. Israel trabaja en un corner de una firma de ropa dentro de unas grandes galerías en el Centro Comercial La Vaguada, ubicado en el madrileño Barrio del Pilar; empleo que no le motiva en absoluto. Pero ahora todo va a cambiar, porque gracias a "El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield" su vida experimentará un giro completo. En realidad, la lectura de este efectista panfleto le provoca un lavado de cerebro tan profundo como alborotado. Y, a la vez, momentáneo; pues aunque ahí va Isra con sus chasquidos de dedos y sus pasos al frente dispuesto a comerse el mundo, tal empeño, como vemos a medida que transcurren las páginas, poco le va a durar, a la vista de las circunstancias que le acontecen durante una disparatada tarde sin ni siquiera salir de La Vaguada.
El joven vendedor y el estilo de vida fluido ahonda en ese proceso de búsqueda estéril que todos hemos acometido en algún momento (sea llevados por un libro de autoayuda, por el consejo de un amigo o por pura cabezonería personal) para cambiar algo en nosotros mismos. También en la perseverancia de dar rienda suelta a nuestros anhelos, que a menudo se convierten en frustraciones, y en la contradicción entre nuestras aspiraciones y nuestros actos. Con la finalidad de transmitir esta idea, su autor, el madrileño Fernando San Basilio, se sirve -como ya ha hecho en ocasiones anteriores- de un lugar que conoce bien, el Centro Comercial La Vaguada, a modo de reflejo del mundo hermético y asfixiante, dominado por el consumo capitalista, en el que andamos metidos hasta el pescuezo.
Israel -Isra para los amigos- es un chaval en torno a la veintena, confundido como cualquiera de su edad en nuestro tiempo, que cree a pies juntillas en este libro -uno de los miles tratados de autoayuda escritos por el primer charlatán al uso- como medio para resolver su mediocre y destartalada vida, la cual no difiere en muchos aspectos (quizá el autor se deje llevar un poco al extremo) de la de toda una generación que reconocemos como propia al fin y al cabo. Israel trabaja en un corner de una firma de ropa dentro de unas grandes galerías en el Centro Comercial La Vaguada, ubicado en el madrileño Barrio del Pilar; empleo que no le motiva en absoluto. Pero ahora todo va a cambiar, porque gracias a "El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield" su vida experimentará un giro completo. En realidad, la lectura de este efectista panfleto le provoca un lavado de cerebro tan profundo como alborotado. Y, a la vez, momentáneo; pues aunque ahí va Isra con sus chasquidos de dedos y sus pasos al frente dispuesto a comerse el mundo, tal empeño, como vemos a medida que transcurren las páginas, poco le va a durar, a la vista de las circunstancias que le acontecen durante una disparatada tarde sin ni siquiera salir de La Vaguada.
El joven vendedor y el estilo de vida fluido ahonda en ese proceso de búsqueda estéril que todos hemos acometido en algún momento (sea llevados por un libro de autoayuda, por el consejo de un amigo o por pura cabezonería personal) para cambiar algo en nosotros mismos. También en la perseverancia de dar rienda suelta a nuestros anhelos, que a menudo se convierten en frustraciones, y en la contradicción entre nuestras aspiraciones y nuestros actos. Con la finalidad de transmitir esta idea, su autor, el madrileño Fernando San Basilio, se sirve -como ya ha hecho en ocasiones anteriores- de un lugar que conoce bien, el Centro Comercial La Vaguada, a modo de reflejo del mundo hermético y asfixiante, dominado por el consumo capitalista, en el que andamos metidos hasta el pescuezo.
"Un valor añadido para el lector madrileño (y más si se trata de un madrileño del norte de toda la vida, como servidor, que siempre ha vivido a dos pasos del lugar donde se desarrolla la totalidad del relato) es el paseo en prosa por tiendas, rincones y espacios reconocibles de la vieja -y, por qué no decirlo, hasta entrañable para muchos- Vaguada."
En el interior de esta Vaguada alocada y surrealista también trabaja Casilda, que mientras despacha se deja guiar por el magazine radiofónico "Mañana es tarde", su particular profeta de las ondas. Es su último día en la Boutique del Producto, justamente durante un demencial llamado Día del Producto, que tiene por estrella al vino español, y las cosas no pueden estar saliéndole peor. A su vez, Nelson, el tercer protagonista en discordia, un joven y despreocupado estudiante dominicano, parece que por fin ha hallado la iluminación contra su frecuente absentismo escolar en un tema que le atrae: la realización de un videodocumental con su teléfono móvil para su clase de Lenguaje Audiovisual, centrándose en las curiosidades y miserias que acontecen en las plantas de La Vaguada y alrededores.
Israel nos inspira por un lado un sentimiento protector y de afectada lástima, pero al mismo tiempo resulta repelente por sus ademanes, manías y necias formas de encarar el futuro bajo la bandera de su idolatrado manual del profesor Bloomfield. En la aplicación práctica de los términos, tan pomposos como ridículos, que le ha inculcado la lectura (Ambiente Facilitador, Experiencia Trascendente de Calidad o ETC, Intercambio Intergeneracional...), charadas varias que el chico asume como si fueran su Biblia personal, ve su vida anterior hasta ese punto como una farsa. Y, sin embargo, recae, como en un tropiezo constante sobre la misma piedra, en aquello que real e inconscientemente le dicta su naturaleza (los aires de importancia en un pulso con el desinterés hacia su trabajo, su obsesiva relación con la bebida gratis o con las voluptuosas y sabelotodo chicas de su bloque, etc.) Precisamente otro tanto se puede decir de estas últimas, quienes se beben -tanto literal como figuradamente- esa tarde en La Vaguada, degustándola con cerveza negra ora sumidas en la autocompasión, ora inmersas en el ansia de la diversión más frívola.
De la identificación de esos citados vocablos grotescos pseudocientíficos con las realidades ante las que se topa Israel salen buena parte de los momentos humorísticos de la novela, en los que subyace siempre un cierto tono de tristeza. La narración desencadena situaciones hilarantes, impregnadas del agudo sentido de la ironía propio del autor, basadas en la decadencia más absoluta: el incoherente sistema de turnos de Israel y su compañero Jacobo en el corner, la delirante estancia en el pub irlandés The Irish Valley, o la anécdota de la 'transferencia de las pilares' son pasajes jocosos que me han hecho esbozar más de una sonrisa.
Israel nos inspira por un lado un sentimiento protector y de afectada lástima, pero al mismo tiempo resulta repelente por sus ademanes, manías y necias formas de encarar el futuro bajo la bandera de su idolatrado manual del profesor Bloomfield. En la aplicación práctica de los términos, tan pomposos como ridículos, que le ha inculcado la lectura (Ambiente Facilitador, Experiencia Trascendente de Calidad o ETC, Intercambio Intergeneracional...), charadas varias que el chico asume como si fueran su Biblia personal, ve su vida anterior hasta ese punto como una farsa. Y, sin embargo, recae, como en un tropiezo constante sobre la misma piedra, en aquello que real e inconscientemente le dicta su naturaleza (los aires de importancia en un pulso con el desinterés hacia su trabajo, su obsesiva relación con la bebida gratis o con las voluptuosas y sabelotodo chicas de su bloque, etc.) Precisamente otro tanto se puede decir de estas últimas, quienes se beben -tanto literal como figuradamente- esa tarde en La Vaguada, degustándola con cerveza negra ora sumidas en la autocompasión, ora inmersas en el ansia de la diversión más frívola.
De la identificación de esos citados vocablos grotescos pseudocientíficos con las realidades ante las que se topa Israel salen buena parte de los momentos humorísticos de la novela, en los que subyace siempre un cierto tono de tristeza. La narración desencadena situaciones hilarantes, impregnadas del agudo sentido de la ironía propio del autor, basadas en la decadencia más absoluta: el incoherente sistema de turnos de Israel y su compañero Jacobo en el corner, la delirante estancia en el pub irlandés The Irish Valley, o la anécdota de la 'transferencia de las pilares' son pasajes jocosos que me han hecho esbozar más de una sonrisa.
Sin embargo, aparte del matiz humanizador y costumbrista de lo que nos cuenta Fernando San Basilio, la historia se me queda corta y me ha dado la impresión de que el relato en sí no lleva a ningún lado más allá de aportar un tono entretenido y ligeramente ácido con nuestra sociedad al respecto de lo que Mercedes Cebrian comenta en su prólogo del libro. Si realmente es así, si en efecto el autor sólo pretende mostrarnos las mezquindades de nuestras rutinas y las vergüenzas ajenas que nos sacuden a diario, el panorama es un poco deprimente. Por otra parte, la crítica hacia la alienación marquista y al torbellino de la globalización que la define queda bastante descafeinada (supongo que no era el objetivo principal del autor en esta obra), y mira que todos los protagonistas comparten un futuro poco alentador. Ya por último, debo decir que la de Nelson me ha parecido la historia más deslavazada de estos tres antihéroes de su tiempo y su perfil me resultó muy desdibujado, como tampoco me gustó la ida de olla final acerca de la fórmula de las emociones.
Un valor añadido para el lector madrileño (y más si se trata de un madrileño del norte de toda la vida, como servidor, que siempre ha vivido a dos pasos del lugar donde se desarrolla la totalidad del relato) es el paseo en prosa por tiendas, rincones y espacios reconocibles de la vieja -y, por qué no decirlo, hasta entrañable para muchos- Vaguada. Pero lo que es un punto a su favor en mi caso, no veo en qué forma puede satisfacer a un lector ajeno a ese entorno, al que es más que probable que tal sobreexposición a citas en cuanto a comercios, plantas terraza y lugares varios le cause una innecesaria fatiga. Para San Basilio, la Vaguada es todo un mundo complejo del que no hace falta salir para darse de bruces con la verdad; un microuniverso de pasillos y cintas mecánicas que todos quieren abandonar tan pronto como se lo permita la realización de sus compras. Admito que personalmente ha sido un viaje entre familiar e íntimo a un sitio que me es muy cercano: ahí aparecen, entre otros muchos, auténticas instituciones de siempre de La Vaguada como la cervecería L'Alsace, el restaurante de la cadena Flunch, la tienda de bollos de canela, las perfumerías Juteco o la cafetería Manila, que es una delicia revisitar en las páginas de una novela, así como las inmediaciones del afamado centro comercial; como el Gran Circo Mundial -que sufrimos año tras año-, la Avenida de la Ilustración o la de Monforte de Lemos.
Se diría que Fernando San Basilio sostiene una especie de interés obsesivo-compulsivo con este característico establecimiento. Tras la publicación de su primera novela (Curso de librería) pasaron unos años antes de la salida de Mi gran novela sobre la Vaguada, en 2010. Con ambos títulos ha cosechado un moderado éxito y en ellos ya se aprecian algunas de sus principales motivaciones como profesional en el campo del periodismo, el mundo editorial, el profesorado o mismamente como librero. El modo estilístico de San Basilio se determina por una escritura impecable, pero cuajada de frases larguísimas (para mí no son un problema, porque peco de esa manía al redactar) que lleva un tiempo asimilar y pueden enrevesar un poco el texto.
Un valor añadido para el lector madrileño (y más si se trata de un madrileño del norte de toda la vida, como servidor, que siempre ha vivido a dos pasos del lugar donde se desarrolla la totalidad del relato) es el paseo en prosa por tiendas, rincones y espacios reconocibles de la vieja -y, por qué no decirlo, hasta entrañable para muchos- Vaguada. Pero lo que es un punto a su favor en mi caso, no veo en qué forma puede satisfacer a un lector ajeno a ese entorno, al que es más que probable que tal sobreexposición a citas en cuanto a comercios, plantas terraza y lugares varios le cause una innecesaria fatiga. Para San Basilio, la Vaguada es todo un mundo complejo del que no hace falta salir para darse de bruces con la verdad; un microuniverso de pasillos y cintas mecánicas que todos quieren abandonar tan pronto como se lo permita la realización de sus compras. Admito que personalmente ha sido un viaje entre familiar e íntimo a un sitio que me es muy cercano: ahí aparecen, entre otros muchos, auténticas instituciones de siempre de La Vaguada como la cervecería L'Alsace, el restaurante de la cadena Flunch, la tienda de bollos de canela, las perfumerías Juteco o la cafetería Manila, que es una delicia revisitar en las páginas de una novela, así como las inmediaciones del afamado centro comercial; como el Gran Circo Mundial -que sufrimos año tras año-, la Avenida de la Ilustración o la de Monforte de Lemos.
Se diría que Fernando San Basilio sostiene una especie de interés obsesivo-compulsivo con este característico establecimiento. Tras la publicación de su primera novela (Curso de librería) pasaron unos años antes de la salida de Mi gran novela sobre la Vaguada, en 2010. Con ambos títulos ha cosechado un moderado éxito y en ellos ya se aprecian algunas de sus principales motivaciones como profesional en el campo del periodismo, el mundo editorial, el profesorado o mismamente como librero. El modo estilístico de San Basilio se determina por una escritura impecable, pero cuajada de frases larguísimas (para mí no son un problema, porque peco de esa manía al redactar) que lleva un tiempo asimilar y pueden enrevesar un poco el texto.
No quisiera dejar de hacer referencia a la presentación de esta novela que tuvo lugar hace unos días en un local literario del centro de Madrid, donde además de contar con la presencia del autor, acudieron la prologuista Mercedes Cebrián y del editor de Impedimenta, Enrique Redel, entre otros. Este último, por cierto, nos recordaba que la editorial que regenta acaba de cumplir su 5º aniversario, y es en este momento, cuando empieza a asentarse su trayectoria, que se ha decidido apostar por valores nacionales, como el autor sentado a su lado. Por su parte, Cebrián hizo hincapié en el contenido de su preludio en la novela, destacando la eterna controversia, tan propia del español de a pie, de defender lo propio, al tiempo que interiormente lo denosta al darse de bruces con la evidencia; tono del que queda una clara huella en el libro.
Una nota final para la edición de Impedimenta: esta se trata de la primera novela que leo de esta editorial y, si bien su argumento no ha colmado las expectativas que en ella había depositado, también es cierto que tal extremo no ha sido un 'impedimento' (si se me permite el torpe juego de palabras) para afirmar rotundamente que la calidad de edición de esta casa es de aplauso. Aunque pueda parecer un aspecto secundario -yo no pienso que lo sea- en ese mágico proceso de la lectura, da gusto tener entre las manos un volumen tan cuidado, con una textura perfecta del papel, portadas elaboradas y sobrecubiertas a la medida. En vista del rico catálogo de Impedimenta, presiento que este no será el último título que leeré de ellos.
El joven vendedor y el estilo de vida fluido es una breve novela coral, no en vano tildada de generacional, que por desgracia me ha resultado bastante regular frente a lo que me esperaba, no pasando de entretenida, algo rara, y poco más. Que sea comparada con algún episodio concreto del Ulises de James Joyce debería dar al futuro lector una leve idea de por dónde van los tiros de su simbólico argumento y del monólogo interno de sus protagonistas. Pero no olvidemos que la obra de Joyce es tan idolatrada como repudiada...
"La narración desencadena situaciones hilarantes, impregnadas del agudo sentido de la ironía propio del autor, basadas en la decadencia más absoluta."
Entre todos trataron de arrancarle unas cuantas palabras a Fernando que, cobijado en su gran timidez, nos avanzó algunas cuestiones y curiosidades de la novela y de su proceso de creación, sin entrar en detalles que descubrieran la trama, naturalmente. El acto concluyó con una sesión de firmas, en las que el autor sin duda destaca por su originalidad (puede jactarse de no repetir ni una entre los convocados).Una nota final para la edición de Impedimenta: esta se trata de la primera novela que leo de esta editorial y, si bien su argumento no ha colmado las expectativas que en ella había depositado, también es cierto que tal extremo no ha sido un 'impedimento' (si se me permite el torpe juego de palabras) para afirmar rotundamente que la calidad de edición de esta casa es de aplauso. Aunque pueda parecer un aspecto secundario -yo no pienso que lo sea- en ese mágico proceso de la lectura, da gusto tener entre las manos un volumen tan cuidado, con una textura perfecta del papel, portadas elaboradas y sobrecubiertas a la medida. En vista del rico catálogo de Impedimenta, presiento que este no será el último título que leeré de ellos.
El joven vendedor y el estilo de vida fluido es una breve novela coral, no en vano tildada de generacional, que por desgracia me ha resultado bastante regular frente a lo que me esperaba, no pasando de entretenida, algo rara, y poco más. Que sea comparada con algún episodio concreto del Ulises de James Joyce debería dar al futuro lector una leve idea de por dónde van los tiros de su simbólico argumento y del monólogo interno de sus protagonistas. Pero no olvidemos que la obra de Joyce es tan idolatrada como repudiada...
Puntuación: 6/10
Vaya, la verdad es que es un tema interesante, más que nada porque al tratar sobre un chico real y un lugar también real, hace que todo sea quizás algo más nítido y claro. Me has picado la curiosidad con este libro, a ver si le echo un ojo.
ResponderEliminarPor cierto... ^^ Bienvenido a bordo Jolan, ya estabas tardando, ya.
Desde luego ese es uno de los estímulos que me incitó a leerlo, Cyram. Cada paso que daba el protagonista -y el resto de personajes- y cada sitio del que entraban o salían adquirían una imagen perfecta y realista dentro de mi cabeza, pues son lugares que conozco desde hace mucho. En este caso, la imaginación cede lugar a la experiencia de la costumbre. Con pocas novelas ocurre algo así, la verdad, porque además el autor es muy concreto en sus señalizaciones. No obstante, para un lector ajeno al entorno en el que se desarrolla la trama, la percepción supongo que será diferente, claro.
ResponderEliminar¡Un placer haber embarcado! :) ¡Que la travesía sea próspera y duradera!
¡Bienvenido, Jolan! Tu reseña me ha llamado la atención sobre el libro. No es uno a los que me hubiese acercado tras leer el argumento de la contraportada, pero ahora me pica la curiosidad. Lo buscaré por la biblioteca, a ver si tengo suerte. Impedimenta publica verdaderás monerías y me encanta!
ResponderEliminarMe encantan los libros de Impedimenta, todo un lujo!tomo nota.Yo ahora estoy terminando Los solteros, y me pondré con Reina Lucía.Un saludo!
ResponderEliminarFantástica reseña, Jolan (como siempre). ¡Bienvenido! Creo que todos estamos de acuerdo en afirmar que las ediciones de Impedimenta son una auténtica delicia. A mí este título en concreto no me llama mucho la atención (te seré sincera, no me dice absolutamente nada), pero hay otros títulos recientes en su catálogo que sí que me gustaría leer, como "Westwood", de Stella Gibbons.
ResponderEliminarMira que me gustan los libros de esta editorial... están cuidadísimos.
ResponderEliminarMe parece un libro super curioso, no lo conocía, así que gracias por la reseña, dan ganas de leerlo =)
Besotes
¡Muy buena reseña para estrenarte por estos andurriales! Como no sé si leeré la novela alguna vez (precisamente por el motivo que citas, el no estar familiarizado con La Vaguada), sí que puedo decir que las ediciones de Impedimenta son impecables, tanto en el aspecto físico como en la selección de títulos de su catálogo.
ResponderEliminarEl contemplar en una novela, un tebeo o una película (cualquier tipo de obra, vaya), algo que te es familiar, es una sensación reconfortante, de eso no hay duda.
Bueno, bueno, que sorpresa verte a bordo de la tripulación de La Espada y la Tinta, Jolan. Si el sitio ya era bueno, ahora va a ser indudablemente mejor. ¡Buena incorporación, Loren!
ResponderEliminarPor otro lado, y como bien habéis comentado, Impedimenta tiene una edición impecable, además de tener unos títulos buenísimos.
Todo lo que he podido leer hasta el momento me ha encantado. En cuanto a este libro en concreto, quizás me decida a darle una oportunidad, por eso de conocer bien la ubicación...
Un saludo y lo dicho, ¡enhorabuena!
Gracias por las bienvenidas!
ResponderEliminarUnanimidad en que los títulos de Impedimenta son una virguería. Tiene obras muy interesantes, como las que habéis comentado aquí o reseñado en vuestros propios blogs, según he podido leer. Ya tengo la vista puesta en algunos.
Saludos!