En enero se estrenó en cines españoles una película de esas que cuesta ir a ver. No porque la temática sea algo deprimente como es el caso –ninguna guerra es cosa de broma, pero quizás la Segunda Guerra Mundial fue especialmente cruenta–, sino porque sabemos que en la mayoría de ocasiones, las películas bélicas –salvo algunas de las mejores del cine clásico–, están siempre aderezadas con una gran cantidad de drama patriótico y de ñoña sensiblería que, frecuentemente, terminan diluyendo el verdadero propósito del metraje.
En Corazones de acero –Fury en el original y además el nombre del tanque de los protagonistas–, un mecanógrafo de apenas veinte años –Logan Lerman como Norman Ellison– es enviado al corazón de Alemania para sustituir al copiloto y artillero del conductor en un tanque que, más que parecer una máquina dedicada a sembrar el caos y la destrucción, parece un monumento a la misma muerte, como si fuese un engendro de la propia guerra. Su asombro e incredulidad serán más que evidentes cuando contemple esa mole de acero y a todos los soldados que normalmente lo habitan: un grupo de veteranos que han visto demasiado horror desde que empezaron a guerrear en el norte de África y que milagrosamente han conseguido pertenecer juntos hasta las mismas puertas de la ciudad de Berlín.
El guión es muy sencillo, es cierto, y no veremos grandes giros en el argumento. Sin embargo considero que eso que he mencionado al principio de esta crítica sobre el rollo patriótico y la sensiblería típica –en la que se echa de menos a familiares diversos–, está muy bien calculado. Las dudas del chaval protagonista pueden llegar a poner de punta los nervios de algunos espectadores algo impacientes como yo, pero creo que esto simplemente nos permite empatizar mucho más con el sargento Collier y sus hombres. Esa sensación de vértigo que debe de dar el estar en plena boca del lobo y no saber si puedes confiar en que el novato que te han mandado pueda cumplir su trabajo evitando la muerte generalizada de todos los hombres que tienes a tu cargo, debe ser algo bastante difícil de controlar. Además, las escenas en las que Collier aparece escondido entre algunos tanques, derribando su fachada de sargento impasible y llorando a lágrima viva mientras hiperventila, es algo que no se suele ver en este tipo de películas.
Corazones de acero es una película con un final previsible, pero no por ello menos interesante. El trabajo que desempeñan cada uno de los actores que aparecen es realmente notable, mucho más en el caso de Shia LaBeouf en el papel de "Biblia". Me gusta el que un actor sea capaz de tener mil registros y en el caso de este personaje, creo que es el que más variedad de emociones deja traslucir: es una mezcla entre la más absoluta devoción a su religión, una profunda ira hacia sus enemigos y un toque de locura producida por tanto tiempo metido de lleno en los horrores de la guerra. Una película muy aconsejable para todos aquellos que disfruten con este género.
Por cierto, ¿sabíais que el hijo de Clint Eastwood, Scott Eastwood hace una aparición fugaz como el sargento Miles? No me importaría verlo en más películas.
comentarios
Pues la peli no estuvo nada mal, por lo menos es de esas bélicas que terminas recordando en algún momento del año porque tiene escenas bastante buenas, y los efectos especiales están muy trabajados. Pero sobre todo es la caracterización de los personajes donde acierta de pleno.
Por lo menos me parece mucho mejor (aunque sé que no tiene nada que ver) que "Monuments Men', la cual me pareció decepcionante.
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.