Habiendo editado las obras completas de
Lovecraft y buena parte de la producción de Robert Howard, en el
catálogo de Valdemar Gótica había un vacío obvio que no hace
mucho se ha empezado a rellenar: faltaba el tercer grande de la
Weird
Tales, Clark Ashton Smith. El poeta olvidado, para mi gusto el mejor
escritor de los tres.
Valdemar Gótica empezó editando su
antología mejor valorada,
Zothique, el último continente, que supone la más sublime
de las creaciones de Smith. Este que tenemos entre manos,
Hiperbórea y otros mundos perdidos es el segundo de sus tres
grandes ciclos narrativos –es de esperar que el tercero, "Averoigne", situado en
una comarca imaginaria de la Francia medieval, Valdemar lo publique pronto –cuanto más mejor, por favor–. Si
Zothique nos llevaba a un continente decadente y crepuscular,
en un futuro tan distante que cualquier referencia a nuestro presente
había quedado borrada y olvidada por el paso de las eras –en el que
Jack Vance se inspiraría, probablemente, para su obra maestra "La
tierra moribunda" –
en “Hiperbórea” el escenario es igualmente
decadente y crepuscular, aunque situado en el extremo opuesto de la
historia humana: en sus inicios, en la prehistoria.
Por aquel
entonces, según el imaginario de Smith, el continente de Hiperbórea
lo compartían los mortales con los dioses alienígenas y deformes y
los semihumanos de costumbres aberrantes. Smith pinta Hiperbórea,
esta especie de Atlántida antediluviana, como un paraíso de
civilización floreciente, exuberante;
una fantasía de reinos,
príncipes, magos y ladrones, héroes y monstruos, sobre los que
pende la amenaza del hielo que va acercándose lentamente desde el
norte. Es el ocaso de una civilización anterior a la historia
conocida que desaparecerá con el inicio de la era glacial. Incluso
cuando Smith escribe fantasía picaresca, como lo es “Hiperbórea”,
le da un toque de fatalidad: el humor de estas historias –negro ya
de por sí– se oscurece aún más cuando consideramos el modo en que en todo momento nos habla del destino, la muerte, el fin que se
acerca. Todos estos reinos caerán, todos los héroes morirán, las
joyas se perderán entre las ruinas devoradas por el hielo. Esto es
patente relato tras relato: lo que en los primeros cuentos es un
reino próspero y poderoso, en relatos posteriores ya es historia,
leyenda: ya ha caído y empieza a olvidarse su misma existencia. De
este modo poco a poco Hiperbórea desaparece bajo el hielo y solo
ahora –tras una edición anterior de Edaf– reaparece en
nuestras estanterías.
Como los relatos que componen el resto
de ciclos de Smith, los de "Hiperbórea" se publicaron en la revista Weird Tales y solo fueron recopilados como antología mucho más
tarde. El primero de ellos, "La historia de Satampra Zeiros" (1931) fue un éxito y como tal marcó el camino que Smith seguiría,
visitando Hiperbórea varias veces más a lo largo de los años. La
intención o motivación por la que Smith – igual que Lovecraft o
Howard – escribían estos relatos es materia sobre la que intentaré
indagar un poco más en un futuro artículo. De momento digamos que
fuera cual fuera, no era una empresa planificada y ordenada. Los
relatos que componen la antología no se escribieron ni se publicaron
en orden cronológico: como "Zothique", fueron recopilados
posteriormente, y fueron los antólogos de estas primeras ediciones
quienes ordenaron los cuentos de estos ciclos basándose en las
pistas que se pueden encontrar en cada uno de ellos.
Es por ello por lo que aunque "El
relato de Satampra Zeiros" fue el primero de los cuentos
ambientados en Hiperbórea en ser escrito, es "Los siete Geases" el que abre el volumen, siendo el primero cronológicamente. Y qué
gran relato para abrir una antología fantástica. Ralibar Vooz,
magistrado de Commorión –muchas veces oiremos hablar de este
reino en los relatos posteriores– parte de cacería: busca las
presas más exóticas lejos de la capital. Tras una serie de
infortunios, acaba mezclado en un enredo con el primigenio Tsathoggua –creación de Smith que se acabaría incorporando al panteón de los
mitos– y un viaje a las profundidades de la tierra donde va visitando
niveles subterráneos a cada cual más delirante. Me gusta este tipo
de fantasía: su estructura es simple –un aventurero atrapado en un
viaje extraño donde debe seguir adelante sin ver un final claro– pero muy satisfactoria y de gran valor estético. El interés reside
en las escenas y conceptos que el autor va presentando.
“Fantasía de reinos, príncipes, magos y ladrones, héroes y monstruos.”
En un primer momento, la ambición es
el detonante de las aventuras –o desgracias– que vive el
protagonista: es un tema que se repite a lo largo de estos relatos.
En "El sino de Avoosl Wuthoqquan", Avoosl, el prestamista, le
niega una dádiva a un mendigo, quien según otra antigua tradición
acaba siendo algún tipo de mago o profeta que le augura un futuro
oscuro. Cuando a Avoosl se le presenta lo que parece una oportunidad
de oro para enriquecerse aún más, cae en la tentación y esta le
lleva a la perdición. Exactamente lo mismo que sucede con "La
historia de Satampra Zeiros". Aquí es un pícaro el que, llevado
por la avaricia, perturba escenarios de antiguos dramas que debería
haber dejado en paz, puesto que en ellos duermen estas criaturas que
pueden yacer eternamente sin morir.
El personaje pícaro –sea un ladrón
o un mercader oportunista, o un mago celoso de los talentos de un
colega– es algo recurrente en "Hiperbórea" y en toda la prosa de
Smith. Se diferencia aquí, y mucho, de las creaciones de Howard y,
sobre todo, de las de Lovecraft. Ni rudos matones ni débiles
intelectuales, los personajes de Smith son vividores que recurren al
ingenio más que a la fuerza. Buen ejemplo de ello son el sacerdote
Morghi y el mago Eibon que en "La puerta a Saturno" no dudan en
lanzarse de cabeza por una puerta dimensional a éste planeta –que
los dioses oscuros llaman Cykranosh–, donde protagonizan una especie
de persecución cargada de divertidos malentendidos y situaciones
completamente absurdas. O el propio Satampra Zeiros, que vuelve a
protagonizar un relato: "El robo de los treinta y nueve cinturones", el cual cierra el ciclo de Hiperbórea. Satampra, ya anciano, recuerda
uno de sus mejores momentos cuando con la antigua acólita Vixeela
se propuso robar los cinturones de las treinta y nueve vírgenes consagradas al
dios de la luna Leniqua en el templo de Uzuldaroum.
Otro relato remarcable es "El gusano blanco"; el hielo, que se acerca ominoso, esta vez no llega solo. Las escenas en las que el frío invaden el poblado me recuerdan un poco a la muy posterior "El sol de medianoche" de Ramsey Campbell, obra maestra de este autor. El pueblo queda arrasado y solo el hechicero Evagh sobrevive para verse convertido en esclavo de la entidad que vive en el hielo. Sus observaciones y resolución hacen de este cuento uno de los mejores del libro.
No pocos relatos conectan con el
universo de los mitos de Cthulhu, que recordemos, en estos momentos
aún estaba en estado embrionario. "Ubbo-Sathla" es un ejemplo: por la propia criatura que da nombre al relato, tan monstruosa y
extravagante como el resto de primigenios, o por el modo como el
protagonista, un hombre moderno, llega a enterarse de su existencia a
través de un cristal hipnótico que le hace revivir sus
encarnaciones pasadas hasta el mismo origen de la vida en la tierra.
O Eibon, el mago que protagoniza "La puerta a Saturno", que no es
otro que el autor del famoso "El libro de Eibon", uno de los
grandes libros malditos del imaginario lovecraftiano.
Finalmente, Valdemar incluye –y es
muy de agradecer, dado que de otro modo habrían quedado colgados al
no encajar demasiado en ninguno de los tres grandes ciclos ni ser
suficientes para formar uno propio– relatos pertenecientes a lo
que se ha considerado el cuarto ciclo, menor que los otros, menos
conocido; el de Xiccarph, con elementos que lo acercan más a la
ciencia ficción que a la fantasía o el terror, y sin embargo, sin
prescindir de ambos.
Recomiendo de estos relatos los dos
últimos, "El laberinto de Maal Dweb" y "Las mujeres flor", por ser un despliegue impresionante de todo el talento de Smith y me
hacen desear que se hubiera recreado más en este escenario.
En resumen, vale la pena reivindicar a
Smith. De todos los muchos herederos de Lord Dunsany que vio la
primera mitad del siglo XX, Smith fue quizás el más dotado. Sus
obras no han llegado al estatus de culto del que gozan las de sus
compañeros Howard y Lovecraft; quizás el que su vida no acabara en
muerte trágica como la de ellos tiene algo que ver, quizás es
simplemente mala suerte. Ahora que Valdemar parece interesada en
rescatar sus relatos del olvido, ¿quien podrá negarse a dejarse
llevar por su oscuro y decadente atractivo?
por Nyarla
febrero 18, 2015
6 comentarios
Desconocía por completo a este autor y me han entrado unas ganas tremendas de leerle gracias a tan buen artículo. Gracias.
Enhorabuena por el artículo. Tenía desde hace tiempo a Smith en mi punto de mira, y después de leerte creo que ya tengo más claro por dónde empezar :P
Estupenda reseña.
Ya tenía en la lista a Smith desde lo de Zothique; y me encanta Howard, así que este "tercer mosquetero" tiene que caer pronto en mi estantería :P
A mi también me ha encantado la reseña y me encanta que los que han escrito por aquí lo destaquen. No solo se debe de ver si "el libro/comic/peli mola", sino también cómo lo ha escrito el redactor y con tus reseñas créeme que disfruto. A mi también me han dado unas ganas locas de leer a Smith gracias a lo que he podido leer aquí. Espero poder hacerlo en breve. ^^
Me uno a la opinión de que tu reseña me ha despertado mayor interés sobre este libro, en el que ya me había fijado, de hecho, cuando lo vi publicado.
Bueno, que del ciclo de Xiccarph sean destacables los relatos "El laberinto de Maal Dweb" y "Las mujeres flor" es lógico, sobre todo porque son los únicos relatos que existen del ciclo de Xiccarph. Los otros tres relatos que se han añadido a los "hiperbóricos" (y que dan sentido al "y otros mundos perdidos" de esta edición) pertenecen al ciclo marciano.
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.