Julián, Amelia y Alonso de Entrerríos, los tres personajes a los que seguimos la pista desde el primer episodio, viajan hasta la época de la guerra civil española para impedir que las tropas nazis se hagan con el Santo Grial que se oculta en la Abadía de Montserrat —reliquia que resulta ser una puerta que permite viajar hasta la época actual—. Esa franja temporal tan bien conocida por el público español —si bien no todos de primera mano, pero sí por la cantidad de representaciones que ha tenido en películas y series— sirve como época única en este episodio que tiene representado hasta el último detalle para que el espectador sienta que verdaderamente los personajes se encuentran ahí y no en otro lugar: uniformes, cascos, armamento, escenarios —bosque, abadía, montaña, etcétera—, y hasta el tren donde viajan Franco y Hitler.
Porque los dos dictadores más famosos del siglo XX son representados aquí con un estilo y una gracia sobresalientes. Es cierto que la caracterización de Hitler no me ha parecido afinada al cien por cien, pero no sería justo compararla con otras actuaciones como la de Bruno Ganz en El hundimiento ya que para el caso nos basta y nos sobra —y el actor cumple sobradamente su papel—, pero Franco es la estrella del episodio, ya que en ningún momento han recurrido al mal gusto ni a la broma para mostrar el dictador —queramos o no, muy reciente en la historia española—, sino que simplemente lo han plasmado tal cual era: con su voz aflautada, su reconocible físico y lo que su personalidad produce en otras personas —véase Hitler, quien en uno de los momentos comenta que preferiría comerse su propio pene antes que volver a reunirse con él—. Es decir, el episodio es perfectamente creíble gracias a estas dos figuras históricas, además de la ambientación propia de la época y al potente casting de actores que consiguen llevar el tema de los personajes nazis a un nivel bastante alto, sobre todo porque los que interpretan a nazis dominan el alemán, y eso ayuda muchísimo a meterse en la materia.
En cuanto al resto de situaciones del episodio, los protagonistas tienen que vestirse para la ocasión y que sus ropajes no desentonen con el entorno. En determinada altura del episodio tenemos a un Alonso de Entrerríos vestido como un guardia civil y manejando una ametralladora que, cosa de esperar, le gusta bastante —como las motos—. Y si en anteriores episodios Alonso y Julián tuvieron sus momentos, ahora es Amelia Folch quién tiene que descubrir una parte de sus pasado en una época más avanzada que la que dejó atrás, pero su destino como personaje no es más agradable que el de sus compañeros: sabemos que el tiempo no perdona, ni siquiera para uno mismo. Paradojas temporales aparte, los espectadores saben que en la época actual tanto Amelia como Alonso están más que muertos y enterrados.
Queda la intriga por saber de qué lado está ese personaje ambiguo que hasta ahora ha aparecido en momentos claves de la trama, su origen e intenciones. Es sumamente intrigante, y quizá es uno de los personajes, junto al director del Ministerio y otros personajes que trabajan con él, que más interrogantes plantea junto a la posibilidad de que los nazis hubieran tomado el Ministerio y la historia hubiera tomado otros derroteros, quizá hacia la distopía —eso es lo que pretende evitar el Ministerio, que el mundo sea peor de lo ya es en determinados momentos—.
“Cómo se reescribe el tiempo” es una gran adición a El Ministerio del Tiempo que le hace mantener el nivel demostrado anteriormente: en una época totalmente distinta a la de los veteranos de Flandes, de Lope de Vega y de los reyes católicos, lo que sin duda deja algo aturdido al espectador, pero a propósito —la guerra civil española es un avance temporal tremendo respecto a las anteriores ambientaciones que hemos visto—. El humor sigue siendo una constante, y sin él la serie no tendría la misma garra, como lo demuestra la reprimenda del director del Ministerio a Velázquez por su afición a retocar obras suyas viajando en el tiempo, incluso cuando estas ni siquiera le habían hecho famoso.
Y Ambrosio Spínola, menudo momento —de los que se recuerdan en cualquier serie y que resulta ser un buen uso de un deus ex machina, sobre todo cuando te lo puedes permitir de acuerdo a la lógica interna de la serie—; tan sólo le ha faltado exclamar un «Yippee Ki-Yay!», y lo que todos conocemos que viene después.
Este episodio se emitió el 9 de marzo de 2015 en TVE1.
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