La perspectiva de los cuentos que nos ha ido ofreciendo Fábulas durante todos estos años se ha caracterizado sobre todo por no seguir los patrones tradicionales de los cuentos de toda la vida, sino una visión en ocasiones descarnada de lo que todos conocemos por cuentos tradicionales. Gracias a eso Fábulas se ha convertido en todo un referente de las series de cómic del sello Vertigo y en una de las series de fantasía más leídas de toda la historia de la compañía.
En la decimoctava entrega de la colección en cuanto a publicaciones en rústica se refiere tenemos la misma frescura de siempre, pero además supone un punto de inflexión bastante importante para algunos de los personajes importantes de Fábulas. Por supuesto no voy a soltar ningún spoiler sobre el argumento, pero sí diré que Cachorros en la tierra de los juguetes ofrece quizá una de las mayores crueldades que se pueden haber visto jamás en un cuento para niños y protagonizados por estos. Los cuentos de autores clásicos como Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm o Charles Perrault ya se ensañaban en ocasiones con los personajes –unos más que otros–, pero lo mejor todo y que he de remarcar es que Cachorros en la tierra de los juguetes ha heredado la función educativa que antes tenían los cuentos, esa que con el paso del tiempo se ha ido diluyendo hasta hacer de los mismos una mera historia con final feliz, del tipo donde el príncipe y la princesa comen perdices y tienen muchos hijos, se convierten en reyes y reinas ultrafelices y ya no volvemos a saber nada más de ellos porque en realidad sus vidas se convierten en un aburrimiento total.
En realidad es Bill Willingham quien se ha encargado de que toda Fábulas siga la tradición de los cuentos clásicos de antaño –los que no han ido censurándose con el transcurrir del tiempo hasta ser las historias supuestamente agradables de hoy en día–, pero Chachorros en la tierra de los juguetes es más Grimm y más Andersen que todas las recopilaciones anteriores de Fábulas. No quiero entrar en detalles concretos, pero el mundo de los juguetes está construido aquí con una lógica bastante aplastante en su concepto –vamos, que todos sus habitantes son juguetes desechados por los humanos o las Fábulas– y el propio funcionamiento del mundo lo hace incompatible con determinadas cuestiones básicas propias del ser humano, por no decir que es un mundo que está sucio y hecho polvo; vamos, que no es ningún paraíso para los niños. Lo que le ocurre a Therese –una de las hijas de Blanca y Lobo– allí no es normal.
Por lo demás, mientras leemos Cachorros en la tierra de los juguetes los autores van enseñándonos historias breves y directas sobre las aventuras de Bufkin en el mundo de Oz, aventuras que empezaron en Supergrupo y continuaron en Heredar el viento. Y aunque es de agradecer ese cambio de registro –sobre todo porque el dibujo de Shawn McManus es diferente y su estilo es muy cómico y desenfadado– en realidad aporta poco al conjunto de la serie y hubiera sido preferible que el autor hilara de alguna manera la trama del mono bibliotecario con el argumental general de Fábulas, trama que poco a poco va introduciéndonos conceptos muy bienvenidos de la mitología artúrica.
En definitiva, Cachorros en la tierra de los juguetes es una gran adición a la serie, una lectura obligada si has llegado hasta aquí y quieres seguir descubriendo lo que le ocurre a los personajes de Fábulas. Este volumen recopila los números 114 a 121 de la serie original.
ECC Ediciones, 176 páginas, 15,95 €.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.