Siguiendo la espectacular estela de El Ministerio del Tiempo, podemos deducir sin mucho esfuerzo la cantidad de contradicciones a las que se enfrentan todos los funcionarios del Ministerio del Tiempo. Por un lado tienen que salvar a grandes personalidades para que la historia de España no cambie, pero por otro se ven obligados a perder a seres queridos porque no les está permitido viajar en el tiempo para salvarlos. No es la primera vez que esto ha creado problemas entre Julián, sus compañeros y Salvador, el responsable en funciones del ministerio. Es por eso que este capítulo ha tenido una importancia radical para la trayectoria presente y futura de la serie.
Tras los acontecimientos narrados en el capítulo anterior, donde vemos como Irene visita a un antiguo amigo en una cárcel del siglo XI, los personajes siguen su instinto al hacer indagaciones sobre la figura de ese tal Leiva: la secretaria personal de Salvador es la que les saca de dudas al explicarles la razón por la que el jefe del ministerio ordenó la peor de las sanciones para Leiva. Sus intentos para saltarse las normas del ministerio y llevar a su hijo al futuro para curarle la leucemia que padecía provocó una de las mayores revueltas en la institución. Él, junto con un grupo de trabajadores descontentos, decidieron ponerse en huelga, amenazando con desvelar el secreto del ministerio. Todo se saldó con un montón de detenciones y con Leiva enviado a una cárcel del siglo once, donde nadie podría volver a tener contacto con él.
Los tres protagonistas pronto empatizan con la causa de Armando Leiva, pensando cada uno en sus respectivos familiares o bien en la vida del hijo del rebelde. Comienzan a hacerse las mismas preguntas que Salvador consideraba "peligrosas" en Leiva, hasta que sucede lo esperado. Leiva muere, provocando una escena que en mi opinión es realmente impactante con Irene y Salvador a los pies de la tumba abierta de aquel que fuese un gran amigo y un fantástico agente, con ella tremendamente emocionada echándole en cara a Salvador su forma de aplicar las normas del ministerio.
Todo esto nos permite meternos un poco más en el personaje que interpreta Cayetana Guillén Cuervo, cuando nos enseñan cómo fue el propio Leiva quien impidió que en los años sesenta Irene se suicidase saltando desde una azotea. La forma en la que él le habla, dándole a entender que conoce sus "secretos" y asegurándole que al lugar al que va nadie la va a juzgar, es lo que la hacen bajar de allí para terminar ascendiendo en la jerarquía del ministerio hasta lo más alto. La lucha de Irene como mujer libre en la sociedad en la que creció —plenos años cincuenta— y su forma de manipular las normas del ministerio, la llevan a enterarse con horror de cómo Leiva parece haber fingido su muerte, escapando del control de Salvador y dedicándose por tanto a planear su venganza.
Esto conduce a todos hasta los tiempos de la regencia de Maria Cristina en 1830, donde Leiva intenta un atentado contra la vida de la jovencísima reina Isabel II para que esta provoque la clausura total del ministerio. Es una forma de afectar al pasado para que pueda destruir tanto el ministerio como todas las operaciones que se realizaron durante todos esos años hasta la actualidad.
Mientras tanto, Julián está a punto de volverse loco y de volver loca a su difunta Maite, cuando se le ocurre la idea de utilizar una antigua agenda para poder pasar más tiempo con ella. Es una forma bastante macabra de "engañarse a sí mismo" en los dos aspectos, tanto por el hecho de estar con ella, sin reconocer que es algo que debe de dejar atrás y que no tiene solución sin acabar como Leiva, y de engañarse a sí mismo con su propia esposa. Este juego que se trae entre manos —con el que igualmente está incumpliendo un montón de normas—, le hacen estar ausente durante casi todo el capítulo. Es al final cuando Irene —apartada de esta operación por ser sospechosa en el caso de la liberación de Leiva— le saca prácticamente a rastras de su antigua casa para ir a salvar a sus compañeros. La reina Isabel II y la regente María Cristina están encerradas, los compañeros de Leiva masacran a todo lo que tienen por delante y Alonso de Entrerríos está sobre el regazo de Amelia sangrando por un agujero de bala.
Tiempo de venganza es un capítulo frenético y rinde total homenaje a 24, la serie protagonizada por Kiefer Sutherland, y gracias al uso de las pantallas partidas podemos seguir al detalle todos los hechos que se dan lugar en los siglos XIX y XXI —y disfrutando mientras de los cambios de decoración e iluminación para acentuar ese contraste—. Por otra parte, el uso de la cámara lenta para explicar cómo fue detenido Leiva en su día y el cambio que se obra en su personalidad durante el proceso —en el cual me imagino que por estar encarcelado, no podrá estar con su hijo a su muerte—, dotan a este episodio de una carga dramática devastadora. Tanto es así que vemos cómo al final del episodio las tornas se cambian entre Leiva e Irene, cuando vuelven a aquella azotea madrileña donde Leiva ha secuestrado a Nuria, la esposa del personaje de Cayetana, y cómo en su venganza, Leiva se lleva por delante tanto la relación de ellas dos —al revelar el secreto del ministerio a Nuria— como su propia vida al terminar tirándose al vacío.
Como dijo el director de la serie en "Los archivos del tiempo": "Nos interesaba mucho contar con ese personaje con el que tú irías al fin del mundo, pero que de repente, se atormenta tanto de tener razón y de que no se la den, que acaba perdiendo esa razón."
En definitiva, Tiempo de venganza es un capítulo muy interesante pero al que creo que se le nota "enclaustrado". En ningún momento vamos a ver grandes paisajes o decorados que no sean los del interior del ministerio. Incluso la sala de espejos en la que introducen a la familia real parece fuera de contexto en el 1830. Espero que este tipo de capítulos no se repitan con demasiada frecuencia, al fin y al cabo, la gracia de una serie del tiempo es ver a los personajes en entornos históricos mientras estos viajan por el tiempo.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.