Es un hecho indiscutible que Frank Frazetta (1928-2010) es uno de los mejores artesanos visuales del género fantástico. El arte del neoyorquino no solo es capaz de transmitir oleadas de inspiración — sentimiento que pueden compartir tanto escritores del fantástico, como artistas, directores de juegos de rol, etc.—, sino que también es un espectáculo para la vista. La potente imaginería de su arte es capaz de transportar hasta otro mundo a quienes visualizan su creación, con solo dedicar un par de segundos a cualquiera de sus composiciones, desde aquellas que protagoniza Conan, el bárbaro de negros cabellos de la lejana Aquilonia, pasando por su famoso ‘Death Dealer’, o aquellas escenas con personajes de Edgar Rice Burroughs, entre otras. Frazetta ha sido siempre un artista a seguir, y por tanto su legado seguirá recordándose durante generaciones.
Vayamos al quid de la cuestión: allá por 1975, transcurridas unas dos décadas desde la publicación de la novela, Frazetta hizo siete composiciones en blanco y negro inspiradas en El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien, todas ellas con su inconfundible estilo pero encajando al mismo tiempo en el ambiente que el profesor desarrolló para su magna obra de fantasía, la Tierra Media. Lejos de tratarse de algo anecdótico, no deja de ser algo natural el hecho de que, más tarde o más temprano, Frazetta terminase lidiando con la Tierra Media, ya que al ser de un entorno de fantasía tan sumamente popular. Por otro lado, puede parecer —muchos diría que imposible— difícil imaginar a Frazetta enredándose con figuras de hobbits y magos, en vista de la característica fuerza con el que el artista dota a los monstruos, mutantes, dinosaurios y bárbaros de potentes músculos que pueblan su vasta producción. Todos ellos parecen en una pugna constante por querer salir de la pintura y cobra vida más allá del papel. Hay que decir que el cambio de escenario le sienta francamente bien a la Tierra Media: en estas mismas líneas podemos observar figuras achaparradas, orcos —trasunto de sus bárbaros salvajes de mirada acerada— y magos con sombreros puntiagudos. La transición se antoja natural.
Como una imagen vale más que mil palabras, aquí está la prueba de que Frazetta hubiera sido excepcional si se hubiera quedado en la Tierra Media durante una temporada:
El gran mago Gandalf, Frazetta edition, es un sueño realidad, pese a las licencias artísticas que se tomó el artista a la hora de representar esta y otras situaciones de El Señor de los Anillos: las chanclas del mago —un calzado poco apropiado para viajar por la Tierra Media, todo hay que decirlo; la ausencia de zapatos hobbit no cuenta en este caso—, y unos enanos de aspecto extraño que no encajan con las descripciones que los lectores recordarán de la novela —¿no os recuerda el personaje de la pipa al propio Tolkien?—, da como resultado un interesante cruce entre El Señor de los Anillos y El Hobbit. En cualquier caso, estamos ante un trabajo magnífico digno de enmarcar —podéis dejar en los comentarios de más abajo vuestra preferencia por las ilustraciones en color o en blanco y negro—. Las setas, por cierto, están en mi lista personal de elementos decorativos preferidos de cualquier ilustración de fantasía, el mundo no sería lo mismo sin setas.
Esta es otra de las licencias del artista respecto a la obra de Tolkien, pero es tal la fuerza que destila que no da lugar a la queja. Éowyn se enfrenta al Rey Brujo en una de las escenas más populares de El retorno del rey —última parte de la novela completa— que no deja de sorprendernos la importancia que le da Frazetta a sendas figuras, la del Rey Brujo por un lado, con todos sus abalorios e indumentaria, y la mujer de Rohan, cuyas piernas descubiertas —y otras cosas, echad un ojo a la siguiente ilustración— dan a la composición ese toque tan ‘a lo Frazetta’, tan de la Era Hiboria, tan metal, y es que por una cuestión lógica literaria, Tolkien jamás hubiera vestido a su personaje de esa guisa.
Éowyn rebana el cuello a la bestia alada —i.e. pajarraco— del Rey Brujo. Quizá tenga que volver a pie hasta su cubil.
Los hobbits se embarcan en la épica misión de arrojar el Anillo Único al Monte del Destino: pobres e inocentes criaturas de pies peludos que desconocen por completo la distancia que hay de la Comarca hasta los páramos llenos de ceniza de Mordor —y sí, vuelve a haber setas—.
Los orcos desde la perspectiva de Frazetta: musculosos, como recién salidos del gimnasio, y con las piernas descubiertas, lo cual nos transmite la sensación de contemplar un regimiento de humanoides monstruosos de la Era Hiboria. Pero son orcos al fin y al cabo, y quedan bien en cualquier universo de fantasía.
Conclusiones
Para finalizar, decir que si este artículo ha servido para hacerse una idea del enorme potencial que hubiera tenido Frazetta en la Tierra Media, no podemos dejar de imaginar cómo hubiera sido verle dibujar otros personajes del legendarium como Boromir, Legolas, Ella-Laraña, Saruman, Aragorn, Tom Bombadil, Thorin Escudo de Roble, Smaug, Gimli o el Balrog, entre otros, e incluso puede que ilustrar los momentos más espectaculares de El Silmarillion y sus personajes, tales como Húrin, Melkor, Beren y Lúthien, Glaurung, Fëanor, etc., la Batalla de los Cinco Ejércitos de El Hobbit, o el episodio con los tumularios y la batalla del Abismo de Helm de El Señor de los Anillos, porque soñar es gratis. Cuando Frazetta hubiera ilustrado un libro completo del profesor Tolkien se hablaría entonces de patrimonio de la humanidad.
Nota: Esta y otras imágenes han sido extraídas en parte de Frazetta Art Museum.
0 comentarios
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.