Wayward Pines. El paraíso es la perfecta lectura veraniega: breve —que no os engañen las
casi cuatrocientas páginas, porque la tipografía es grande y muy espaciada—, ligera, entretenida y, sobre todo, muy adictiva.
Dice Blake Crouch, el autor, que su
libro bebe mucho de Twin Peaks. Es cierto que entre sus páginas hay mucho de
aquella mítica serie de Mark Frost y David Lynch, pero también hay mucho de
muchas otras fuentes como The Prisoner (1967) o La otra parte (1909), la mayoría de las cuales no puedo revelar ahora sin
sugerir spoilers que os estropearían completamente la lectura.
De lo que sí se puede hablar es de los clichés, ya que los hay por todas partes. Tenemos a un protagonista con un pasado militar, cuyas experiencias vividas en la guerra le dejaron cicatrices emocionales, está el millonario elusivo que parece tener alguna importancia en la trama pero se mantiene en las sombras, una atractiva chica rebelde, enfermeras sociópatas, niños problemáticos y muchedumbres con costumbres poco sanas. Todo esto lo encontramos en un millar de otras obras, en la literatura, cine, series y en el cómic. Y por encima de todo, está la atmósfera de moda: muchos elementos inexplicables, muchas sorpresas tipo oopart, pistas engañosas, cambios de narrador diseñados para añadir más desconcierto, etcétera. Si todo este popurrí juega a favor o en contra de la historia, si le añade interés o le resta originalidad, lo tendrá que decidir cada lector. Para mi es un demérito tolerable y la principal razón de que la considere más una lectura de verano que un futuro clásico del género.
De lo que sí se puede hablar es de los clichés, ya que los hay por todas partes. Tenemos a un protagonista con un pasado militar, cuyas experiencias vividas en la guerra le dejaron cicatrices emocionales, está el millonario elusivo que parece tener alguna importancia en la trama pero se mantiene en las sombras, una atractiva chica rebelde, enfermeras sociópatas, niños problemáticos y muchedumbres con costumbres poco sanas. Todo esto lo encontramos en un millar de otras obras, en la literatura, cine, series y en el cómic. Y por encima de todo, está la atmósfera de moda: muchos elementos inexplicables, muchas sorpresas tipo oopart, pistas engañosas, cambios de narrador diseñados para añadir más desconcierto, etcétera. Si todo este popurrí juega a favor o en contra de la historia, si le añade interés o le resta originalidad, lo tendrá que decidir cada lector. Para mi es un demérito tolerable y la principal razón de que la considere más una lectura de verano que un futuro clásico del género.
Vayamos
a por el argumento en sí. Ethan Burke despierta cerca del río,
magullado y aturdido, con lo puesto y sin ningún recuerdo de su
nombre, profesión o pista sobre donde se encuentra. Cerca ve un pequeño pueblo, y
se dirige allí. El cartel de bienvenida reza "Wayward Pines". Todo en el pueblo es acogedor, bucólico: el césped parece más
verde, las montañas más majestuosas, el aire más puro: y la gente
es cien por cien americana, con sus barbacoas en el patio y una
hospitalidad cordial. Burke intenta recordar, y para describir el
proceso Blake Crouch demuestra habilidad para comprender el
funcionamiento de la memoria y las consecuencias de la amnesia. Pero
es imposible manejar un personaje que no recuerde siquiera qué o
quien es, por lo que pronto —y tras pasar por el hospital— Burke recobra parte de sus recuerdos, sabe a qué a venido a Wayward
Pines y que es un agente federal.
Y
aquí, en realidad, comienzan los problemas. Burke es como un pitbull
tozudo que no deja escapar a su presa: muerde y gruñe y sin importar
cuanto le castiguen sigue sin soltarla. Burke tiene una misión, pero
sobre todo, quiere saber qué va mal en el pueblo. Pronto
empieza a descubrir pequeños detalles extraños que parecen
atestiguar alguna clase de trama oculta. El desarrollo de la trama a
partir de este punto es, en realidad, previsible, ya que redime
cualquier disgusto que arrastráramos durante la lectura. Sí, siguen
habiendo incoherencias, lo que nos explican es creíble y entendemos
muchas cosas, pero algunas quedan en el aire y otras no encajan.
Blake Crouch, simplemente, tenía que hacer lo habitual en estos
casos: sacrificar algo de coherencia interna en pro del entretenimiento y de mantener el misterio hasta el
último momento.
Insistiré
en ello: Wayward Pines. El paraíso es un libro sumamente
entretenido, y se lee en una tarde. Sus defectos, que los tiene, se
pueden sobrellevar. Sus personajes —o personaje, en singular...
puesto que de principal solo hay uno, Burke, y un par de secundarias
con quien pocas veces comparte el foco— están bien llevados; me
parecen tópicos pero se puede empatizar con ellos. Y lo que es más
importante: ¡las decisiones de Burke son lógicas! A menudo tenemos
que lidiar con el hastío de un protagonista estúpido que hace, en
cada situación, lo peor que podía hacer, o que ante decisiones con
tintes morales, toma el atajo del policorrectismo. No es el caso de
Burke. El final puede gustar o no, pero a mi me ha dejado satisfecho.
Es
posible que sigamos oyendo hablar de este nombre, “Wayward Pines”, porque ya se ha adaptado a la pequeña pantalla, parece que con éxito. No
puedo opinar sobre la serie porque he esperado a terminar el libro
para empezarla, pero es de prever que por pocas ganas y talento que
le pongan salga un producto decente. Si es un éxito, no me
sorprendería que tanto ésta como el libro vieran una continuación.
Wayward Pines. El paraíso
Editor: Destino
Género: Novela negra
Lanzamiento: Abril 28, 2015
Idioma: Español
Edición: Rústica con solapas
Páginas: 400
Precio: 19€
Traducción: Aleix Montoto
Serie: Lectura independiente
El agente federal Ethan Burke se dirige a Wayward Pines en busca de dos de sus colegas desaparecidos, cuando el coche en el que viaja con un compañero se sale de la carretera. Unas horas más tarde Ethan despierta en medio de un pueblo encantador, un pueblo en el que los pájaros cantan y los niños corretean por las calles.
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