Se suele decir que "cualquier tiempo pasado fue mejor", que al fin y al cabo "todas las modas vuelven" o también que "la historia tiende siempre a repetirse". Desgraciadamente, con respecto a algunos productos —juguetes, me refiero— y a programas de televisión, la cosa no ha vuelto a ser como antes. Tampoco lo ha sido con revistas antiguas y que siempre hemos atesorado con esmero. Y es que resulta que algunas épocas marcan una gran diferencia en nuestro cerebro, sobre todo la de los ochenta, cuando la revista El libro gordo de Petete ya estaba dando sus últimos coletazos o cuando nos dedicábamos a echarnos unos combates épicos con El tragabolas, donde lo único que nos importaba era estar a tiempo en casa para ver Bola de dragón, a ver si después de treinta capítulos íbamos a perdernos el final del combate contra Freezer.
“Para regalar a muchos nostálgicos que pondrán cara boba cuando vean algo que les recuerde los buenos tiempos”
Niños felices con el famoso Blandi Blub
Me gustaría hacer otra mención especial a algo que también me ha parecido muy curioso: la sección "Los libros de texto" con el título: "Ni se crean ni se destruyen, se traspasan". Más de uno, leyendo estas líneas, sabrá cuánta verdad guardan estas palabras: es muy posible que todavía tengamos libros de EGB guardados por ahí porque según nuestras madres, y aunque tengamos treinta años, "no sabes si te pueden llegar a servir". Al final terminan formando parte de nuestra casa, de nuestra infancia y de nuestro futuro cuando se los enseñemos a nuestros hijos o sobrinos cuando sus libros de texto sean una birria y nos sintamos obligados a pasear los nuestros con gran orgullo. No porque sean mejores, sino porque han sido capaces de sobrevivir a las redadas de destrucción de nuestros padres por el simple hecho de haber nacido en los ochenta.
En esta sección aparece además una mención a La historia interminable de Michael Ende, y como no, a los librojuegos de Dragones y mazmorras de "Elige tu propia aventura", con el dibujo de La montaña de los espejos —qué gran libro, aún recuerdo aquella zona en el que las piedras hablaban a tu héroe—.
En resumen, Espinete no existe es un libro realmente chulo para ojear, releer y, porqué no, para regalar a muchos nostálgicos que pondrán cara boba cuando vean algo que les recuerde los buenos tiempos. No tengo espacio suficiente como para comentar todas las cosas que me han gustado de Espinete no existe, pero baste decir que la publicidad que tenéis que tragaros en mitad de vuestra película o programa favorito —o vuestras sesiones en el cuarto de baño— podrían ser momentos mucho más entretenidos de lo habitual gracias a este libro. Lectura informal para disfrutar a lo grande en los lugares más insospechados, no hay más. Dudo que de la primera década del siglo XXI nadie pueda hacer un libro como éste, así que ya sabéis, a disfrutarlo.
Ah, se me olvidaba, no olvidéis leer la sección de los estuches de dos pisos, de las gomas de borrar Milán, del Tang, de la Nocilla y el Cola Cao; también de los Peta Zetas, de los polos de Drácula y los Frigo Pie, del grupo musical Parchís, de la paga semanal —tiene una imagen de una moneda enorme... ¡de 50 pesetazas!— de los columpios para niños de verdad —no como los de ahora, donde los niños rebotan cuando se caen y encima lloran—, y como no, de la sección de Félix Rodríguez de la Fuente. Mejor pensado, no olvidéis de haceros con este libro cuanto antes y de pasaros por aquí a comentar vuestros recuerdos, estoy segura de que Espinete no existe os encantará.
Plaza & Janés
Serie: Independiente
Lanzamiento: 5 de junio de 2014
Edición: Rústica con solapas
Género: Ensayo, humor
ISBN: 978-8401343223
256 páginas
17,50 € (9,99 € en electrónico)
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