Recuerdo que hace mucho tiempo disfrutaba de lo lindo viendo los dibujos animados de Érase una vez la vida y Érase una vez el espacio del francés Albert Barillé. En el primero descubrí el funcionamiento del cuerpo humano, el milagro de la reproducción, la causa por la que todos los años en primavera no paro de estornudar o la razón por la que comer demasiado puede hacernos enfermar. En la segunda pude descubrir, entre otras muchas cosas, las diferencias entre un cometa, un asteroide, un satélite o un planeta. Es lo que los hacía destacar sobre los demás, ya que por aquel entonces, cuando seguíamos teniendo algo más recientes las publicaciones de El libro gordo de Petete, o programas tan chulos como El mundo de Beackman (aunque este era con personas de carne y hueso), eran de los pocos dibujos animados que se podrían considerar didácticos y divulgativos.
Es por lo tanto algo comprensible, que en estos inicios del siglo XXI me asquee la escasa calidad de los dibujos que se emiten a día de hoy, tanto que los he desterrado de ese espacio destinado para el aprendizaje que guardaba en mi parte racional del cerebro, y los he reubicado en ese oscuro rincón de "dibujos para idiotizar a los niños" del que desgraciadamente dispongo desde hace algún tiempo. Gracias a esta forma de ver las cosas, cuando me encontré con el primer cómic publicado por Jordi Bayarri en su "Colección Científicos" me quedé bastante maravillada y desconcertada. Se suelen ver cómics "protesta", en los que se narran las desventuras políticas o sociales que nos han traído años de desevolución moral, pero pocas veces he visto cómics que se dediquen voluntariamente a tratar de descubrir a grandes genios de la ciencia a un público de todas las edades que normalmente considera la vida de estas personalidades como algo tedioso a estudiar. De eso precisamente quería hablar.
Por si fuese poco, el autor tiene a bien incluir al final una sección en la que nos presenta un muestrario de algunos de los bocetos que ha utilizado para cada uno de los álbumes, incluyendo notas como la ropa de los personajes, sus expresiones, la planificación de las viñetas por página, etcétera. Por mi parte cuenta con una ferviente fan y de hecho, si puedo, trataré de colaborar en la elaboración de su siguiente proyecto: Aristóteles. El deseo de saber. Mucho más ahora que la asignatura de filosofía está a punto de desaparecer de los planes de estudio de nuestro país. Aunque todos los títulos que he leído son fantásticos, espero que se acerque a la calidad del que para mi gusto es el mejor: Galileo. El mensajero de las estrellas. Desde que lo acabé sigo teniendo en mente la imagen de un anciano barbudo que mira hacia el cielo con melancolía y anhelo.
Por cierto, aprovecho la ocasión para comentar que Bayarri está participando en un proyecto muy interesante llamado #YoEstrellaCervantes, en el que junto a un cartel donde se pueden ver los principales personajes de El Quijote, trata de revindicar la importancia del conocimiento sobre la segmentación que las autoridades gubernamentales y la propia sociedad hace de él. Como bien dice en la página de la Colección Científicos:
El proyecto #YoEstrellaCervantes aúna la literatura y la ciencia apostando por la cultura global. Darlo a conocer a los niños significa comunicar la importancia de la misma, transmitirles que el conocimiento es conjunto e igual de importante y hermoso. No hay gente de ciencias y gente de letras, simplemente somos personas interesadas en descubrir, en aprender.
El proyecto en concreto consiste en darle nombre a una estrella recién descubierta. Para ello simplemente debéis pinchar en la candidatura de Cervantes, que será el nombre principal, apostando por el de Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho para las otras que la rodean. Una forma de unir la literatura y la ciencia en un lugar en el que todos podamos verlo.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.