La nueva obra de los hermanos Wachowski y J. Michael Straczynski está dando mucho de que hablar, tanto para lo bueno como para la malo, desde que se estrenara en junio de este año. Sense8 consta de doce episodios, que gracias a Netflix y la nueva moda del binge watching (disponer de una temporada entera y verla de una sentada) he podido devorar.
Fieles a su estilo grandilocuente, los Wachowski han grabado en nada menos que ocho localizaciones diferentes, correspondientes a los ocho personajes principales; Reino Unido, Kenya, Corea del sur, Méjico, India, Islandia, y dos en EUA, San Francisco y Nueva York. El nivel de producción es impresionante igual que el reparto, con cameo de Daryl Hannah —a quien adoro desde su interpretación de Elle Driver en Kill Bill— y un Terrence Mann que consigue interpretar un villano, Mr. Whispers, que resulta temible sin hacer apenas nada.
Tenemos aquí a un alemán hijo y sobrino de criminales que introduce la discusión de naturaleza contra educación. ¿Él mismo es un criminal por naturaleza, habiendo heredado una tendencia hacia el crimen y la violencia? ¿Lo es por educación, por las experiencias que ha vivido y que le han moldeado? O pese a la una y la otra él es más que un simple mafioso, capaz de escapar de este mundo?
Un mejicano, famoso actor de culebrones, auténtica celebridad nacional gracias a interpretar personajes fríos y duros de estos que supuestamente inspiran envidia y respeto a los hombres y deseo en las mujeres, oculta con auténtico pavor su condición de homosexual; la inseguridad y el deseo de proyectar una imagen determinada le convierten en un prisionero dentro del armario.
Un joven policía de Nueva York, hijo de policía, presencia impotente en su día a día el conflicto entre bandas y la segregación racial sin ser capaz de marcar la diferencia, hasta que en contra de lo que todo el mundo a su alrededor le exige, ve la oportunidad de romper con esa dinámica nociva.
Una mujer transexual de san Francisco, bloguera y hacker, que lucha al lado de su novia para vivir una vida normal pese a los prejuicios de su familia, que la rechaza, e incluso de ciertos sectores de las comunidades LGBT y feminista (no os perdáis nuestro artículo sobre LGBT en la literatura fantástica).
Un joven nigeriano, que viviendo en la pobreza e tratando de tirar adelante un negocio precario, solo tiene un objetivo en mente: conseguir dinero para ayudar a su madre, enferma de SIDA, aunque implique tratar con las mafias que trafican con los escasos medicamentos que llegan.
Una chica surcoreana, que aún siendo una valiosa ejecutiva en la multinacional familiar, se ve ninguneada por su padre, quien dedica toda su atención y favor a un hermano derrochador e inútil y la relega a ella a papeles secundarios. Atrapada en esa vida, solo puede desfogarse de noche en peleas de kickboxing hasta convertirse en una campeona de este submundo.
Una chica india que, por convención e inercia, y llevada en parte por el temor a destrozar las expectativas de otros, ha quedado atrapada en el proyecto de una boda con un hombre al que no ama.
Una DJ islandesa residente en Londres que arrastra un profundo trauma del pasado que la ha dejado tullida emocionalmente; va a la deriva, sin arraigar en ninguna parte, desaprovechando su vida y talento en un rumbo directo a la autodestrucción.
Ocho personajes jóvenes, conectados entre sí por su especial condición de sensates, repartidos por todo el mundo, todos con sus peculiaridades y con los mismos problemas de encaje en la sociedad y la necesidad de encontrar un camino propio, una identidad y una reafirmación. Al mismo tiempo, Sense8 es un experimento a lo homo gestalt —término propuesto por Theodore Sturgeon en su genial novela Más que humano— de proponer un posible nuevo paso evolutivo —o quizás la sugerencia de una especie a parte coexistente con la nuestra— que actúa como metáfora de un mundo globalizado, infinitamente diverso y necesitado de contacto.
El final de la serie es abierto, pero se prevé una segunda temporada —aunque no está confirmada—. Pero visto como termina la primera tendrá por fuerza un tono diferente, alejado del optimismo predominante. Como Lost o Heroes, es una de estas series cuyo argumento, bien llevado, puede convertirla en un éxito memorable. Pero, como en ambos casos, es extremadamente susceptible de fracasar si los productores caen en la tentación de alargarla artificialmente y cosechar odio allí donde ahora solo recibe alabanzas. La seguiremos atentamente.
Todas las imágenes son propiedad de Netflix.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.