28 de diciembre de 2015

'Luuna, volumen 1', dualidad tibetana en una nativa americana

Siempre se ha dicho que las tribus nativas americanas han tenido una gran riqueza tanto cultural como espiritual. Han paladeado mitos y leyendas desde hace miles de años que les han acercado de una forma muy poderosa a la naturaleza. La importancia de ese respeto por los sabios de la tribu, de quienes se consideraba que tienen una comunión especial con los espíritus de los ancestros y junto con los que habitan en los animales y las plantas, siempre les ha hecho destacar sobre otro tipo de culturas que podemos encontrar alrededor de todo el globo. En ocasiones, la magia más burda y el misticismo más sutil se unen para dar lugar a historias realmente interesantes sobre el futuro de las tribus o de los lugares donde moran. Por esa razón creo que Luuna es un canto a esta cultura y a sus tradiciones, un cómic que podría aconsejar con los ojos cerrados a todos aquellos que sepan darle su justa importancia a lo que de verdad importa: la huella que dejamos en este mundo y cómo la tierra es capaz de absorber, una vez tras otra, las ingentes oleadas de crueldad y de maldad de la que es capaz el ser humano.

Luuna, escrita por Didier Crisse, dibujada por Nicolas Keramidas y color de Bruno García, es una serie que trata sobre la aventura que vive Luuna, la hija del jefe de clan de los paumanok, cuando parte hacia su rito de madurez al bosque. El objetivo de la muchacha es encontrar a su tótem, entrar en comunión con él y comenzar así el resto de su vida con un nuevo papel en su tribu. Inicialmente todo va bien, salvo cuando dos deidades, una buena y otra oscura llamada Unkui, deciden repartirse el alma de Luuna. Como consecuencia, nuestra protagonista consigue dos tótems, representados por dos lobos que empezarán a seguirla: uno negro, representativo de su lado violento, vengativo y asesino que se manifiesta principalmente durante las noches de luna llena, y un lobo blanco que representa su lado compasivo, responsable y puro que sale durante las horas que luce el sol.


"Dos deidades, una buena y otra oscura llamada Unkui, deciden repartirse el alma de Luuna"
Las escenas nocturnas de colores grises, azules y negros de Luuna destacan en todo momento sobre las demás viñetas cargadas con ocres, amarillos, rojizos y verdes para que el lector no se pierda entre la Luuna afectada por Unkui o por el espíritu bondadoso del corazón del bosque. Igualmente, el diseño de vestuario de nuestra protagonista cuando deja salir su lado oscuro, como si se pintase con las sombras del bosque, acrecientan la sensación de peligro que ofrece la serie. Por el día, sin embargo, los colores blancos de su atuendo le muestran el mensaje al lector de forma directa y concisa: una Luuna más vinculada con su tribu, con la naturaleza y con todo lo que pueda significar hacer algo bueno por quienes se encuentran con ella.

Por otra parte, una de las cosas más llamativas que he visto en el cómic es la distinción cuando habla uno de los dos lobos, ya que cambia el color del bocadillo y la letra a su negativo natural. Esto quiere decir que cuando el lobo blanco habla, su bocadillo es de color negro y las letras blancas, y viceversa para con el lobo negro. Para mi gusto, a la historia de esta paumanok le habría venido mejor otro estilo de dibujo, algo más oscuro, menos "Disney", pero tras conocer los acontecimientos con los que se termina este primer album, esta es una afirmación que estaría dispuesta a revisar. Creo que la oscuridad que plaga esta primera entrega, en contraposición con las escenas diurnas, es si cabe más poderosa cuanto más aire de "protagonista para todos los públicos" nos ofrece Luuna. Así que supongo que esto provocará diversidad de reacciones y dará lugar a multitud de opiniones, que serían dignas de discutir largo y tendido en buena compañía.

Sobre el guión de Crisse, he de admitir que me ha resultado algo light durante la primera mitad de este primer recopilatorio. El hecho de que además los tres geniecillos del bosque no dejen de molestar constantemente a la protagonista y entrar a escena, no hace más que aumentar esa sensación, distrayendo al lector de una historia que podría ser realmente intensa y misteriosa. Vale, es cierto que hay que mostrar de alguna manera que los paumanok pueden hablar con los espíritus y criaturas de los bosques, pero quizás el guionista se ha excedido en este aspecto.


Por suerte, a medida que nos vamos adentrando en la segunda parto tanto los entornos como la trama van cambiando ligeramente para hacerla mucho más oscura. Cada vez hablan menos los tres duendecillos rojos y Luuna va adquiriendo más contacto con el mundo espiritual del que siempre se ha hablado en la tribu, así como sobre las consecuencias que conlleva tener medio espíritu en posesión de Unkui.

En definitiva, Luuna puede gustar por varias razones: a los más pequeños porque los tres geniecillos le dan el sabor humorístico a la historia, a los más ilustrados porque el dibujo está muy bien conseguido —aunque Luuna tenga cierto parecido con la Pocahontas de Disney—, y a los más recelosos porque el final les hará desear fervientemente el segundo recopilatorio. Luuna es una buena opción para regalar, independientemente de a quien vaya dirigido el regalo, y si lo leéis antes de envolverlo seguro que os lo termináis quedando en la estantería.

LUUNA, VOLUMEN 1 | Yermo Ediciones
Tapa dura, 176 págs. 34€

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