5 de mayo de 2017

‘American Gods’, primeras impresiones: una Sombra, una diosa y un cocodrilo

El canal norteamericano Starz se ha marcado un tanto con el arranque de la adaptación televisiva de la novela homónima del escritor británico Neil Gaiman.



Tras una larga espera por parte de todos aquellos que hemos disfrutado de la novela American Gods del británico Neil Gaiman y que hemos ido sufriendo con las escenas sacadas del rodaje, las revelaciones en cuanto al reparto y otras cuestiones se refiere, como la posible fidelidad de la adaptación de la obra literaria a la pequeña pantalla, finalmente hemos podido echarle un bien merecido ojo al primer capítulo emitido por la cadena Starz el pasado 30 de abril, bautizado como “The Bone Orchard”.

He de reconocer que cuando escuché por primera vez los rumores sobre la creación de la serie me eché las manos a la cabeza pensando en lo difícil que debía de ser su adaptación. En American Gods se observan innumerables referencias a religiones que —probablemente— nos serán completamente desconocidas —o quizá las conocemos solo de oídas—, e incluso el mismo argumento de la novela ofrece dificultades que yo personalmente veía prácticamente insalvables de cara a ser traspasado a un formato tan visual como es el cine o la televisión. Únicamente me consolaba saber que iba a ser una serie, ya que para mí es imposible encajar las piezas con la suficiente elocuencia como para traspasar algo a la vez tan denso y tal ligero como es la narración de American Gods a una sola película —y creo que ya se está empezando a abusar sobremanera de las trilogías, por lo que es mejor dejarlo estar—.



Independientemente de la legión de fieles cultistas que siguen la figura de Neil Gaiman y la gran cantidad de personas que leen sus trabajos con sumo interés, no hay que olvidar que la mayor parte de la audiencia que puede dar continuidad a un proyecto televisivo como éste no tiene porqué haber tenido ningún contacto ni con la obra de Gaiman ni con nada que tenga una especial relación con el género fantástico. Esa cantidad de personas que únicamente son asiduas a las series y que además suelen seguir bastantes a la vez son aquellas a las que hay que terminar enganchando en el episodio piloto para que formen parte de las filas de incondicionales de Neil Gaiman. Para mi gusto es lo más complicado a la hora de adaptar una obra como American Gods, ya que se sirve a las mil maravillas del entorno seguro y relajado que presenta la lectura para poder desplegar toda la magia y sorprender al que sabes que, más tarde o más temprano, terminará por leer el libro al comprarlo completo y no por entregas.

Quizá por esta razón estoy satisfecha con este primer episodio, más que satisfecha, diría yo. No solo aparece el desembarco de los vikingos en las tierras del continente americano —en referencia a los interludios de la novela, sobre los que algunos conjeturaban que podrían no aparecer en la adaptación—, sino que encima se explica de forma sencilla y evidente la capacidad migratoria de las religiones. Por otra parte, una de las primeras apariciones estelares (en relación a los dioses de los que se nutre la novela de Gaiman) es la de la diosa africana Bilquis, mostrando a los espectadores —mediante una locura de escena de sexo— que van a ver una serie de corte fantástico y donde los personajes no son superhéroes, mutantes ni “personas con habilidades especiales”: son “algo más” —no lo diré para no soltar spoilers a aquellos que no hayan leído la novela—. De hecho, en otras páginas de internet ya han revelado quien es Wednesday —Miércoles en la versión al castellano— y, sinceramente, me parece quitarle a todo esto parte de la gracia, aunque al segundo o tercer capítulo ya podamos tener una idea formada de cual es su verdadera identidad. Es más, creo que esta revelación debe llegar al poco tal y como nos llegó a todos cuando estuvimos leyendo la novela.


Con respecto a los entornos y escenarios —como el Jack's Crocodile Bar o los exteriores—, no puedo estar más contenta, ya que han captado perfectamente el ambiente de la novela, al igual que los actores también han captado la esencia de los personajes —previa responsabilidad de los encargados del reparto—. Me ha gustado la elección de Ricky Wittle para Sombra Moon y la de Pablo Shreiber para Sweeney el Loco, aunque todavía me tengo que acostumbrar mucho a Ian McShane para Miércoles y a la elección de Bruce Langley para el papel del Chico Tecnológico: este último en el libro se supone que era más bien rellenito y más feo que pegarle a un padre con un calcetín lleno de estiércol.

Por el momento nada más que añadir sin revelar nada del libro. Espero que los siguientes capítulos solo vayan a mejor y rezo a unos cuantos dioses a los que frecuento para que tenga buena audiencia y no tengan que dejarla a medias o incluso acabarla mal y pronto.

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