Gema Bonnín nos transporta hasta el siglo XXII, donde el vulgo se contenta con combates de gladiadores televisados dirigidos por las grandes corporaciones.
¿Preparados para sudar sangre en el mayor espectáculo del Viejo Mundo? Atémonos pues las sandalias, saquémosle lustre al gladius y comencemos, gladiadores. Siglo XXII: las grandes corporaciones gobiernan a su antojo la sociedad del futuro, donde las desigualdades sociales son más patentes que nunca. Asia es ahora el Primer Mundo, un continente donde la gente vive cómodamente, ajena a cualquier cosa que les saque de sus fáciles y tranquilas vidas de ciudadanos de primera categoría. Mientras, en la Vieja Europa, el hambre, la enfermedad y las penurias han hecho estragos entre los menos desfavorecidos: un verdadero Tercer Mundo. ¿Y con qué se contenta al vulgo que vive envuelto en la miseria? Con pan y circo, o lo que es lo mismo, con los cruentos combates televisados de gladiadores. Así que en este nuevo orden mundial, donde gobiernan las Corporaciones y donde se aliena a los individuos con espectáculos sangrientos, es donde situamos a nuestra protagonista, Faith Gómez.
Faith tiene doce años, pertenece a la élite social de Hong Kong y vive recluida en un magnífico complejo residencial, Goldenpark, reservado a las “segundas” familias de los mandatarios más influyentes y poderosos de la megalópolis. En ese microcosmos de opulencia y tecnología, Faith es una feliz adolescente de doce años. Faith tiene a su madre, Martina, a la que adora; vive en una villa de lujo donde no le falta de nada y su microuniverso es un lugar cómodo, seguro y protegido. Sin embargo un suceso dramático, que no voy a desvelar, lo cambia todo. De la noche a la mañana, Faith es vendida como esclava a Hydrus, una de las más poderosas megacorporaciones del planeta, que la envía a una escuela de gladiadores en Menorca para amortizar su inversión… Y hasta ahí puedo leer.
Interesante, ¿verdad? He de confesar que, dadas mis últimas decepciones con la distopía adolescente, no estaba convencida de si Arena roja me iba a gustar o no. Sin embargo, recordé que Nocturna Ediciones es una de mis editoriales juveniles favoritas —en su catálogo están algunos de mis libros más emblemáticos como Cristal embrujado de Diana Wynne Jones o Seraphina de Rachel Hartman) — y además la novela se ambienta en la Roma Invicta. ¿Podéis adivinar hacia donde se terminó inclinando la balanza? Exacto. Esta novela tenía que ser mía. Tenía que leerla y tenía que ver si las expectativas iban en consonancia al hype creado en las redes sociales.
Y es aquí cuando tengo que decir que, aunque me ha parecido una novela entretenida, me he llevado una gran decepción con Arena roja. No me entendáis mal. No me arrepiento de haberla leído. De hecho, la he disfrutado, en su mayor parte, y me la leí en tres tardes. Gema Bonnín, pese a su juventud, ha demostrado ser una escritora solvente que sabe lo que quiere y cómo contarlo, con un estilo directo y simple que casa muy bien con la personalidad de Faith. La autora ha creado una distopía adolescente con un argumento interesante, una protagonista resultona y una ambientación, a caballo entre el oriente asiático más tecnológico y la sangre y arena de la Antigua Roma, de lo más original. Pero (y ahora vienen los peros) hay una serie de puntos que han deslucido el balance general de la novela y que me han llevado a quitarle puntos. Estos puntos han sido el escaso desarrollo del escenario donde transcurre la novela, la escasa evolución de la protagonista, el ritmo lento con el que se lastra una supuesta historia de sangre y arena, la falta de personajes secundarios realmente carismáticos, y cierto tufillo a feminismo mal entendido, que me ha molestado durante toda la novela. Pero vayamos por partes y desgranemos los puntos fuertes y los puntos débiles que, a mi entender, tiene Arena roja y que han hecho que no fuera todo una historia todo lo redonda y brillante que esperaba.
La estructura de nuestras ciudades e incluso la forma de relacionarnos ha cambiado brutalmente gracias a las redes sociales y a la tecnología.
Una de las cosas que más me ha gustado ha sido el cambio social y geopolítico de la economía mundial y del poder que tienen las Corporaciones en la vida de la gente, cosa que no está tan alejada del futuro como parece. La crítica a la esclavitud, a la trata de personas o a los espectáculos vacíos como fuente de opio para una sociedad oprimida y empobrecida hasta decir basta, me ha parecido muy acertada. Sin embargo, la autora ensalza a esos gladiadores como estrellas mediáticas y sus condiciones de “esclavitud” ya las querría yo para mí: viven en un internado elitista de corte militar donde los entrenan con las últimas tecnologías, estudian, no pasan hambre, se forman, tienen días libres de ocio y esparcimiento… En definitiva, que viven como reyes y rodeados de lujos, nada de una vida espartana de sufrimiento y esclavitud. Y lo disfrutan, claro. Esto me ha chocado muchísimo: esclavitud y sangre en la arena, ¿sí o no? ¿Mola o no mola ser un gladiador en la arena del Coliseo?
A tenor de este primer punto, viene el tema del worldbuilding. Aunque ha pasado un siglo desde nuestra era, la autora tira de rédito y muestra un escenario sin apenas cambios. Del siglo XX al XXI, nuestra sociedad, la estructura de nuestras ciudades e incluso la forma de relacionarnos ha cambiado brutalmente gracias a las redes sociales y a la tecnología, por poner un ejemplo. ¿Por qué no se ve ese salto, o cualquier otro, en la novela al cambiar del siglo XXI al XXII? ¿No ha habido ningún avance en ningún campo? De Asia, que en teoría es uno de los atractivos de la novela, solo se nos muestra un continente desarrollado, económicamente poderoso y con megalópolis, en cuatro pinceladas y ya está, y bien podría ser Marte o una colonia joviana. En cuanto a la Vieja Europa, hace un paseo por ciudades emblemáticas como Roma y no muestra especialmente el cambio social. ¿Dónde está el hambre y la miseria? ¿La opresión? ¿Las desigualdades sociales? ¿La esclavitud? ¿Y ese Tercer Mundo?
Este escaso desarrollo de escenarios no es un punto que me haya molestado especialmente. Por desgracia, una de las características típicas de las distopías juveniles es el justamente esa falta de worldbuilding, siempre sacrificado a favor del componente amoroso o de la personal visión de la protagonista femenina de turno, aunque me ha decepcionado un poco que apenas se mencione la cultura oriental.
El tercer punto a considerar es Faith, nuestra protagonista. La autora explica, y explica mucho sobre Faith, pero no muestra la evolución de Faith pre-adolescente a la de joven adulto. El personaje se queda estancadísimo en sus propias circunstancias, aunque espero que se solucione en la segunda novela: Arena negra. Me explico: nuestra protagonista habla, pero no actúa. Se deja llevar por la academia, por los profesores, por los compañeros, por su propia Corporación, por la Arena, por el chico guapo, por su deseo de venganza... Habla mucho, le gusta escucharse y decirnos, página sí y página también, lo dura que es, lo fuerte que es, la voluntad de acero que tiene comparada con los blandengues de sus compañeros y lo vengativa que va a ser para con aquellos que destrozaron su vida. Pero no actúa. Se deja llevar continuamente por todo lo que le rodea y esto me ha supuesto un problema porque es justo lo contrario a lo que yo me esperaba en esta novela: rebeldía con sangre, sudor y lágrimas, con venganza y un ritmo trepidante entre duelos mortales en las arenas del circo romano, en medio de una vida espartana de sacrificio. Supongo que el plato fuerte se lo estará reservando la autora para la segunda parte, porque la acción de la primera casi brilla por su ausencia y salvo alguna que otra escaramuza en la arena, poco más vamos a ver. Espero, de verdad, con ansia viva, que el segundo libro traiga toda la acción que el argumento prometía porque este ni ha traído sangre ni arena, ni miseria, ni sacrificio, ni esclavitud. Tan solo “estrellas” entrenadas, con exigencia y entre algodones, que no han pasado la más mínima de las calamidades y a los que les gusta, para más inri, ser gladiadores.
Los secundarios de Arena roja han pasado por delante de mis ojos sin pena ni gloria. Y esto sí que ha sido todo un hándicap. Podría decir que hay dos personajes importantes sobre los que pivota la existencia de Faith, y que no me han resultado especialmente carismáticos. Es más, me han resultado molestos. Los he sentido poco desarrollados, planos y en algunos casos, incluso preocupantes. Martina, la madre de Faith es uno de ellos.
Tras leer el prólogo iba dispuesta a que Martina me gustara mucho: esa búsqueda inicial y los sacrificios que hace para que Faith tenga una vida de lujo me atraían como polilla a farolillo. Pero claro, luego todo su “supuesto” discurso feminista se resume en que lo que mejor define a una mujer es su aspecto físico y no su inteligencia, y que “si un chico te molesta, te roba un beso o te toquetea sin permiso, es una buena señal, porque le gustas”. Y el problema no es que Martina lleve una vida hedonista, cual geisha esperando eternamente al rico y poderoso al padre de Faith, no. Lo que me chirría es que me traten de vender a Martina como el paradigma del sacrificio, del feminismo y de la maternidad sin tacha cuando es un personaje frívolo e insulso preocupado por no marchitar su belleza y perder su status quo en la sociedad de Hong Kong.
Mi segundo problema ha sido Teseo, el chico misterioso con el que Faith se lleva cinco años y que tienen las interacciones más absurdas y forzadas que he leído últimamente. Vaya por delante que me gusta la presencia de los chicos misteriosos como a la que más; le dan un toque a las historias que es difícil de resistir. De Teseo no sabemos nada, salvo que vive en Goldenpark, que tiene un pasado misterioso y que, por algún motivo que nadie sabe, quiere ayudar a Faith, a la que solo conoce de vista, para poner en peligro toda su carrera y posición en la Corporación para la que trabaja. Aceptamos pulpo como animal de compañía, sin problema alguno, hasta que se desvele el misterio de las motivaciones de nuestro chico florero en el segundo libro que cierra la bilogía. Mi problema con Teseo ha sido una escena entre una Faith, de doce años, y un Teseo, de diecisiete que me ha resultado muy inquietante. No voy a dar detalles, pero estoy convencida de que hay mil formas de insinuar que a Teseo le podría interesar Faith como mujer en el futuro y no como niña.
Ya sabéis que no me gusta terminar una reseña sin hablar unas palabras de la edición de la novela. En ese aspecto, soy muy fetichista con los libros y, aunque parezca una frivolidad, para mí es tan importante el aspecto exterior de la novela como lo que contiene. En mi caso, el aspecto sensorial de un libro es lo que marca la diferencia entre comprarlo en papel o en formato electrónico. Nocturna Ediciones, como es habitual, nos trae una edición física preciosa y muy cuidada que se engloba dentro de su catálogo de Literatura Mágica: tenemos una novela en tapa blanda reforzada con solapas, papel de calidad y una cuidadísima maquetación, con márgenes e interlineado adecuado. Además, me encanta el tono crema del papel y el tacto que tiene al pasar las páginas. Es amor bibliófilo del bueno. Además, podéis encontrar por la red ilustraciones promocionales de los personajes a cargo de Lehanan Aida, una ilustradora que me encanta, que sigo desde hace tiempo en las redes sociales, y que se encarga de ilustrar otras novelas de Nocturna Ediciones, como El corredor del laberinto o la fantástica Sueños de piedra.
Creo que podréis comprobar que Arena roja de Gema Bonnín parte de buenas ideas, de buenas intenciones, de un buen argumento que la separa del resto de las novelas distópicas juveniles del mercado pero le falta una buena cocción y maduración para resultar brillante. El resultado final desluce mucho más de lo que debería y creo que, quizá, parte del problema sea mío, ya que tenía unas expectativas estratosféricas por todo el hype generado estos meses en las redes sociales. Arena roja me ha parecido una novela correcta, que podría haber sido verdaderamente impresionante si hubiese sido capaz de abordar los ambiciosos contenidos que se proponía: crítica a la sociedad de los países desarrollados, a las megacorporaciones, a la trata de personas, a la esclavitud, al machismo y a los roles de género. Sinceramente, creo que le hubiese ido muchísimo mejor a la novela el haber aligerado toda esta temática y haberse transformado en una novela de aventuras juvenil, sin más, ya que apenas ha tocado los temas que quería tratar, dejándolos en el aire. Por lo demás, es una novela entretenida que recomiendo si, en general, os gustan las novelas distópicas juveniles. ¡Buena lectura! ■
463 págs; col. Literatura Mágica; rústica con solapas, 16 €. Arena roja, 1.
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