Los cómics de aventuras de Alan Moore y Kevin O'Neill gozan de una premisa atractiva y fácilmente adaptable al formato televisivo, pero las posibilidades de que los coja una productora son ya muy reducidas.
Con el más que probable traslado de Watchmen a la pequeña pantalla de la mano de Damon Lindelof y la HBO, no he tardado en preguntarme qué es lo que no han visto los productores y máximos creativos en esto de las series modernas en The League of Extraordinary Gentlemen como futura fuente narrativa en la televisión. La respuesta es bien simple, y si atendemos al modelo de hace algunas décadas de adaptar al formato televisivo muchas de las películas de éxito, más todavía. Watchmen parece el candidato perfecto, sobre todo teniendo en cuenta que la película que produjo Warner con la batuta de Zack Snyder hace ocho años fue un éxito de taquilla, algo que no puede decir la película de hace casi década y media que patrocinó la Fox basándose en la propuesta de aventuras de Alan Moore con arte de Kevin O'Neill. Si bien he de reconocer que como película de aventuras sin pretensiones a mí no me desagrada especialmente —El montaje es un infierno, eso sí—, es cierto que la cinta de la Liga toma únicamente la idea más primitiva del cómic y se aleja mucho de lo que ha escrito Moore —básicamente, en cuestión de personajes y profundidad argumental—, pero tampoco es que al autor le importara mucho lo que hiciesen con su vástago literario.
La idea de Lindelof de convertir en serie algo tan de moda como el concepto clásico de lo resplandeciente, lo estable y lo poderoso como el del grupo de superhéroes estilo Marvel entrado en decadencia —lo que podría dar pie a hablar de un estilo de distopía dentro de ese mismo concepto— es una de las mitades que ha llevado a que en un futuro sintonicemos Watchmen en nuestro canal. La otra mitad, podríamos pensar, se debe única y exclusivamente al talento de Alan Moore. Pero nada más lejos de la realidad: a día de hoy gran parte de la industria sigue estancada en la misma idea de convertir en serie una película de éxito para no correr riesgos más allá de lo estrictamente necesario, y mientras eso funcione cualquier cosa es posible porque se trata al fin y al cabo, y con mucha lógica, de empresas que miran las cifras en primer lugar. Por esa razón, el mago de Northampton aquí ni pincha ni corta —aunque sea el artífice de una obra maestra del noveno arte como es Watchmen—, porque pese a que The League of Extraordinary Gentlemen es también un gran ejemplo de decadencia heroica durante el transcurso de las épocas, el Watchmen de Snyder ha sido más rentable y ha cuajado mejor que el grupo de los hombres extraordinarios —aunque también se aferra a un concepto único y simplificador estéticamente más llamativo, como la película de la Fox—, quizá debido a la suerte de encontrarnos en una época diferente donde los señores y señoras con trajes de licra llaman más la atención y los personajes salidos de las páginas de una revista o un libro ya no tanto. La masa tiene menos dificultades en identificar al Búho Nocturno como un trasunto de Batman que reconocer al capitán Nemo de Veinte mil leguas de viaje submarino, al Orlando de Virginia Woolf, a John Carter o al investigador sobrenatural John Silence. pese a que cuenta con grandes dosis de cultura más asequible como el señor M, el hombre invisible. Y con esto no digo que Watchmen no tenga grandes personajes, todo lo contrario, superan con creces a los de The League of Extraordinary Gentlemen, aunque ese no es el tema.
No obstante, no dejaré de pensar en una serie de televisión inspirada aunque sea ligeramente en The League of Extraordinary Gentlemen. Bien hecha, la serie sería un pepinazo, algo que no se puede decir de un Watchmen que ya conocemos pese a que hipotéticamente la serie estuviera mejor integrada en la Guerra Fría y gozase de una mejor profundización de personajes y ambiente —y aquí entran las capacidades creativas de aportar escenas no vistas en el cómic, como ha hecho Fremantle Media North America con American Gods, incluso adaptar material de las polémicas precuelas “Antes de Watchmen”—. A The League of Extraordinary Gentlemen le veo unas posibilidades narrativas gargantuescas, hasta el punto de que incluso ciñéndose al germen original —tampoco hace falta adaptar literalmente cada cómic publicado— la variedad de personajes literarios y escenas salidas de clásicos de la literatura es enorme, más si se tira por el terreno del spin off. Y también es un grupo, con tecnología avanzada y cualidades especiales, muchas de las cuales son sobrenaturales —tienen hasta a su propio Hulk—. Lo más cerca que he estado de ver algo parecido a The League of Extraordinary Gentlemen en televisión ha sido Penny Dreadful, pese a que en mi opinión terminara con un coitus interruptus nada merecido —¿acaso no es Sir Malcolm Murray una especie de Alan Quatermain en el ocaso de su vida?—.
Es verdad, lo más seguro es que mi ilusión de ver una serie de televisión de The League of Extraordinary Gentlemen nunca se cumpla —o puede que la HBO se lo piense después de incrementar sus arcas con Watchmen—, pero por ahora me conformo con releer los cómics de vez en cuando y tratar de captar alguna referencia que hasta ahora se me había escapado. En fin, será que me llaman más los personajes literarios que los superheroicos.
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