El artista pretende con este libro de dibujos transmitir un mensaje esperanzador para todos aquellos que viven en un mundo introspectivo poblado de palabras y sueños aguardando el momento idóneo para hacerse escuchar.
El silencio no es solo la ausencia de cualquier tipo de sonido, es aquello que nos permite sumergirnos en la lectura de un libro, en las imágenes de una película o serie de televisión, incluso en los recovecos de un videojuego, sin ser molestados por agentes externos que arruinen la experiencia. También puede tener connotaciones metafóricas, y si vamos un poco más allá, alegóricas. El silencio, símbolo inconfundible de la meditación y lo introspectivo, es también un síntoma de la soledad que tanto perturba al ser humano desde hace mucho tiempo. El silencio, sumado a la soledad —no necesariamente relacionados entre sí, como muchos creen—, tiene la capacidad de provocar temor y la reacción de eso de lo que «hay que huir» como si de la peste se tratase. Y esto es algo que David Ouimet ha conseguido representar con En silencio —el original I Go Quiet se traduciría como «Callo» o «Enmudezco»—.
Elogiado previamente por autores de la talla de Neil Gaiman o Philip Pullman, En silencio nos propone un breve paseo por el silencio de la mano de una «chica introvertida que lucha por encontrar su sitio en un mundo repleto de ruido». Esa es, sin mayores ambages, la premisa de este libro ilustrado que en apenas cincuenta página consigue condensar lo que todos los que se consideran ávidos lectores han sentido —o sufrido— alguna vez. El silencio que presenta Ouimet no es el mismo que el de la novela de Patrick Rothfuss La música del silencio, por establecer un paralelismo: mientras que la novela del autor de El nombre del viento es una oda abstracta que contraviene las leyes de la novela y que emplea la palabra para evocar sensaciones, En silencio parte de la imagen para narrar lo que en realidad es un microrelato. La cualidad pictórica de Ouimet, reconocido artista y músico internacional que también ha hecho portadas de discos y libros, consigue transmitir de forma sencilla y directa esa sensación onírica buscada —por aquello de la diversidad de pareceres, el estilo seguro no gustará a todo el mundo—, donde la anónima niña protagonista del relato es el único vehículo de la fábula que además continúa en I Get Loud —«Hago ruido»—.
Para poder disfrutar de lo que ofrece En silencio hay que ser consciente de sus limitaciones. Como se ha dicho, se trata de un microrelato ilustrado a página completa —auténticas splash pages—, por lo que el método más recomendable no es pasar las hojas sin más, sino detenerse en cada detalle, o de lo contrario habremos dado cuenta del libro en menos de lo que tarda Gandalf en decir mellon. Es evidente que En silencio es una propuesta ilustrada para los más pequeños de la casa. Es muy probable que los adultos no terminen de encontrarle el punto dado que el mensaje expuesto está muy trillado, aunque se envuelva de forma original y no exenta de atractivo. Ese público infantil podrá sacarle sin duda todo el jugo a esa «rara» afición llamada lectura que suele ser motivo de discordia y provocar el pánico general las más de las veces. Con todo, el mensaje de Ouimet deja a las claras que el silencio (y no la soledad, como pueda parecer) es deseable y que hay que combatir a la masa gris carente de personalidad, aunque la reacción más básica sea echar a correr sin mirar atrás. Ya lo dice Gaiman, al desear «que este libro hubiese existido cuando era niño. Así no me habría sentido tan solo».
«Canto el silencio tan alto como puedo», dice la niña anónima enmascarada de la portada. «Soy diferente. Soy la nota desafinada. Me vuelvo ratón. Me vuelvo gris». Es el silencio en su máxima expresión, resonando con fuerza a través de las épocas. No hace falta decir más.
La edición, al detalle
Minotauro ha incluido En silencio dentro de su colección «Minotauro ilustrados», donde también figuran de momento otros dos títulos: La llamada de Cthulhu y la primera entrega (de dos) de En las montañas de la locura de H. P. Lovecraft, ambos ilustrados por François Baranger. La elección del formato de gran tamaño encaja bien con lo que quiere contar Ouimet mediante pocas palabras y mucha imagen.
Hablamos de un libro que de por sí llama la atención en la librería, ya que la editorial ha agrandado el tamaño de la edición original de Cannongate Books —que tiene algunos centímetros menos— para que encaje en el diseño de la colección, acompañándola de una faja con el título de la obra junto a las citas de Gaiman y Pullman. De haber respetado el tamaño original es bastante probable que el libro hubiese pasado desapercibido entre los muchos títulos infantiles de su correspondiente sección, donde siempre hay que competir con los habituales Pinochos, Alicias y Potters en diferentes propuestas editoriales también ilustradas, siempre en pugna por ser el regalo libresco perfecto. Y no hay duda de que En silencio es un buen regalo, pero no para un adulto, sino para un niño.
I Go Quiet, 2020. David Ouimet. Traducción de Sofía González Calvo. Minotauro, col. Minotauro Ilustrados, 2020, 48 págs. Tapa dura con sobrecubierta, 17,95 €.
Por poner una pega a la edición de Minotauro, decir que la sobrecubierta que envuelve el libro, aparte de resultar redundante —se repite el mismo diseño debajo—, no tiene tanta calidad como aparenta. El tema de las «sobrecubiertas revoltosas» es algo propio de la editorial desde hace muchos años, y mientras otros libros con sobrecubierta resisten bien el paso del tiempo, muchas de las que acompañan las publicaciones «duras» de Minotauro terminan curvándose hacia afuera en cuanto el frío o calor bajan o suben unos grados y la parte afectada es casi siempre la parte superior del volumen—¿en qué casa hay un clima tan perfectamente controlado como en los archivos vaticanos?—. El caso de En silencio no es una rara excepción, ya que ocurre lo mismo en otros títulos de Minotauro como por ejemplo la edición de El Hobbit de J. R. R. Tolkien ilustrada por Alan Lee. El tema está en las sobrecubiertas plastificadas y no en las «apapeladas» de obras como Beren y Lúthien o La caída e Gondolin.
El efecto que causa el ejemplar transcurrido un par de meses —e incluso algunas semanas— es pobre comparándolo con el momento en que llega a casa, por no hablar de que al ser una sobrecubierta mate se aprecian rayas por doquier pese a haber sido sacado del estante un par de veces, o tres si tenemos en cuenta la ocasión en que este libro visita la mesa donde se ha elaborado este comentario afanoso que no pretende hacer ruido.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.