Lord Grimdark nos brinda la posibilidad de descubrir desde un palco de lujo la presión de una incipiente Revolución Industrial gracias a una novela que se ha quedado a medio fuelle por culpa de un cuarteto amoroso y en la que los personajes parecen cortados por un patrón ya conocido.
El funeral de la ambientación medieval fantástica, aquella que siempre nos mostró el camino de los propósitos elevados y a los héroes de capa y espada que trataban azarosamente de recorrerlo; el de las damiselas en apuros, dulces y etéreas, asediadas por el inefable monstruo azuzado por el diablo; la que nos presentaba a los hechiceros como seres de habilidades sorprendentes y brillantes, viva encarnación de lo pecaminoso y malvado, o de la lucha entre lo bondadoso y cristalino, ya fue celebrado por Lord Grimdark cuando dio a luz «La primera ley». Es el escritor que inaugura un nuevo concepto: el de la paradójica fantasía realista.
A aquellos que aún no conozcan al bueno de Joe les puedo decir que fue precisamente eso lo que me cautivó. Historias que me daban algo distinto a lo que solía leer dentro del género fantástico, una magia alejada del concepto de Dragones y mazmorras y que se basa en las habilidades reales que puede tener una persona especialmente astuta, descripciones realizadas a golpe de metrónomo para reflejar ciudades que existen o existieron en nuestra realidad con la habilidad propia del arquitecto que controla de forma magistral el plano bajo la escuadra y el cartabón. Temas como el desnudo, la sangre, el sexo, o la violencia se convirtieron en escenas tan habituales como la descripción de una cena o una caminata por el bosque. El honor entendido per se, el conseguido por enfrentarse al Mal, o el obtenido por defender al terrateniente de turno, es ahora considerado como una forma más de los poderosos y de las convenciones sociales para aplastar las esperanzas y el libre albedrío del hombre. Las conspiraciones políticas ya no entienden de blasones, reinos y altos ideales, sino que tiende a la más pura ambición contada sin ambages. Abercrombie utiliza el espejo de nuestra propia historia para que entendamos cuál es la evolución racional en su Círculo del Mundo, y de paso ha demostrado con creces ser uno de los escritores de fantasía más originales de su tiempo.
El artista John Anthony Di Giovanni retrata una escena de la novela.
Subterranean Press
Es esa originalidad la que le ha llevado a tener una gran producción literaria, habida cuenta de que existen un total de siete libros ambientados en este universo —ocho contando el aquí presente—, y lo que ha propiciado que hoy venga a hablar sobre su penúltima novela, Un poco de odio, primera entrega de una nueva trilogía ambientada en el mundo de «La primera ley» y que se ha bautizado como «La era de la locura». Esta serie de libros se presenta como una nueva ocasión de captar adeptos a las historias de Abercrombie, pese a que a título personal, y habiendo leído solamente Un poco de odio —para devorar The Trouble with Peace en español habrá que esperar un poco más—, creo que está ligeramente desaprovechada.
Para que os hagáis una composición de lugar, Un poco de odio se puede dividir perfectamente en tres partes bien diferenciadas:
- Una introducción de personajes en la que conoceremos a muchos de los descendientes de los protagonistas de «La primera ley» y su posición geográfica con tal de comprender dónde se encuentra cada uno y como toman parte en los acontecimientos a lo largo de la historia.
- La muestra de cómo comienza la industrialización a mellar la confianza y la esperanza de un pueblo hastiado de luchar en sucesivas guerras, obligado a bajar la cabeza y ceder ante eso que llaman «progreso», unido a las invasiones del Norte sobre algunos protectorados que la Unión consiguió en los últimos conflictos armados.
- El nudo amoroso compuesto por cuatro de los personajes principales, que amenaza con seguir desarrollándose en futuras entregas.
En cuanto al primer punto, puedo ser poco explicativa en este aspecto, porque para aquellos que no hayan terminado aún los primeros libros puedo revelar accidentalmente la aparición de ciertos personajes de «La primera ley». Pasamos directamente al segundo punto.
A este respecto, tras lo sucedido en la anterior trilogía podremos ver el mundo sumido en profundas turbaciones ocasionadas por la industrialización. Al igual que sucediera en nuestra historia durante la segunda mitad del siglo XVIII, la construcción de fábricas empieza a marchar sin descanso, destruyendo bosques y praderas, llenando de un humo denso las ciudades, contaminando ríos e implementando en aras de una mayor productividad la construcción de un ferrocarril que una el Norte con la Unión. Para lograrlo, deben expropiarse numerosas tierras que la bestia de acero se encontrará en el camino —para más información, recomiendo el visionado de la película dirigida por Henry King, Jesse James (1939), aka Tierra de audaces, con Tyrone Power y Henry Fonda en el reparto—, provocando con ello que la gran crisis económica obligue a gran cantidad de población a emigrar del campo a las grandes ciudades para así poder encontrar sustento.
Personajes de la novela según John Anthony Di Giovanni.
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Como os podéis figurar, toda esta mano de obra desesperada termina en las garras de un nuevo tipo de depredador —éste no tiene dientes afilados ni escupe fuego—, el de un nuevo estamento social denominado burguesía, que pese a no ser de sangre real como aquellos que antaño se enriquecían cobrando los diezmos y tributos a los campesinos, será quien exprima a los emigrantes convertidos en obreros. Estos nuevos amos son los que van a esgrimir el látigo en los latifundios levantados sobre las tierras de los mismos que ahora trabajan en ellas; los que alzarán las fábricas en las que mueren hombres y niños bajo el rotar imparable de sus engranajes, o los que controlan los bancos que desahucian a los que se endeudan y no encuentran trabajo para poder pagar las facturas. Es el caldo de cultivo perfecto para que las tripas de la revolución empiecen a sonar con ruido ronco reclamando alimento y creando un odio destilado que puede provocar un auténtico estallido, una materia prima que en manos de Joe Abercrombie no puede sino hacernos salivar.
Mientras tanto, y para variar, la cosa anda algo descontrolada en el Norte. El panzudo Scale Mano de Hierro y su astuto hermano Calder el Negro, padre de Stour Ocaso “El Gran Lobo”, tratan de reconquistar los territorios que la Unión consiguió en la última guerra, presionando a las tropas dirigidas por algunos personajes especialmente relevantes en el bando de la Unión y que conoceremos previamente en la trilogía «La primera ley» —y que no quiero mencionar para no chafar sorpresas—, abanderados por Finree dan Brock y Leo dan Bron, alias “El Joven León”, entre otros. Se trata de un conflicto que, según sospecho, apunta a los movimientos nacionalistas que surgieron durante todo el siglo XIX, aunque reconozco que aún es pronto para asegurarlo, ya que lo que sucede en Un poco de odio no es suficiente todavía como para poder afirmarlo con rotundidad.
La aplicación de la ley, por John Anthony Di Giovanni.
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Puedo decir sin lugar a dudas que es el primer libro de fantasía donde veo que la historia de nuestro mundo es especialmente relevante a la hora de narrar los acontecimientos aquí descritos. Así que como historiadora que soy no puedo más que decirle a Joe Abercrombie que lo ha clavado. No sólo porque es capaz de describir a la perfección la laxitud y la ambición con la que los “nuevos nobles” contemplan todo el proceso de convertir a seres humanos en meras piezas de sus sistemas de producción, sino que tenemos de primera mano una visión de cómo surgen esos primeros movimientos obreros. Ojo al dato: lo más interesante de esto es que podréis entender cómo es posible que haya trabajadores que, partiendo de las mismas demandas, estén en extremos opuestos en cuanto a la forma de exigir justicia para su situación. Sinceramente, me ha parecido una referencia fantástica a la mítica reunión entre mencheviques y bolcheviques, cuando Mártov y Lenin se enfrentaron por el control del Partido Socialdemócrata de Rusia. Evidentemente, al ser esto una obra de ficción, se mezclan ciertos conceptos de forma algo libre y no se necesita ningún conocimiento previo para poder entender estos hechos. Diría más, Abercrombie se toma la libertad de hacer destacar a los dos grupos enfrentados que participan en este proceso revolucionario, anarquistas unos, nuevos socialistas los otros. De cualquier manera, no dejan de ser unos guiños magistrales.
Por esta razón me ha costado escribir esta reseña de forma objetiva, y es que tras lo que acabo de explicar no puedo evitar reconocer que me he sentido algo defraudada con el libro. Me explico: cuando leo una obra con una dificultad narrativa de este tipo y veo que todo encaja como si fuesen engranajes perfectamente engrasados, me chirría el hecho de que algunos personajes parezcan malas copias de otros ya creados y descritos por el mismo autor en otros libros. Ya lo hice notar en mi comentario sobre la «Trilogía del Mar Quebrado», algo que al fin y al cabo achaqué a que esa trilogía está destinada a aquellas personas con poco o ningún contacto con «La primera ley» —se ambientan en un mundo totalmente distinto—, y que además son de estilo young adult gracias a lo cual, y para no complicar la cosa en exceso, se rebaja la cantidad de información aportada a la historia. Sin embargo, Un poco de odio se ha tratado a este respecto como si fuese un reinicio de los libros anteriores, y que para ser sincera, aborrezco con todo mi corazón.
A Little Hatred, 2019. Joe Abercrombie. Traducción de Manu Viciano. Alianza Editorial, col. Runas, 2020, 680 págs. Tapa dura con sobrecubierta, 24,90 €.
Tengo entendido que ha sido el propio autor quien ha incentivado la idea de poder leer la trilogía sin haber leído la anterior, independientemente de las razones obvias de marketing. No solo me parece que empobrece la historia, tan lograda hasta el momento, sino que puede hacer que muchos de los que llevamos largo tiempo acompañando a Lord Grimdark por sus andanzas literarias nos quedemos con cara de pazguatos cuando descubramos a un Gunnar que es igualito a Logen Nuevededos, un Stour Ocaso clavadito a Dow el Negro, un Leo dan Brock calcado a Jezal, una Savine al estilo de la Serpiente de Talins, y así sucesivamente. De hecho, es realmente frustrante reencontrarse con personajes míticos de la primera trilogía a cuyos roles se les despoja de personalidad. Lo siento, pero esto deja muy mal sabor de boca. Y si a esto le sumamos el que la última parte de la novela está dedicada a los “amoríos de corte” entre cuatro de los personajes principales, y que detesto profundamente las historias romanticonas sin lógica ni sentido común, la ecuación arroja el resultado de una obra que me ha costado acabar y que en mi humilde opinión debería haber proseguido en la línea sobre la que marchaba al principio, pero que al final ha terminado cayendo en barrena.
Aún así, pienso que Un poco de odio es interesante desde el punto de vista de cómo está escrito, por la forma en la que se introducen los cambios sociales derivados de una primera revolución industrial y por la capacidad que tiene Abercrombie de entrecruzar determinadas tramas para que todo fluya con una ligereza difícil de encontrar en otras obras del estilo. Es, al fin y al cabo, la fantasía fresca a la que nos tiene acostumbrados Lord Grimdark, por lo que espero de todo corazón que para las siguientes entregas solucione ciertas cosas que me chirrían. Errar es de humanos, y después de todo creo que tras una trayectoria estelar no hay que tener la piel muy fina si al bailar un vals con él Joe Abercrombie nos pega un pisotón. Se ha ganado con creces la carta de la segunda oportunidad: repongámonos y tratemos de seguir su ritmo.
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